Alec
No podía olvidar esa sensación de sus labios en mi mejilla y eso me frustraba y enojaba de sobre manera, leía una y otra vez la misma página porque al terminar me daba cuenta que no había entendido nada de aquella página.
—¡Joder! —Cerré el libro con enojo causando que se le doble una hoja —Ay no... —negué con mi cabeza tratando de arreglar mi desastre.
—Agurt —mire de dónde venía el idioma poco delicado de un Agriethsos.
(¿Puedo entrar?)
Lo mire mal mientras trataba de arreglar el libro.
—Todo esto es tu culpa, si no hubieras sacudido esa estúpida escalera no hubiera tenido que salvar a Ylani. —le digo en un tono enojado.
—Areg arafertyui.
(No fue mi culpa)
—¡Cállate no te niegues o le digo a los guardianes que te vi comiéndote el registro real pedazo de bola de Arguch!
Arguch: es casi como decirle a una persona pedazo de mierda.
—¡Arydut ne Arguch! —se enojó al decirle lo último.
(¡No me digas, pedazo de mierda!)
—Sabes que si eres un malnacido de la mierda por hacer aquello ahora por tu culpa esa niña me hechizo,—me exaspere —¿sabrá el guardián supremo que fue lo que me hizo? —por inercia toco mi mejilla —porque será que no me olvido de ese roce.
—Ectiz uminuraso. —Comento en un tono más de nena.
(Estás enamorado).
—¡No vuelvas a decir que estoy enamorado no repitas eso! —dije con enojo. Volví la atención al libro y suspire de satisfacción al ver que quedo intacto.
La bestia carraspeo y con sumo esfuerzo dijo en mi idioma.
—Deberi-i-ias ier a verli-la —tuvo que tragar mucha saliva para seguir porque para ellos es mucho esfuerzo hablar como nosotros —las chicas humanas se sienten mal cuando las rechazan.
—No la rechace —me defendí.
—Si lo hiciste, la apartaste y eso es rechazi-zo.
—Que vas a saber tu —bufé.
—Tengi-o aquí décadas en las que la luna y este pueblo han cambiado.
—Y me hablas en mi idioma así —lo señale levantando una ceja a lo que él respondió solo encogiéndose de sus anchos hombros verdes. —Ya que —dije rindiéndome en burla.
—Ve y discúlpate — salió de mi habitación.
Esto era estúpido obvio no iba a ir a donde esa chica molesta. Aunque por alguna razón sigo tocando mi mejilla.
¿Pero, por qué?
Aun así no iré.
Me levanté frustrado tirando las sabanas de mi cama y maldiciendo en Ashducado (idioma que se usa para maldecir mejor dicho) si uno de mis escritores me escuchara estoy seguro que me pondrían bozal.
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Mire el portal por unos segundos debatiéndome dentro de mi si iba o no a hacer aquellas pruebas.
Esperen no les conté ese detalle, siempre se hacen unas pruebas de conocimiento para ver en cual género aplicas, si saben tu género después te someten otras pruebas para ganar ser aprendiz de uno de los guardianes y si eso pasa puede que tengas la oportunidad de algún día tomar el lugar de alguno.
Pero creo que para esta vez solo será una prueba, espero.
Todavía no pasa eso, aun así ganas respeto por lo menos siendo aprendiz. Los otros ficticios te toman respeto aunque ya lo hay a excepción de algunos claro.
No lo pensé más y entre aquel portal sintiendo como mi cuerpo se sentía pesado para rápidamente dar un cambio a ligero.
Los cuerpos cambian a otra textura y por ende en humanos esto causaría efectos, pero en mí no hace nada, además de causar picazón en la nariz, eso no cuenta ya que es por el polvillo alipno que sin él no podríamos hacer los portales así y con hojas voladoras para amortiguar el sonido ensordecedor.
Si, el portal contiene música, pero les estoy hablando de música de muerte lo que significa que si las hojas dejan de girar la música te puede matar.
Aun no sé porque no han inventado algo más, porque créanme nadie quiere morir por esa música, ni siquiera deja tu cuerpo entero lo desintegra por completo sin dejar un solo hueso.
—Alec estas aquí, bienvenido —abrió sus brazos la guardiana poesía con mucho cariño invitándome a abrazarla.
—Guardiana —le recibo el abrazo un poco incómodo, sentí como me estrecho fuerte y olio mi cabello.
Eso es algo...extraño.
Se despegó de mí y me miro de arriba abajo con una amplia sonrisa y una mirada curiosa.
—Vienes para lo de la prueba ¿cierto? —indago.
Asentí tímido con la cabeza.
—¡¡Aaah!! Fantástico, mucha suerte. —apretó mi hombro y se fue por el largo pasillo.
No puede ser, le gusto a la guardiana, no, eso no puede ser.
O sí.
Éramos miles frente a una mesa extensa, una mesa llena de elementos de escritura o que representen el simbolismo del arte de imaginar y plasmar. Los guardianes estaban en sus asientos nivelados mirando desde arriba, muchos lucían preocupados, no tenían expresión ni de miedo ni temor era el supremo a él nunca se cambia y la guardiana poesía al contrario esta tenía una gran sonrisa. Los demás deben temer porque son reemplazables, pero en la generación aun ningún aprendiz ha superado a un viejo guardián.
Ellos están siendo la élite que no se puede tumbar, pretenden verse como si nunca se fueran a bajar del pedestal en el que los tienen sus seguidores. Ellos no dejan que los nuevos prosperen tan solo por ser un ficticio.
Tal vez por eso estoy frente a esta mesa, tal vez por eso estoy tomando ahora mismo este objeto en mis manos, esto es lo que me está moviendo.
Porque en la vida debes superar a tus ídolos ese es el ciclo.
El aprendiz supera al maestro, eso debe pasar en algún momento.