La Sombra En La Ventana
Desperté.
Era el tercer día de la segunda semana, luego del suceso.
La muerte de mis padres.
Pero la palabra "suceso" era menos mórbida y más adecuada para una niña de trece años.
__ Sophia! ¿No te has levantado aún?
Quien llamaba a la puerta, era la Tía Darla. Ella era arrogante y egoísta, con dos hijos a su semejanza.
Mason no dejaba que tocara sus juguetes, y Tara...
Bueno, ella veía el mundo color de rosa y creía que besar sapos en el jardín de la casa era divertido. Obviamente teníamos una definición un tanto distante de diversión.
O yo simplemente no la tenía.
No la culpo, ella era dos años menor que yo, y yo era demasiado madura para mi edad. Mamá solía decirlo.
Lo único que me agradaba de ella, eran sus hermosos vestidos, todos bordados a mano, en hilo de oro por modistas de confianza.
También quería verme así.
Quizá así me notarían como la niña del brillante vestido. Y no como la huérfana que dejó el asesino del ojo.
Todo el mundo comenzó a hablar de aquello, cuando los carroñeros de las noticias se encargaron de informar sobre el escalofriante e infortunado crimen.
__ Estoy despierta. Pero aún no me levanto. -Contesté.-
__ ¡Pues ya es hora! Tu ropa no se lavará sola, y tus padres no tenían un centavo siquiera para jabón. ¿Sabes lo caro que es el jabón de la lavadora?
__ Me estoy vistiendo. -Susurré calmadamente.-
Sabía que el jabón no era caro. Lo sabía porque solía hacer las compras con mi mamá.Aun así no me quejaría. Lavar la ropa a mano era divertido, porque podía armar pompas de jabón con mis propias manos.
Y prefería esta casa, que aún tenía personas con quien hablar, incluso si las conversaciones no valían la pena, ni el tiempo.
Bajé las escaleras en busca del cesto de ropa sucia, y allí estaba Mason. Odiaba a Mason.
__ Hola huérfana. ¿Cómo están tus padres? -Era típico de personas sin la mínima neurona, el buscar la primera cosa más obvia como un insulto; más que asco por su comentario, o tristeza de mi misma, él me daba lástima.-
__ Lástima que de nada sirve tener padres, si sales así de tonto. -Solté.-
__ ¡¡MAMÁ!! ¡Sophia me ha dicho tonto!. - Ante el desesperado y sobreactuado grito de Mason, la tía Darla llegó como si de un incendio se tratase.-
__ ¡NIÑA INGRATA! Si ni modales te enseñó mi estúpida hermana! -Me zarandeó de la camisola amarilla de lunares que llevaba y repitió.- Deberías apreciar el plato de comida que ponemos delante de ti todos los días, mocosa!, en cambio te rondas en la casa, como si nada y tratas así a mis hijos.
Creo que no es necesario explicar que mi tía Darla y mis padres no eran muy cercanos.
Todo cambió cuando logró acostarse con un abogado de mala pinta y bolsillos llenos. Pero supongo que una niña como yo no debería de hacer estos comentarios.
Y quizá no soy tan grande para comprender del todo como es que se relacionan las clases sociales y el mal trato hacia la gente, que conlleva tener tal altitud y postura.
Supongo que como virus, la personalidad venía prendida de cada billete.
__ Mi madre dejó dinero. Y tú lo gastaste en cosas para ellos...
- La miré con rabia, pero nunca me salí de un tono de voz apacible.-
__ ¿Tu madre?. –Dijo indignada.- Ella no te dejó nada más que tu estúpido nombre, y de las pintas que llevas ni el nombre te corresponde, diría yo. Pero tu padre... tu padre no fue más que un mediocre!
-Y con ese último sacudón rasgó mi camisola amarilla.-
__ Mi ropa... -susurré sorprendida, pero tal acción no le impidió seguir.-
__ Eso gana tu madre al comprarte ropa siempre en tiendas de segunda mano. No la culpo, no ha de darle para más con un marido chupasangre y zángano como lo fue tu padre.
No lo aguanté.
La empujé hacia atrás y corrí fuera de la casa. El cambio de temperatura en el aire al salir fuera, pesó en mis hombros.
No lograría aguantar más en aquel lugar. Ellos no eran familia. Yo...
...Ya no tenía familia.
Caminé por un poco más de dos horas. No sabía dónde me encontraba, pero mis pies parecían tener memoria del camino y no pregunte dirección.
El cementerio Middleton Pioneer estaba en silencio. Era de esperarse dado que los muertos no hablan.
Caminé entre las lápidas grisáceas que desentonaban con el verde pasto, vivo.
Aprecié el nombre de Mery y Matthew Anderson que se leían en las mismas.
__Mamá, Papá...Hoy no fue tan duro. -Seguro eso querían escuchar, mamá solo repetía eso cuando despidieron a papá y trabajaba doble turno. Siempre sosteniendo la misma sonrisa. -
__ ¿Sophia?
__ Buenos días Sr. Miller.
__ Buenos, sí. Extraños diría yo... ¿Qué haces aquí? ¿Acaso viniste sola?
__ Quería hablar con ellos. -Señalé la piedra tallada de mis padres- ¿Eso significa que estoy loca, doctor?
__ No. Claro que no. Yo me disponía a hacer lo mismo. -Sonrió compasivo.-
__ ¿También murió su familia?
Asintió.
__ Se llamaba María. -Dijo sin que preguntara nada.-
__ ¿Su esposa?
__ Mi hija. - Respondió casi en susurro. - ¿Quieres acompañarme?
__Claro.
¿Por qué no?. Seguro sería mejor que volver con mi tía y su descendencia asquerosa a la que llamaba familia.
Tomé la mano del Sr. Miller y caminamos juntos adentrándonos entre la hierba corta y las rocas con nombre.
No fue mucho lo que caminamos, hasta que llegamos a la que parecía ser, la más envidiada de todas las lápidas. María había sido visitada cada día con una flor distinta.
Debía de estar muy contenta. Mis padres no tenían flor alguna.
__ Le deben de gustar mucho las flores ¿O no?
__ Ella las amaba. Solía juntarlas en el jardín y traerlas a mi escritorio cuando no veía, exactamente todos los días. Lástima que para cuando reparaba en ellas ya se habían cerrado y se veían decaídas.
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Editado: 30.06.2021