Sonríe: Una Vez más

Una Nieve a Cambio de una Sonrisa

Angélica salió de la dirección como siempre lo hacía, triste, pero a la vez enojada. Siempre que discutía con su hermana la aflicción se convertía en furia. Entonces empezaba a llorar, cuando terminaba de pelear, volvía a llorar, esta vez eran lágrimas de desdicha y melancolía de saber que no había nadie en el mundo que la entendiera, y quien lo hacía, ya no se encontraba en el mismo plano que ella.

Caminando a paso veloz se dirigió a la salida, estaba tan concentrada en las emociones que la carcomían, que no se dio cuenta de que Tomás la estaba siguiendo hasta que le tocó el hombro en el instante que la alcanzó.

―¿Estás bien? ―indagó. ¡Qué idiota eres! Solo a ti se te ocurre hacer preguntas tan estúpidas, cuando es evidente que no está bien, grito su voz interior.

―Sí. ―mintió ella. Se mordió la parte interna de la mejilla en un intento por ocultar sus emociones. ―Nos vemos. ―se despidió. Caminando a paso veloz se dirigió a la salida para que Tomás no pudiera alcanzarla.

Tom pareció no captar la indirecta, porque la siguió. Sabía que no era correcto seguir a una persona cuando esta había dejado claro que no quería estar con él, si bien, no lo había hecho con palabras, sí con actitudes. Pero, la sensación de querer pasar más tiempo con ella era más fuerte que los dictados de su conciencia.

―¡Te llevo a tu casa! ―ordenó más que ofrecer cuando logró alcanzarla.

―No ―contestó seria. Siguió avanzando sin importar que pareciera una grosera ante los ojos de él. Necesitaba llegar a su casa antes que Liliana para evitar pelear con ella, al menos por ese día.

―Si no dejas que te lleve, te voy a seguir hasta asegurarme de que llegues sana y salva. ―advirtió Tom. La chica volvió a avanzar unos pasos ignorándolo. Él la tomó de la mano logrando que una corriente eléctrica los atravesara, y las mariposas que parecían habitar en el estómago de ella volvieran a revolotear.

―¿No me vas a dejar en paz? ―cuestionó molesta.

―No ―declaró. Fijó su mirada en los ojos de ella.

―¡¿Te han dicho que eres insoportable?! ―espetó. Sin embargo, no hizo nada por soltarse de Tomás.

―No, tienes la fortuna de ser la primera ―agregó sardónico. ¡Te estás pasando!, recriminó su voz interior.

Finalmente Angie se soltó del agarre de Tomás, al avanzar chocó su hombro contra el de él.

A pesar de ese gesto de indiferencia no estaba dispuesto a ceder, por lo que siguió tras ella. Tomás intentaba convencerse de que estaba preocupado por su tranquilidad, por eso continuaba detrás de ella como si fuera un acosador, y no era el hecho de que se sentía atraido a ella como un metal al imán. Después de un rato en el que no dejo de seguirla, Angie se detuvó, harta de que él la siguiera.

―¡Argg! ¡Está bien! ―gritó levantando el rostro al cielo―. ¡¿Te importaría apurarte?! ¡Tengo que llegar temprano a mi casa! ―refunfuñó. La cara de Tomás se iluminó con una sonrisa de satisfacción. Estaba claro que esa batalla el ganador había sido él.

Sin meditarlo mucho Tomás la volvió a tomar de la mano para guiarla hasta donde estaba estacionado su carro. Al llegar a donde se encontraba el automóvil se obligó a soltarla de la mano para abrirle la puerta del copiloto.

―¿Y yo soy la niña mimada? ―cuestionó Angie con sorna, al ver que Tomás tenía un auto último modelo.

―Digamos que es mi premio de consolación por venir a vivir al puerto. ―respondió. Al voltear a ver a Angie se dio cuenta que estaba sorprendida.

Una vez que Angie se acomodó en el asiento del copiloto y se puso el cinturón de seguridad, Tom cerró la puerta y dio vuelta al carro para hacer lo propio, y poner en marcha el vehículo. Angie, al principio iba viendo por la ventanilla con la mirada perdida. En lo único que se podía concentrar era en las emociones que se estaban formando dentro de ella.

―¿Cómo fue que viniste aquí? ―indagó. Normalmente, no era ella la que hacia las preguntas, pero por alguna razón Tomás despertaba su curiosidad.

―Mi madre se enamoró, su novio vive aquí, muy a mi pesar nos venimos a vivir al puerto.

―¿Te llevas muy mal con el novio de tu madre?

―No. Todo lo contrario nos llevamos muy bien, somos amigos. El problema es que no me quería cambiar de escuela. ―confesó. Angie no pudo evitar pensar en lo irónico que es la vida Tom negándose a cambiar de escuela, y ella moría porque eso sucediera.

―Entiendo, ¿y tu papá? ―indagó nuevamente. Si él hace las preguntas, también tendrás que contestar, se recriminó mentalmente.




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