El frío invierno acechaba mis pensamientos, se había instalado como un huésped, fui tan frágil ante aquel poderoso que me rendí ante él. Te olvidé y mi vida fue tan miserable, queriendo más y más de algo que destrui. Mi vida era como una caja musical, era dulce, alegre e incluso podría decir que irradiaba una luz colosal, comenzaba su música al compás de un baile patético pero particular y poco a poco aquella melodía empezaba a perturbar por lo que lentamente se apagaba.
Aquél lúgubre invierno había pasado por facetas de mi vida, algunas de las cuales prefiero no pensar y otras que anhelo vivir. Volvi a la casa de mi infancia, cubierta de polvo y al borde de caerse, los muebles viejos, descuidados pero llenos de recuerdos.
En un momento golpee fuerte la pared, buscaba respuestas de porqué el frío se había adueñado de mi mente, mi alma y mi vida. Me agobia pensar, tal vez si duermo, dejaré mis pensamientos, haré flotar mi imaginación, mi cama estaba caliente, mis ojos se cerraron y mi cuerpo dejó de funcionar, por primera vez en años fui dueña de mis sueños, aunque aquél frío me tiene durmiendo hace cinco años, sin poder salir, sin poder vivir.