—Hola, señora Su —saludé sentandome en el sofá verde, intentando sonar animada. Porque cada vez que veía a Su intentaba parecer feliz. Ese día iba a hacerlo, se acabó esperar, debía coger aquel tren que me estaba dando la vida antes de que marchara a la siguiente parada sin mí dentro.
—Hola, Blue. ¿Qué tal?
Suspiré.
Ve al grano, Blue, es la única forma de que lo hagas.
—Voy a dejar la terapia —claro y conciso. Cuando la miré no había ninguna expresión en su rostro, pero siempre era así, parecía estar con el mismo estado de ánimo, totalmente neutral, todo el tiempo. En ese momento deseaba que mostrara su opinión de alguna forma, iba a hacer una locura y algo dentro de mí quería ser detenido antes de poder ejecutar el plan.
—¿Por qué? —preguntó apartando sus ojos de mí, escribiendo en la libreta. —¿Crees que ya no necesitas terapia?
—No es... No es exactamente eso, estoy bien, tú misma dices que lo llevo bien. —Esa era una de las tantas mentiras que intentaba creer por supervivencia— también dices que hay cientos de oportunidades para quienes se redimen y cambian. Creo que he encontrado mi última oportunidad y voy a seguir cueste lo que cueste. Me voy de la ciudad.
—Hay otras alternativas, ¿a dónde vas? Quizás pueda recomendarte a alguien allí… o podemos seguir vía online.
—Susan, sin funciona te aseguro que no volverás a verme jamás. Dejaremos de mentirnos la una a la otra diciendo que estoy bien, porque dejará de ser mentira.
Ahí fue cuando conseguí hacer reaccionar a mi psicóloga por primera vez en años, parecía… ¿perpleja?
—¿Es una decisión premeditada? —preguntó dejando de forma delicada la libreta y el bolígrafo sobre la mesa que nos separaba.
—Llevo sabiendo la respuesta desde hace más de diez años.
En el fondo, y aunque nunca lo hubiera tenido tan claro como ahora, aquella era la única forma, el resto de intentos que había hecho a lo largo del tiempo no había sido más que empujones en un columpio, todo el tiempo hacia adelante, cada vez más alto, pero podía sentir como cada vez, después de haber alcanzado el punto más alto, estaba más abajo, retrocediendo.
—¿Sabes que es peligroso?
—Si, he asumido el riesgo.
—¿Y sabes que no puedes dejarla?
—No lo haré. Si te reconforta Charlie y yo seguiremos viéndonos.
Con el paso de los años había aprendido dos cosas; La gente confiaba más en Charlie que en mí y mencionar a mi prometido era mi as en la manga para que la gente me dejara tranquila.
—¿Puedo intentar convencerte?
—Si quieres intentarlo, pero dudo que cambie nada.
—Podrías intentar ambas cosas, es decir, coger ese tren y comprar otro boleto para esta vida. Más en concreto para esta terapia.
Me recliné apoyando mis codos sobre mis rodillas, necesitaba que Susan viera en mis ojos la misma determinación que sentía en mi corazón, porque lo sentía, aquella era mi única oportunidad. La última para redimirme.
—Estaré bien. No sé pueden coger dos boletos. Estas son mis normas porque es mi oportunidad. Lo dejo, seguiré con todo lo demás, pero lo dejo y me marcho del pueblo.
—¿Para siempre?
—Quizás.
No sabía que ocurriría si lo conseguía, volver a ese pueblo que había considerado mío durante todo ese tiempo podría ser una señal de "No lo has conseguido" escrita frente a mi. Iba a jugar a un juego de todo o nada, si lo conseguía sería libre, si no, me hundiría... Aún más.
Podría hundirme de forma irremediable y nadie me salvaría de ahogarme.
Cuando salí de la consulta de Susan, mientras conducía a casa dispuesta a hacer las maletas que tanto había estado posponiendo completamente aterrada. Me había quitado un enorme peso de encima y en ese momento la idea de mudarme no parecía tan loca. Al llegar al piso busqué la maleta y comencé a meter las cosas dentro. No supe qué hora era hasta que escuché la puerta abrirse.
—Hola, Blue.
Me giré, soltando la blusa amarilla que tenía en la mano sobre la maleta.
—Hola, Charlie, que pronto llegas, ¿no?
—Estoy a la hora de siempre, ¿qué estás haciendo que olvidas hasta el tiempo?
Con una de sus cálidas sonrisas dio un paso dentro de la habitación que compartiamos, su expresión amable se esfumó de golpe y se detuvo, en shock.
—¿Q-qué estás haciendo?
—Es la maleta… me voy mañana…
Se giró, pasándose las manos por el pelo, lo hacía siempre que se ponía nervioso.
—Pensaba que al final no ibas a hacerlo, es decir, no volvimos a hablar desde que me lo explicaste todo hace varias semanas.
—Lo siento… no he cambiado de opinión, me voy a ir.
—¿Y qué hay de lo nuestro, Blue?
Tenía miedo, Charlie, temía por nuestra relación.
—Dios, Charls, no voy a romper contigo, sigo siendo tu prometida, solo será como cuando no vivíamos juntos.
—Promételo.
Me acerqué a él y enrosqué mis brazos alrededor de su cuello.
—Lo prometo.
Y sin más, lo besé. Ambos teníamos miedo por motivos tan idénticos como diferentes, pero ya había tomado una decisión de forma definitiva.