Narra Allison
Esa cabaña... Esa oscuridad... Esa mirada...
Algo dentro de mí quemaba, emanaba como electricidad.
¿Qué me está pasando?
¿Por qué estoy aquí?
Esas eran las únicas palabras que resonaban en mi cabeza una y otra vez.
El sonido de una cascada resonaba sin parar en el vacío de la oscuridad. El olor a tierra mojada y las pequeñas gotas que salpicaban la piel descubierta de mi rostro causaban pequeñas cosquillas.
Logrando así despertarme y abrir lentamente los ojos.
La luz era muy tenue, apenas cubría completamente un lugar en específico.
Eran los reflejos de la luna colándose en donde parecía estar, una cueva.
Mi piel brillaba con una gran cantidad hematomas y rasguños, estaba totalmente mojada y las livianas prendas que vestía pesaban más de lo normal.
Mis pies estaban descalzos y sentía las piedras mojadas bajo éstos.
Lentamente intenté levantarme y un gemido abandonó mis labios.
Todo mi cuerpo dolía como si me hubiesen dado una golpiza a muerte.
Me recosté de lo primero que pude visualizar y jadeando traté de sentarme allí, y justo cuando sentí calma y algo de paz, lo que menos esperaba ocurrió.
De la oscura penumbra dos pares de ojos brillantes y totalmente negros me observaban.
Una sonrisa totalmente siniestra se iba mostrando mientras emergía de la densa y escalofriante oscuridad.
— Ven a mí Allison, antes de que sea tarde y se acaben las buenas opciones. Ven a mí ahora y te prometo que no sufrirás nunca, nunca más...
Su voz era gruesa, grave, varonil y lograba paralizar cada uno de mis huesos.
— Se acaba el tiempo querida, y mi paciencia es muy corta.
Cada paso que se acercaba a mí yo retrocedía dos más, pero no tenía escapatoria, no sabía dónde me encontraba y no podría salir corriendo sin más.
Y cuando sentí el borde de las piedras y el agua rosando mis talones su sonrisa había desaparecido, lo que veía era totalmente aterrador...
Miseria. Odio. Engaño. Dolor. Miedo.
Mis ojos quedaron petrificados y una carcajada se clavaba en mi cabeza como enormes agujas, resonando una y otra vez.
No podía soportarlo más...
No podía más...
La presión en mi pecho crecía y no se detenía.
Y no fue hasta que su mano se extendió en mi dirección que sentí trastabillar y caer al profundo cenote, sin escapatoria, sin nada más qué hacer o pensar.
La oscuridad siempre llegaría a mí.
Y no fue hasta que sentí tocar fondo que esos magnéticos ojos me dieron esperanza.
Sus brazos a mi alrededor transmitían paz.
Y de esa oscuridad saldría prófuga gracias a una persona.
Una persona que estaba ahí, justo en ese momento dispuesta a ser mi luz.
Porque él era luz en la oscuridad, y yo ya era eso, yo era oscuridad.
(...)
Un dolor punzante estaba en mi cabeza, me costaba mantener el oxígeno en mis pulmones y hablar.
¿Por qué tiene que volver?
¡Por qué cuando todo iba tan bien!
Respiro hondo y comienzo con el mismo procedimiento que hace meses no realizaba.
Inhalar, exhalar y mantener la respiración un buen rato para luego soltarla y repetirme «Estoy bien, tu puedes con esto, tu tienes el control, solo es pánico».
— ¿Allison, estás bien? — Escucho gritar a Ethan.
¿Cuánto tiempo ha pasado?
Como puedo me levanto sintiendo mis piernas entumecidas temblar y dando pasos débiles me recuesto del tronco más cercano.
Suspiro lentamente observando el lugar en el que me encuentro.
«Fue solo un sueño, no fue real»
— Sí...
Grito lo más alto que me lo permite el gran nudo que se encuentra en mi garganta.
— ¡No te muevas vamos para allá! — Escucho pasos acercándose cada vez más y más rápido.
Las hojas siguen arrastrándose y el sol parece no estar tan fuerte como hace un buen rato.
Escucho los pequeños gritos de Jessica cada vez que se encuentra un insecto, parece una niña pequeña e Ian reprochándole que deje ya de gritar.
Al primero que veo llegar es a Ethan, algo sudado por la distancia que ha de ser desde donde se encontraban.
— Allie ¿Estás bien? – Sus manos rodean mi cara golpeada y me levanta la barbilla para inspeccionar todo.
Un quejido leve sale de mis labios.
— Un poco, sí.– Ethan me carga como princesa y camina esquivando troncos y telarañas.
— ¡Allison por Dios! Que buen susto me has dado. Así vas logrando que sufra de ataques cardíacos.
Una Jessica jadeante recostada de una roca me mira exaltada.
— ¡Pero Jesús! ¿¡Qué demonios te ha pasado!? – Al escuchar esa palabra no puedo evitar sentirme abrumada.
Demonios... Su mirada era demoníaca.
¡Y su sonrisa!
— Se acaba el tiempo querida...
Un escalofrío me hizo temblar y mi vista se volvió tan borrosa que me era imposible distinguir sus rostros.
— Y mi paciencia es muy corta.
Su voz era inquietante, y ahora resonaba por todos los rincones de mi mente.
Entonces cerré los ojos, y decidí que mi fiel aliada me rodeara.
La oscuridad.
(...)
Las voces lejanas estorbaban en mi sueño, me fueron despertando a medida que los segundos pasaban.
— No podemos llevarla a casa así y explicarle a Anabelle ¡Oh su pequeña sobrina se tropezó y ahora parece un muerto andante, pero tranquila no te preocupes que está bien!
La voz sarcástica de Jess me hizo gruñir haciendo que todos se fijaran en mí.
La luz pegó de frente a mis ojos haciendo que los cerrara nuevamente, y parpadeando acostumbrando mis ojos a la luz logré abrirlos por completo.
Estábamos en una habitación muy colorida y extremadamente despampanante, que sin duda alguna era la de Jess y las grandes letras con luces que colgaban de la pared me lo confirmaron Jessie.