Capítulo 14

Es casi para la cena cuando me digno a salir de mi cuarto y buscar a mi madre, quien sola mira la tele, una de sus tantas novelas que son puro drama. No me extraña no ver a Pancha, porque últimamente es otra que vive en su mundo, cosa que es de cuidado.

Me aclaro la garganta, cuando sigue sin apartar la mirada de la pantalla, aunque claro que me ha visto.

―¿Ya se te bajo el apellido? ―dice bajándole un poco al volumen.

Quiero sacar un comentario listillo, como que es el suyo el que se me sube, pero en esta ocasión he sido yo quien la ha regado, así que asiento y me siento en el sillón pequeño.

―Me has sorprendido ―comienzo, dejando un poco mi habitual sentido del humor―. ¿No es un poco pronto?

Siendo un reflejo de su carácter y habiéndose dado cuenta de que estoy en son de paz, Rebeca apaga la televisión y se gira en mi dirección.

―No somos unos jovencitos para andar de novios.

 ―Lo sé, pero…

―Han pasado muchos años desde que murió tu padre y otros tantos desde que salí con alguien. Me he dedicado a mis hijos, los cuide y alimente, puede no del mejor modo…

―No tengo nada que reprochar ―me apresuro a aclarar. ¿Qué más puede ofrecer que no sea un techo y alimento, una mujer sola con tres hijos?

―Como les dije, quiero hacer algo por mí, no estoy diciendo que me vaya a olvidarme de ustedes, son mis hijos. Y una madre siempre pensara en sus hijos, aun cuando ellos hayan hecho su propia vida.

―Tienes derecho y siento si fui algo desconsiderado, es solo…

―Nunca pensé en volver a meterme en estas cosas ―admite luciendo avergonzada―. Tu padre fue el amor de mi vida y eso no cambiara, pero con Ismael he encontrado un compañero, alguien con quien estar y que entiende lo que es la soledad.

Suspiro. Porque no hay nada que debatir.

―No tengo problemas con que vivas con él, solo te pido una cosa.

―¿Qué cosa? ―Me mira con autentica curiosidad.

―Antes de que vivan juntos, quiero que se casen.

―¡¿Qué?! ¿Casarse? ¿A esta edad?

―Si.

―Pero… Soy una vieja, muy chula me voy a ver.

―Escúchame ―pido tomando su mano―. No eres una vieja. Además, me gustaría saber que realmente estás segura. Y con papelito de por medio, hay cierto compromiso.

Y si ella esta protegida, podre irme sin tener temor. 

―Ya no estamos para eso.

―Piénsalo. Dijiste que estabas segura de irte a vivir con él. ¿O no es así?

―Si, pero…

―Tú me dijiste que a su edad ya no estaban para jurar, ahora te pregunto, ¿no quieres casarte?

―Peter ―da una palmada en la mano.

―Si estás segura de querer vivir con él, yo no me voy a oponer. Y si él va en serio no tendría problemas con una boda.

Se frota la mejilla, pareciendo perdida, pero hay cierta ilusión en su mirada. Y ahora recuerdo que cuando se casó con mi padre eran demasiado pobres para tener un vestido bonito, creo que ese seria un buen regalo de bodas.

Contengo una sonrisa, porque cada segundo que la miro, mas seguro estoy de esto y de que me encantaría organizar una boda. Quizás solo habla el anhelo que no podre cumplir.

―Ni siquiera lo había pensado.

―Hay tiempo, incluso podría hablar con él.

―¡No!

―¿Por qué no?

―No eres nada sutil. Puede que hasta lo espantes.  

―¿Yo? ―La mira fingiéndome ofendido, pero obviamente no me cree―. Eso sí. Donde sea que vayan a vivir, no vayas a perder la cabeza y dar todo. Tu casa, tus cosas, su casa, sus cosas. Casarse no significa que tengas que cambiar nada. Lo que quiero decir, es que cuentas con nosotros.

―Te entendí, no estoy tonta.

―Eso espero. Nos enseñaste a no dejarnos, así que te daré el mismo consejo. Amor y piel toda la que quiera, dinero y veneración, ni a los santos, menos al diablo. ¿Entendido?

―No lo sé. Es que…

―Rebeca, ¿a que le temes? Lo mas que puede llegar a pasar, es que se aburran o se cansen, pero si no lo intentas no sabrás. Además, tal como dijiste, hace mucho no veía esa sonrisa que pones cuando lo miras. Ni cuando el carnicero te regala un huesito.

Me da un golpe en el brazo.

―Pinche, Peter.