Stained Crown

Introducción

 

 

 

LAS NOTICIAS QUE LLEGABAN DESDE EL FRENTE ERAN DESESPERANZADORAS PARA TODOS, pero sobretodo lo eran para Eris, la cual, parecía haber envejecido al menos dos años en solo una larga noche. Se sentía completamente sola a pesar de que su guardia personal, Lyon había estado de pie frente a la pared toda la noche. Su padre, el rey Gawain, había partido al frente de batalla dos noches antes de ese dia y siendo la única primogénita no tenia en quien apoyar el pesar que cargaba. Observo como las hojas de tonos marrones se movían con lentitud en los arboles, sabiendo ya que debían estar listas para su intente caída, aquella que las unia con el suelo para convertirse en parte de este nuevamente, y el clima nublado arriba de su cabeza parecía ser un presagio de dolor.

La puerta provoco un ruido contra el suelo cuando la abrieron después de anunciar la llegada y por el ruido de las pisadas sabia que era algún caballero; ellos hacían un ruido característico a metal cada vez que se movían. Eris continuo observando los alrededores fuera del castillo como si los estuviese viendo por primera vez, alguien casparreo la garganta —Princesa...— dijeron, Eris giro levemente su cabeza observando el rostro cuarentaiñero del caballero Petrus Lacier, jefe de caballeros del reino e intimo amigo de su padre. Los ojos del castaño demostraban rabia y tristeza; Eris supo a lo que se enfrentaba de inmediato. 

—¿Esta muerto? —la pregunta se le escapo de los labios con desespero, Petrus asintio escuetamente con la cabeza. 

—Fue en el frente de batalla...— explico, como si saber de que cruel forma su padre dejo este mundo le aliviara el dolor del pecho. El honor que sentían sus caballeros al morir en el campo de batalla en nombre de su reino no aplicaba para ella. No existía tal honor. 

—Mis condolencias princesa— la voz de su caballero personal y amigo de la infancia expreso su dolor, y se notaba en su voz. 

—Necesito un minuto a solas—a pesar de que Lyon se mostraba reacio a abandonar la sala con la princesa en esa situación y mucho mas porque debía estar con ella a sol y sombra, Petrus hizo claro que no debían estar allí aunque quisiesen. Necesitaba realmente un momento. 

Cuando el silencio la envolvió de nuevo, Eris se dejo caer en el suelo cercano a la ventana mientras sus uñas intentaban romper el cemento de la pared. Las lágrimas le escurrían por las mejillas, sentía como el corazón le dolía pero no dejo que un quejido saliera de sus labios; lloro en silencio. Se sentía como una de las hojas del árbol frente a la ventana, estaba observando como otra hoja caía para unirse nuevamente a su principio mientras ella solo esperaba su turno, aquel en que también tendría que caer. 

Eris sabia que ya no era una princesa: su trono la esperaba. Siempre se había sentido lejana a esa obligación, a asumir su puesto. Sus días se habían basado en peinados, vestidos, recorridos por los terrenos del castillo, andar a caballo, pensar en cuando la casarían con algún Lord de alta cuna, largas visitas a la biblioteca, el pueblo y las conocidas  festividades de su reino. Su padre no se había dignado a instruirla en el arte de reinar y mucho menos en el de la guerra, solo sabía cómo manejar una espada para cuidar su vida pero no sabía cómo mover a un batallón, ni como planear un ataque estratégico a un enemigo.  Y no sabía si estaba lista para todo eso, mucho menos con la inminente guerra tocando la puerta con insistencia. 



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En el texto hay: amorodio, coronas, reino

Editado: 28.05.2020

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