Un bebé. ¿De Luke?, ¿Michael?, realmente no lo sabía y era lo que más miedo me daba. Qué iba a pasar con mi vida ahora que iba a ser responsable de otro ser, qué le diría a Michael si el bebé se pareciera a Luke, no, peor; qué le diría si nos divorciamos y luego me ve con un bebé suyo. Dejé de respirar por unos segundos y ni si quiera me había dado cuenta hasta que sentí la mano de Luke sobre la mía dándome un apretón muy fuerte.
– Hay una prueba que se puede hacer durante el embarazo, ¿cierto? – Miro a Luke de forma inmediata – me refiero, para saber quién es el padre.
La expresión del doctor me dio muchísima vergüenza y quería golpear al hombre a mi lado por ser tan indiscreto pero no tendría las fuerzas para hacerlo.
– Por supuesto, pero es hasta la semana 13 así que tendrán que esperar un poco.
– Creo que es todo... muchas gracias. – Murmuro sonriendo de forma fingida y me pongo de pie con costos. Luke tenía muchísimas preguntas pero por el momento no quería seguir viendo al señor a la cara porque no sabría cómo explicarle nuestra situación.
Hasta que ambos estuvimos sentados en el auto nos atrevimos a mirarnos a los ojos. Mi mundo entero se desboronó al darme cuenta de que él no sólo estaba asustado, también se veía ilusionado.
– Luke...
– No, déjame hablar a mí primero, por favor. – Asentí porque tampoco tenía idea de qué decir. – Dijiste que ibas a pedirle el divorcio a Michael, ¿cierto?, bueno, aunque el bebé no sea mío lo voy a amar igual. Quiero estar a tu lado, quiero ser tu compañero en esto y por toda la vida, Katherine... Nunca he amado a alguien como lo hago contigo y estoy completamente seguro de que vas a ser la mejor madre de la tierra y que podrías hacerlo todo sola si quisieras. Pero no quiero dejarte, quiero ser lo que necesiten – tomó mi mano y la otra la puso sobre mi vientre – no me voy a ir a menos de que me lo pidas. Y si es mío, igual, no me iré nunca. Seré el mejor papá del mundo para él o ella, les demostraré lo mucho que los amo todos los días y jamás les voy a fallar.
De mis ojos brotaban lágrimas que resbalaban por mis mejillas, las cuales besó en un intento de limpiarlas. Le creía cada palabra que salía de su boca, sabía que con Luke jamás estaría sola pero tenía mucho miedo de lo desconocido. ¿Sería una buena mamá?, ¿sabría qué hacer?
– Tengo miedo. – Dije dándome cuenta de que esperaba una respuesta de mi parte – Nunca había sentido tanto pánico de lo incierto. Es otra vida, a la que no puedo defraudar y que siempre creerá que soy lo mejor o la respuesta a todo, cuando reamente nunca he sabido qué hago con mi vida.
– Kath... tener un hijo siempre va a ser algo por lo que asustarse, pero no estás sola y aunque no tengo un manual de cómo ser buenos padres, vamos a intentarlo.
– ¿Y Michael?
– Si el bebé fuera de él... estoy seguro de que también sería un gran padre y así tendría dos figuras en su vida. Y si quisieras estar con él, lo entendería y me alejaría de sus vidas. Porque alguna vez te prometí que si amabas a alguien más me haría a un lado y te dejaría ser feliz.
Un par de días habían pasado desde la dichosa visita al doctor y ya me encontraba en mi casa, esperando a que Michael volviera del viaje. Me la había pasado en el supermercado y en cama, hice caso al médico y compre bastante comida para compensar el tiempo que no me había cuidado, me encontraba mucho mejor que antes y pasaba mis tardes investigando todo lo posible sobre el embarazo, a veces me encontraba hablando tonterías conmigo mientras veía mi vientre.
Con respecto a mi matrimonio, tenía los papeles del divorcio listos pero no tenía ni la más remota idea de qué iba a decirle. ¿Ya no te amo?, ¿estoy enamorada de otro?, ¿cómo le diría lo del embarazo? El sonido de la puerta principal me sacó de golpe de mis pensamientos, me miré en el espejo, aún no se notaba pero no quería correr riesgos por lo que me puse un abrigo suyo que me quedaba significativamente grande. Caminé sin mucha prisa a su encuentro y sonreí con amabilidad.
– ¡Amor! – tomó mis manos con fuerza hasta llevarlas detrás de su nuca y puso las suyas en mi cintura para abrazarme – te he extrañado tanto, ¿cómo estás?, ¿hay comida?, muero de hambre.
Besó mis mejillas y sentí el peso en mis hombros del miedo. Había comida en la cocina, también los papeles estaban sobre el desayunador así que era inevitable que no los viera.
– Dejé el almuerzo en el microondas, te acompaño.
Casi tiró al suelo las maletas y corrió a la habitación contigua, mi corazón estaba un poco acelerado y me sudaban las manos. Puso a calentar la comida, lo supe solamente porque lo escuché, aún seguía en la sala con los brazos cruzados como si me estuviera muriendo de frío. Desde aquí solo podía ver su sombra viajar por la cocina, pero tenía buena vista de los papeles. Fue cuestión de segundos, abrió su boca para hablar pero no pudo decir nada, tenía la mirada ida hasta que me miró a los ojos. El mundo se detuvo para ambos, pero los autos, los pájaros en el jardín y toda la vida a nuestro exterior continuaba; como si no hubieran dos personas desmoronándose pedazo a pedazo dentro de esta casa. Y ahí me di cuenta, que no importaba qué tan mal estuviera todo, la vida seguiría con o sin nosotros, era cuestión de cada uno decidirse entre detenerse o seguir con ella. Yo por mi parte, tenía que seguir, ahora no sólo por mí.
– ¿hay algo que quieras decir? – caminé con precaución hasta estar frente a él y jugué con mis manos unos segundos antes de mirarle a los ojos de nuevo.
– Creo que las palabras ahí lo explican todo muy bien – hablé bajo, no quería que pensara que lo estaba atacando.
– Katherine, esto no es un juego, ¿el divorcio?, creí que éramos felices.
– Nunca debemos suponer. Lo llevo pensando hace un tiempo y lo he decidido, es lo mejor para ambos.
– ¿Para ambos?, ¿no pensabas consultarlo conmigo primero?
– Michael, esto no es algo consultable. Ya no siento lo mismo y no soy feliz.