Junto con las vacaciones también llegó Navidad. Estaría mintiendo si no dijera que se siente un verdadero espíritu navideño y unión familiar este año. Después de tanto tiempo, decoramos la casa con luces, guirnaldas y, por supuesto, no puede faltar un árbol en medio de la sala. Fue algo totalmente nuevo para nosotros, pero valió la pena.
Papá, cumplió su promesa. Se encuentra en casa desde hace dos días y estoy tan feliz que es imposible borrar la sonrisa que tengo en el rostro.
Estoy tan feliz en este momento. Mi memoria viaja a cuando era una niña y esperaba con emoción que llegara el veinticuatro de diciembre. Deseando que el reloj marcara la media noche y así, correr a abrir mi regalo. Ahora no me emociona ver lo que hay debajo del árbol sino poder pasar este día con mi familia unida.
<<¿Qué mejor regalo que ese?>>
Sí. No hay un mejor regalo.
De pronto, mis pensamientos son interrumpidos al escuchar que tocan la puerta de mi habitación. Digo que pueden ingresar mientras Ana termina de arreglar mi maquillaje. Pues, resulta que mi mejor amiga también decidió celebrar la Navidad en casa. Su mamá, le tocó cubrir un turno el hospital y no quería pasar este día sola.
O eso dijo.
Como sea. El punto es que está aquí y eso es lo que importa.
—¿Falta mucho? —pregunta, mi querido y dulce hermanito,soltando un bufido cargado de molestia. No lo culpo, ya que todos los demás se encuentran abajo.
Menos nosotras, por supuesto.
—Ya casi termino —responde Ana, dando un último retoque a mi rostro—. No es por darme bombo, pero, quedaste increíble, Liv —dice, apenas se detiene a mirarme. Luego se dirige a Armando y le pregunta—: ¿Cierto?
No espero que responda, pero, si lo hace: Sí. Te ves muy bonita —de inmediato cae en cuenta de lo que ha dicho y trata de arreglarlo—. Te ves bien para ser una tortuga. Eso es lo que quería decir.
No me da tiempo de decir nada porque sale corriendo de mi habitación. Aunque, no olvida recordarme que ya se está haciendo tarde para ir a cenar.
Ana y yo, nos miramos la una a la otra antes de reírnos por la tierna reacción de Armando. Cosa que —admito— nunca pensé presenciar.
Fue lindo escuchar un cumplido por parte de mi hermano. Aunque, lo más seguro es que tendrá pesadillas cuando se acueste a dormir. Decir, en voz alta que me veo bonita, tuvo que haberle dejado un gran trauma. De lo contrario, no hubiera huido de la manera en que lo hizo
Antes de salir de la habitación me doy un último vistazo. Al principio estaba indecisa sobre usar un vestido morado. Sin embargo, ahora que estoy frente al espejo, creo que fue una buena decisión después de todo. Observo a la rubia a mi lado. Ella, luce radiante con ese vestido corto de color rosa pastel. Y me es imposible no sonreír ante lo emocionada y contenta que se vé.
Al bajar las escaleras. Lo primero que mis ojos miran, es la figura de un guapo y nervioso chico de cabello castaño. Nada más lo hubieran visto cuando habló con papá por primera vez. Su piel se puso tan blanca como un papel y no siquiera podía hablar correctamente. Lo más gracioso, es que papá se encontraba detrás de la pantalla de mi teléfono. No quiero imaginar cómo podría haber resultado todo si Marcos lo hubiera tenido enfrente. El simple pensamiento provoca que una sonrisa aparezca en mi rostro.
—Te ves hermosa —dice, apenas me encuentro frente a él.
—¿De verdad? —pregunto mientras acomodo mis manos alrededor de su cuello. Marcos, asiente sin dejar de mirarme a los ojos—. Así que, ¿solo hoy me veo hermosa?
—No —dice, de inmediato sin dejar de abrazarme—. Siempre luces hermosa delante de mis ojos. Pero, esta noche en particular, luces todavía más hermosa
—Bueno, Doc. Tú, no te ves nada mal.
—¿Es todo lo que dirás?
—Así es.
Mi comentario lo hace reír y ¡Dios! Como quiero besarlo en este momento. Él parece leer mi mente. Acorta aún más el poco espacio que hay entre nosotros y pregunta casi en un susurro: —¿Puedo besarte?
—Mi papá, se encuentra en la sala —le recuerdo entre risas— ¿Estás seguro de que quieres arriesgarte?
— Yo digo, vale la pena correr el riesgo —confiesa juntando nuestra frentes.
Ambos sonreímos.
Cuando estamos a pocos centímetros de unir nuestros labios. Papá, aparece de pronto. Aclara su garganta para obligarnos a separarnos y voltear en su dirección: —no quiero interrumpirlos —dice y yo lo miro con una ceja levantada. Es obvio que su intención era interrumpirnos—, pero, tu madre quiere tomar una foto familiar antes de salir.
— De acuerdo —digo en respuesta. Luego miro a Marcos para preguntarle: —¿estás listo para la foto?
—Siempre —responde, guiñandome un ojo.
—Entonces, vamos —sujeto su mano y él, de inmediato entrelaza nuestros dedos—. Ya quiero presumir a mi novio —trato de sonar coqueta, pero de nuevo, no sé si conseguí el efecto.
Aún no puedo creer lo que ven mis ojos. En esta sala se encuentran reunidas las personas más importantes para mí. Mis padres, mis hermanos, mi mejor amiga y por supuesto, Marcos. Ana, me da una mirada cargada de complicidad y alegría, lo que me hace pensar que, ella piensa exactamente lo mismo que yo.