Soy un temerario mi amor

Capítulo 2: "Es una manera de empezar"

Son las once, y la ceremonia empieza a las doce de este medio día, así que puedo decir que no ha pasado mucho tiempo desde que la vi, no obstante, no me he movido de mi sitio, y sigo con mi espalda apoyada en el gran árbol, así que, tomando en cuenta la hora, mi mente me recordó detalles de su uniforme, el cual estaba tan ordenado como siempre, y que junto a su estilo de peinado no había cambiado en todos estos años: tiene su coleta a un lado, unos tenis con una pollera a cuadros y una linda camisa blanca. Por otro lado, es una lástima para mí que se gradué, porque no volveré a verla con semejante atuendo, pero quizás tenga la oportunidad de palparlo por primera y última vez; o al menos eso espero, ya que, en estos momentos, no logro evitar tensarme, pues, imaginar que será la primera vez que vaya a dirigirle la palabra, me pone algo nervioso. Sin embargo, ahora que lo pienso, hoy me salté la secundaria para asistir a su graduación, así que lo más seguro es que me reten mis padres, aunque la verdad es que no me importa tanto, ya que para mí es más vital tenerla en cuenta a ella, por lo que unas cuantas reprimendas no me afectarían. Es así que, miré mi reloj y vi que ya eran las once y media, lo que me hizo dar cuenta, de que me había entretenido demasiado con mis pensamientos, por lo que creí que era mejor empezar a moverme, así que, tomé aire para adquirir algo de valor, y allí me di ánimos a mí mismo.

—Puedes hacerlo Dalton, vamos, ¡tú puedes! —susurré al tiempo que tiritaba, pero no me estaba moviendo, de este modo, pasaron alrededor de unos minutos, y quizás lo único que logré hacer en ese instante, era mi cabello violáceo se dejara menear con el cálido viento de estación, así que dejé de intentarlo y bajé la mirada—. Maldita sea… —expresé chasqueando la lengua mientras apretaba más la pajilla que tenía entre mis dientes; apretarla no me calmaba nada, pero no podía evitarlo; estaba tan nervioso… Elevé entonces mi vista del suelo para dirigirla hacia la universidad, de ahí empecé a trasladarme sin darme cuenta, y antes de que llegara a tocar la entrada, alguien me detuvo del hombro. Al percibir aquel contacto, giré mi cabeza para mirarlo por arriba, encontrándome así con un muchacho: tenía un aspecto bastante rudo y poseía el uniforme de la institución: unos jeans con una camisa.

—¿Quién diablos eres tú y qué vienes a hacer en mi facultad? —dijo con un tono desagradable. Su particular forma de ser inmediatamente me recordó a alguien, por lo que mis ojos se abrieron grandes y retrocedí un paso. “No, no, no, espera”, me dije, “No debes irte a ninguna parte, porque tienes que ver a tu chica, es decir, al amor de tu vida; no puedes dejar que un idiota con esas pintas te intimide”. Sin embargo, había algo en él que no podía ignorar, así que decidí responderle en lo que recobraba la confianza en un solo instante, en consecuencia, me terminé de girar haciendo que retirara su mano de mí, y señalé mi pecho con mi pulgar para así gritarle a todo pulmón.

—¡Vengo a ver la graduación de mi novia! —el chico frunció el ceño luego de escucharme.

—Si en verdad tienes una novia, deberías saber que no puedes ingresar a la institución, a menos que seas un alumno de esta universidad —al decir eso, percibí en su tono contenido, las ganas de burlarse abiertamente de mí, aunque no me molestó al principio, ya que estaba al tanto de esa información, pero quizás colarme por la puerta del frente no fue lo más ingenioso que hice, y en realidad solo quería lucirme al intentar hacerlo, aun así, este idiota no me lo permitió—, lo cual significa que no eres un alumno y mucho menos que tienes una novia aquí —me canturreó y se me acercó invadiendo mi espacio personal una vez más; ahora sí me sentía provocado; ese sujeto realmente desagradable, me indujo a desdibujar mi rostro en una mueca llena de molestia. ¿Quién diablos se creía que era?, no me importaba, pero tenía que salir de esa situación.

—Sabes qué… quizás tengas razón. Creo que me he perdido —dije rascándome detrás de la cabeza con una mano y me di la media vuelta para entonces alejarme unos pasos. Cuando realicé esa maniobra, el tipo bajó la guardia y pareció que no le iba a dar mayor importancia, de ahí que me aproveché; él nunca se hubiera imaginado que yo me regresaría corriendo y le pasaría por al lado.

—¡Oye, maldito seas! ¡No te dejaré escapar sanguijuela! —lo miré riendo por encima de mi hombro mientras estaba en mi carrera, pero él también se echó a perseguirme. Esta última cuestión me hizo reaccionar y buscar una manera de desviar su atención, pero… ¿cómo? Llegando al gimnasio de la universidad, giré en la esquina, encontrándome así (para mi fortuna) un tacho de pintura que estaba lleno. ¡Eso me serviría! Me escondí entonces detrás de la pared, esperé a que él se asomara, y finalmente, en cuanto lo vi, se lo arrojé encima con tacho y todo. Desde la posición que estaba, podría haberme quedado a reírme de su infortunio, pero preferí seguir mi camino, por lo que me dirigí hacia otra zona corriendo, sin embargo, el maldito se recuperó casi al instante de la sorpresa.

—¡No! —grité al ver que se me estaba acercando más iracundo que antes, por lo que me lamenté: “esto no estaría pasando si me hubiera animado a entrar por la parte trasera; maldita sea”, para colmo, como estábamos haciendo mucho escándalo, algunos estudiantes que pasaban por fuera de los salones nos quedaban mirando con cierta intriga y diversión. Yo en cambio, seguía escapando, y sin darme cuenta, estaba llegando a la zona en donde se preparaban las mesas para quizás, la celebración de la tarde. Aquel detalle, me hizo pensar que probablemente, los estudiantes quedaron para reunirse luego de la ceremonia, pero aquello me había dado igual debido a lo que pasaba, es por eso, que mi primer instinto me hizo: levantar mi pierna, pisar una de las mesas y, saltar sobre ésta.



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Editado: 15.06.2024

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