Hay una duda que me carcome hasta no más poder: ¿Darío sabía que yo era su prometida? Si la respuesta es sí, ¿por qué no me dijo nada? ¿Por qué lo ocultó? ¿Por qué me trató con indiferencia?
—Eres tú —su voz sigue siendo seria y su rostro inexpresivo.
—No sabía que eras mi prometido —declaro apenada.
—Yo tampoco —lo miro con duda.
El fugaz recuerdo de Darío interrumpiendo a Rafel llega a mi cabeza.
—¿Por qué no dejaste que Rafael dijera tu apellido? —cuestiono intrigada.
—Porque no me gusta decirle mi apellido a personas desconocidas —dice muy sereno.
—¿Nunca te hablaron de mí? —Es inédito. Me cuesta aceptarlo.
—Sé que estaba comprometido, pero no sabía con quién —no baja su mirada.
—Nunca imaginé que tú y mi prometido serían la misma persona. Consideraba que serías empresario.
—Te entiendo, todos pensaba eso, pero soy doctor.
«¿Qué harías si te dejan elegir entre casarte o no casarte?»
«No me casaría... Yo quiero casarme por amor, no por conveniencia. Pero mi madre no piensa de esa manera.»
—L-Lo que te dije antes yo...
—No tienes por qué darme explicaciones... Yo comprendo y no juzgo tu punto de vista... Si no te molesta podemos hablar de la fecha de la boda —sus palabras me causan frío.
Me arrepiento de haber hecho ese comentario, solo espero que él no se lo haya tomado a mal. No quiero que nuestra relación sea mala.
—Claro.
Mi corazón está que bombea con fuerza ante esa mirada que me está haciendo dar nervios, y lo peor es que no puedo controlar ese sentimiento. Quiero saber, ¿dónde diablos se fue mi talento en la actuación?
—Prefiero que la boda sea un fin de semana... Debes suponer que yo trabajo, y no puedo dejar a mis pacientes a media semana.
Su mirada es demasiado fuerte. No se como mi corazón está resistiendo esta fuerte emoción.
—Cla-Claro.
A Darío le digo sí a todo.
—Me imagino que tu mamá ha de querer que la boda sea lo más rápido posible —no solo mamá, yo también.
—Así es.
Ninguno de los dos desvía la mirada.
—¿Qué fin de semana te parece mejor?
—Después de quince días, ¿te parece?
No quiero que se niegue.
—Está bien... Te quería pedir que, por favor, hables con tu mamá para que la boda no se haga pública —siento un pinchazo en mi pecho.
—¿Por qué?
—Eres una figura pública y yo un doctor... Siempre he mantenido mi vida fuera de la cámara, a diferencia de mi familia que siempre están en revistas o en los canales de televisión por algún motivo... Para no hacerte más largo el tema no quiero tratar con la prensa ni que me estén persiguiendo para hacerme preguntas que no quiero responder y mucho menos que vayan a molestar la tranquilidad del hospital donde trabajo —quedo atónita—. ¿Me harías ese favor?
—C-Claro que sí —titubeo sin querer.
—Creo que ya no hay más temas que tratar.
¿Por qué es tan distante? Lo tengo muy cerca de mí, pero es como si él estuviera al otro lado del continente.
—¿La luna de miel? —muerdo mi lengua y bajo la mirada de la pena. Acabando con el duelo de miradas.
—Regresé de vacaciones hace un mes y no puedo recibir vacaciones por ahora... Se puede atrasar si quieres.
Siento una onda eléctrica que me obliga a mirarlo.
—Sí, sí podemos atrasarla.
Tengo el desbocado.
—¿Algo más?
—¿Dónde viviremos?
—Tengo casa, pero no aquí... Sin embargo, puedo comprar una y si deseas puedes quedarte en ella.
Su respuesta me duele, pero a la vez me hace medio feliz porque siempre es si yo quiero.
—Mi madre pegaría el grito al cielo si vivimos separados. Lo mejor será que vivamos juntos —mi estómago no deja de hormiguear.
—¿Entonces te vendrás a vivir conmigo a otra ciudad? —esa mirada me derrite como la nieve en fuego.
—Sí —muerdo mis labios con discreción.
—Bueno... Creo que ya no hay más temas que tocar… ¿verdad?
Voy a responder, pero una extraña figura escandalosa me detiene, y al reconocerla siento vergüenza.
—¡Ay, no! —miro con reproche a la mujer de lentes.
—¿Qué ocurrió? —Mira la misma dirección que yo. Viendo a mi madre tratando de ocultarse con la tarjeta del menú.
—Mamá está aquí —me lamento.
—Oh —suspiro para no gritar por culpa de este momento embarazoso.
—Es muy intensa —digo con rapidez.
—Lo mejor será que pidamos algo para cenar, no quiero causar inconvenientes —asiento con la cabeza.
Darío le hace seña al mesero y este viene. Nos da la tarjeta y en vez de poner atención a la comida me dedico a verlo. Deslizando mi mirada a sus labios, tragando grueso, deseando saber qué se siente ser besada por él. Devuelvo mi mirada a la tarjeta al ser descubierta.
Todavía no comprendo cómo he podido sobrevivir a tanto. No me canso de mirarlo, ni siquiera la comida se ve tan buena como él. No puedo decir que la cena haya sido un fiasco a pesar de que mi madre esté viéndome a cada momento creyendo que no se que es ella; parece mosca con esa gafas. El hecho de que Darío sea mi prometido hace de mi noche especial.
—Ya es tarde... Me tengo que ir —manifiesta causando pesar.
No quiero que se vaya. Quiero que se quede conmigo toda la noche. per ¿que puedo hacer? No puedo retenerlo.
—Yo también... —él asiente.
Nos ponemos de pie, y aprovecho para ponerme muy cerca de él. Saliendo juntos del restaurante, obteniendo varias miradas. Lo bueno es que el restaurante no puede dar información de las personas que asisten. Al estar afuera el ambiente se pone tenso por el silencio sepulcral. No quiero que mi relación con Darío se base en el silencio. Quiero conocer a Dario, quiero saber todos su defectos y secretos. Quiero que este matrimonio no sea solo por conveniencia.
—Darío.
—Dime.
—¿Estás ocupado mañana?
—No lo sé con exactitud —que le cuesta decirme que está ocupado—. ¿Por qué?
—Por nada... Yo hablaré con mamá y le diré el acuerdo al que llegamos.
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Editado: 20.06.2023