Las Estrellas En Mi Boca

Capítulo 4

Demencia, tan dulce como las estrellas


La sensación de ahogo despertó a Carly, paralizante y desconocida como nada que conociera. Gotas de sudor corrían por su cuello, espalda y frente. Dió un brinco de la cama tratando de comprender que era lo que estaba sucediendo, pero el levantarse de la cama empeoró las cosas, lo poco que podía ver en la oscuridad de la noche comenzó a girar. Todo estaba mal.
Carly puso un pie en el piso y trató de apoyarse en su mesita de noche sin tirar todo lo que había encima de ella, su intento fue penoso cuando escuchó como algo golpeaba en el suelo. Con desesperación al no sentir el flujo de aire correr por sus pulmones, trató de poner su cuerpo en vertical para ir a buscar ayuda.
Con esfuerzo logró poner el otro pie en el piso, y balanceándose en su lugar, intentó dar un paso haciendo uso de todo su equilibrio, luces neones la interrumpieron justo antes de poder caminar, luces que comenzaron a tomar forma sobre la habitación oscura de Carly. Parecía como si alguien hubiese puesto una plantilla colorida arriba de una imagen a blanco y negro. Colores que no hicieron más que marear a Carly más de lo que ya estaba.
Y de repente, una silueta alta, musculosa y conocida le llamó la atención en medio de su desconcierto, Carly parpadeó para aclarar su visión, lo que le permitió darse cuenta de quién era aquella sombra rodeada de tanto color. El chico ojos bonitos de su sueño había regresado.
Tratando de tomar aire, Carly abrió la boca y jaló todo el aire que pudo, para su desgracia era muy pesado para respirarlo y como una mala broma de la vida su vértigo la hizo tropezar haciéndola caer de rodillas.
- ¡Hey! - una voz gruesa voz estaba llamándola, pero sus oídos estaban inundados de estática - ¡¿Qué te pasa?!.
La boca de Carly estaba ocupada tratando de obtener todo el aire que podía, por lo que responderle era algo imposible.
- Air......ee - aún así, Carly no creía en las cosas imposibles de hacer.
- ¡Maldita sea debí parar con los experimentos! - el chico ojos bonitos siguió hablando mientras llegaba hasta Carly en el piso, y con desesperación quitó el pelo de la chica que cubría su cara como una cortina.
Los hermosos ojos azules del chico se toparon con los de Carly, y por un segundo, dos mundos completamente distintos se volvieron uno.
Ojos bonitos no podía quedarse ahí sentado ahí a verla morir, así que la tomó en sus brazos y sin preguntarle, la levantó en el aire.
Carly apenas sabía que era lo que pasaba, solo podía ver el mundo tirando a su alrededor, luces neon parpadeando y parte del rostro de su héroe de pupilas hermosas. Apresar de ser llevada a quien sabe dónde, Carly seguía teniendo otro pequeño problemilla, no podía respirar y se estaba quedando sin tiempo.
Cuando el chico se detuvo justo enfrente de la habitación de los padres de Carly, ella supo muy en el fondo que ojos bonitos no quería dañarla, y que podía comenzar a confiar en él.
- Necesito que vengas a verme, tú sabes cómo encontrarme - después de esas palabras, el mundo de Carly se desvaneció por completo, y sus largas, negras gruesas pestañas tocaron sus pómulos.
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- ¡Maldición! - con un grito de sorpresa, Carly se sentó en su cama, mirando a todos lados para asegurarse de que no estaba en un sueño.
El sonido de su alarma seguía haciendo escándalo en busca de la atención de Carly, que aún un poco desorbitada miraba a su alrededor con los ojos abiertos a su máxima capacidad.
En un intento por callar el sonido aplastante que su alarma generaba, Carly estiró su mano hasta ella y de alguna extraña manera el pequeño reloj de mesa terminó en el piso hecho pedazos. ¿Cuando había conseguido pilas nuevas aquel pequeño reloj?.
- Genial, ahora necesito otro de esos - sin más destrozos por su parte, Carly bajó un pie de su cómoda cama, justo como lo había hecho en su sueño, pero esta vez cuando puso el otro pie junto a su hermano pie no se mareo, está vez un insoportable dolor de cabeza la asaltó sin piedad.
Luchando con el dolor de cabeza, bajó muy lentamente las escaleras siguiendo el ruido que su madre hacia en la cosina, era cotidiano el hecho de que su madre preparara sus desayunos por la mañana.
- ¿Pasa algo, Carly? - su madre centró su atención en la muy despeinada Carly que se encontraba en la puerta de la cosina tratando de analizar todo a su alrededor, desde su madre preparando su almuerzo hasta su sueño lleno de colores neón.
- No, solo tuve un sueño muy extraño, eso es todo - dió media vuelta y volvió rumbo a su habitación.
De uno en uno subió los escalones evaluando qué tan mal estaba su demencia senil como para hacerle compañía a su amigo Floyd en el asilo, de cualquier manera le agradaban más las personas de aquel lugar.
Aún con el dolor de cabeza que estallaba detrás de sus ojos, Carly se vistió para ir a la escuela como cada mañana.
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- ¿Carly? - alguien trataba de llamar la atención de Carly, pero ella apenas se dió cuenta de la presencia de su maestra de Cálculo. Como la última vez, sus pensamientos estaban todos centrados a su muy resientes ajenos.
- Perdón, ¿Me puede repetir la pregunta? - la Señorita Margareth, una mujer de por lo menos 60 años de edad que recientemente había tenido una crisis de mediana edad, sí así se le podía llamar por el intento de maquillaje moderno que había comenzado a llevar recientemente.
- No te he preguntado nada, cariño. Solo quería asegurarme de que sabías que la clase se a acabado - Carly miró a su alrededor para darse cuenta de que efectivamente, no había nadie en la habitación, evidentemente las bancas estaban vacías.
- ¿Estás bien? ¿Qué es lo que te tiene intranquila? - negando con la cabeza Carly se puso de pie y tomó su mochila que había estado tirada junto a su butaca.
- No pasa nada, es solo que aún no he decidido que estudiar - eso no había sido del todo una mentira, Carly aún no sabía lo que estudiaría después de la preparatoria, pero no era exactamente lo que había estado pensando cuando la Señorita Margareth la interrumpió.
- Oh, eso es lo que te preocupa - Margareth sonrió como si estuviera aliviada de no tener que llamar a los padres de una chica porque estaba embarazada, metida en drogas o incluso pensando en el suicidio - no tienes por qué sentirte presionada por eso, Carly. Hay muchos jóvenes que pasan por lo mismo que tú, es totalmente normal sentirte confundida, te recomendaría que hicieras un test vocacional en internet.
La Señorita Margareth tenía una gran sonrisa en su rostro, al parecer hablar del gran mundo que era internet la ponía feliz y muy orgullosa de si misma, al contrario del señor Gilber, la Señorita Margareth era una entusiasta de la tecnología.
- Claro, creo que tendría que haber hecho un test vocacional hace tiempo para aclarar mis ideas - Carly estiró una sonrisa en su rígido rostro para darle una sensación de bienestar con ella misma - gracias por el consejo Señorita Margareth.
- Por nada, cariño- asegurándose de no volver la cabeza así atrás donde se encontraba la Señorita Margareth, Carly caminó de manera apresurada a la salida.
Cuando logró llegar a la calle donde se sintió a salvo de sus mentira, volvió a llenar su cabeza de preguntas y posibles respuestas que de ninguna manera tenían algo de realidad. A los pocos minutos de caminar sola por la muy poblada calle céntrica donde todos iban muy rápido y no les importaba chocar sus hombros con los demás, Carly por fin pudo trazar unas estrategia.
Llegó a casa con la decisión por delante y al entrar en su habitación abrió el cajón donde las estrellas se encontraban.
Para sorpresa de Carly, las estrellas que había arrojado el día anterior en aquel cajón ahora eran todas azules. Esto no podía ser más irreal de lo que era.
Sin demorarse ni un segundo, Carly tomó las estrellas y corrió hasta la puerta de la entrada, donde gritó a todo pulmón a su madre para avisarle que iría a hacer tarea y regresaría pronto.
Carly se apresuró por la tranquila calle que le llevaba al asilo de ancianos donde Floyd vivía desde que sus familiares lo habían abandonado en aquel lugar. 
Cuando Carly tenía 10 años, su maestra de la escuela primaria había organizado una visita al asilo para que todos los niños pudieran convivir con adultos mayores, en consecuencia Carly había conocido a Floyd.
Un anciano de aspecto peculiar que en aquel momento atravesaba por sus 70 años, y quien ahora era el mejor amigo de Carly, porque aunque fuera muy joven, la chica nunca había tenido mejores conversaciones que las que entablaba cuando estaba con Floyd.
Atravesando la gran entrada del edificio en el que Floyd se hospedaba según sus propias palabras, encontró a una de las enfermeras con la que siempre había simpatizado, Lola, una robusta y muy sonriente mujer de cabellos negros y grandes hoyuelos.
- ¡Carly!, Qué bueno que vienes, el señor Floyd se niega a tomar una ducha, si pudieras convencerlo de darse un baño te estaríamos muy agradecidos - era normal que Floyd tomara este tipo de actitudes con regularidad, el hombre tenía una personalidad fuerte sí así se le podía llamar.
En una ocasión, el viejo cascarrabias Floyd se había negado a dormir por más de 3 noches, pues en su retorcida mente había nacido la idea de que los Iluminati robarían los conocimientos que tenía del universo y la creación. Al no poder convencerlo de que los Iluminati no estaban tras él, Carly le diseño un gorro de papel aluminio, y argumentando que aquel extraño objeto había sido construído con la más avanzada tecnología, Floyd había vuelto a dormir como un angelito por las noches, claro que con su muy amado gorro de aluminio.
- ¿Dónde está Floyd, Lola? - dijo Carly preocupándose por el estado de Floyd, si él no estaba en condiciones para darle consejos, la chica se volvería loca gracias a las alucinaciones tan luciadas que estaba teniendo.
Lola caminó por los pasillos del antiguo edificio con Carly a cuestas sin mirar atrás. El diseño del antiguo psiquiátrico era de lo más bonito que Carly había llegado a ver, claro que nunca entraba a lugares como ese, pero aún así, los otros techos y los acabados de cada esquina del lugar daban la sensación de estar en otra época, incluso podías sentirte atrapado en el tiempo.
Al abrir la puerta de la habitación de Floyd, Carly se dió cuenta de la magnitud del problema. Floyd estaba parado en el borde del ventanal que daba a la entrada del asilo blandiendo su bastón negro con acabado en plata que siempre llevaba. La suerte estaba del lado de Floyd, pues las ventanas tenían barrotes con la capacidad para no dejar que Floyd aprendiera a volar por cuenta propia. 
Los enfermeros robustos que intentaban bajar a Floyd del marco de la ventana, ni sé inmutaron de nuestra presencia ya que el viejo Floyd parloteaba incidencias más rápido que un rapero.
- ¿Floyd? Qué gusto me da verte tan animado - Floyd dejo de mover como loco su bastón y aún con una mano aferrándose a los barrotes de la ventana, entrecerró los ojos para enfocar a Carly. 
-Oh, pequeña Carly ¿qué haces aquí?.




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