Soy la asesina

En la cafetería

Como cada día normal, yo me había dado una ducha con agua fría y vestido con una ropa casual. Bajé las escaleras y pude ver a Ximena sentada en el sofá leyendo el periódico que había comprado ayer. Ella tenía un hermoso cabello negro un poco brillante que le alcanzaba hasta arriba la cintura, su piel era algo pálida, pero ligeramente color canela. La conocía desde hace mucho tiempo (por no decir “años”).Ella siempre me había acompañado a donde vaya desde que tenía 12 años, y hoy, me saludaba con una sonrisa animada. Me dirigí a donde estaba ella, y me senté a lado suyo

 

  • ¡Wow! ¡te ves hermosa! adivino, ¿vas a salir? –noté que su mirada se fijaba en la mascarilla negra de tela que tengo en la mano. Asentí con la cabeza
  • quería comer algo de afuera, algo que ya estaba listo, el día de ayer me la pasé haciendo trabajos hasta tarde y quise dormir hasta un poco más tarde
  • Me siento orgullosa de tí jaja. Pensé que, como no habías podido entrar a la universidad por 4 años consecutivos, eso te iba a bajar la moral y hacer que te dieras por vencida 

 

Agh… de nuevo con ese tema, ¿era necesario que me hiciera acordar de mis fracasos? ya sé que no lo dice por mala intención, pero, de todas formas, eso te malogra un poco el día (y eso que apenas es de mañana)

 

  • ¿vas a ir de nuevo a esa cafetería?
  • sí -dije un poco irritada
  • Magnífico. Te acompaño –me mira decidida mientras que se para
  • No –me levanto y me pongo delante de ella
  • ¡Oh, vamos! No seas tan malhumorada
  • dije que no -me doy media vuelta y me dirijo a la puerta
  • ¿por qué no?
  • ni siquiera vas a tomar algo conmigo, ¿por qué querrías venir?
  • porque no tienes a nadie más para que te acompañe

 

Era cierto, una vida social activa no tenía, e iba a tomar sola. Aunque no sé si ella pudiera contar como “compañía” .Apenas dije eso, cogí mi billetera y fui con ella. Ese lugar no estaba tan lejos, así que llegamos en 15 minutos. En una puerta de vidrio, había un señor que tomaba temperatura a la gente, les pedía su documento de vacunación y les echaba alcohol en las manos. Esperé en la fila, debido a la pandemia ahora no se pueden usar ciertas mesas por “distanciamiento social”· Por fin me tocó y entré. Al llegar, vi que la decoración constaba de un candelabro, las paredes tenían ese diseño antiguo que parecía que fuese de la época de tu abuelita, el lugar estaba bien iluminado, y caminamos hasta una de las mesas vacías que había junto a una ventana. Ese lugar también tenía una televisión plana que colgaba en la parte superior de la pared. Al llegar a aquella mesa y sentarnos en las sillas, pude observar que tenía una cartilla donde aparecían los pedidos: cafés, postres, gaseosas, tés y cosas por el estilo estaban allí. Así que me decidí por uno de los cafés clásicos: un capuccino. A lo que alcé la vista y llamé a uno de los mozos que enseguida se acercó hasta donde estaba.

 

  • ¡joven! disculpe, ¿me podría traer un capuccino?
  • Claro que sí, ¿de qué sabor lo quiere?
  • De chocolate por favor
  • ¿Qué tamaño? ¿grande, mediano o chico? ¿con lactosa o sin lactosa?
  • mediano y con lactosa
  • Está bien -sacó una libreta y escribió algo- Enseguida le traigo su pedido. 

 

Se alejó y se fue hasta donde estaba el que preparaba los pedidos, tocando una campanilla color plateada y, poniendo el papel en uno de los fierros de arriba,  se puso a atender a otros clientes. Al volver la mirada a mi amiga, ella me miraba sonriendo de manera burlona.

 

  • ¿Chocolate? ¿en serio? ¿no estás un poco mayorcita para pedir ese tipo de cosas?
  • Puede que sí, pero soy culpable, siempre me ha gustado, gusta y gustará el chocolate, ¡no importa que edad tenga, o si estoy arrugada y uso alguna dentadura!

 

Segundos más tarde, me llamó la atención el noticiero:

 

  • El día de hoy, a altas horas de la madrugada, se encontró un cadáver, este pertenecía al de un ex convicto, se llamaba Manuel Pérez García, de 47 años de edad.  Con este, ya van 15 muertos de parte de este homicida de “ex criminales” en un lapso de un mes -dijo la reportera.

 

(Vaya… espero que el incidente no haya sucedido por estos lugares) -pensé.

 

  • Que mala cara tienes -dijo Xiomara interrumpiendo mis pensamientos - ¿Hay algo que quisieras contar a tu “best friend”? -dijo mirándome a la cara.
  • Pues… solo pensaba que espero que el homicidio no se haya cometido por aquí.
  • Ella me sonrió- ¿Qué, acaso tienes miedo de una persona que ni siquiera se va a presentar en tu longeva vida?
  •  Me encogí de hombros- ¿Quién sabe? A lo mejor sí nos la llegamos a topar; ya sabes… con esta zozobra que cada día aumenta más… a veces una superstición nos puede llegar a pasar…
  •  Oh vamos… no me digas que, de un momento a otro, las supersticiones se volvieron algo importante en tu vida -lo dijo en un tono algo burlón mientras que, el mesero, venía con mi pedido, a la cual, agradecí automáticamente.
  • Digamos que… En estos tiempos, todo se vuelve fácil de creer -decía soplando el humo para que se enfriara la taza, y le daba un sorbo.
  • ¿Y...?
  • ¿”Y” qué?
  • ¿Qué tal está? -con una sonrisa en el rostro, esperando, claramente, que le diera un buen cumplido.
  • Pues… -saboreo el amargo sabor en mi lengua mientras lo analizaba por unos segundos- Es bastante bueno, la verdad, no lo voy a negar.
  • ¡Ja! es algo bueno de escuchar, no quisiera escucharte renegar todo el día
  • Sí, bueno… no es para tanto -decía mientras tomaba el café ya estando tibio.
  • Tal vez para tí no, pero para mí, lo es.

 

 Pasamos un rato charlando acerca de puras nimiedades, hasta que le doy el último sorbo a mi taza dejándolo en la mesa, para, finalmente, llamar al mozo.




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