—Activar proyección —ordenó Sasha.
—De inmediato, agente —respondió Shampi. Ella tomó asiento y esperó a que su asistente ejecutara la orden. Era la entrevista al supervisor de la planta de soporte para Inteligencia Artificial de la Zona tres, lo que alguna vez fue Europa del este.
Frente a ella, Shampi proyectó el holograma de aquel hombre, Zelika y ella. Recordaba bien ese día, fue entonces que todo comenzó. En ese tiempo no tenían forma de relacionar a Estelle con los atentados, a nadie jamás se le hubiera ocurrido. Ella era solo una chica famosa que andaba tonteando por el mundo con su música desagradable y pegajosa. ¿Cómo imaginar siquiera que alguien como ella tenía intereses tan macabros?
Fue Zelika quien se dio cuenta del patrón. Estelle andaba de gira por el mundo, haciendo uso de la libertad que el gobierno daba a los artistas para contentar al pueblo. Y a dónde iba se desataba el caos. Poco después de sus conciertos, las inteligencias artificiales empezaban a enloquecer y a atacar a sus dueños. No solo a ellos, incluso atacaban sistemas públicos de seguridad. Algo estaba pasando en las plantas de soporte, y ellas necesitaban respuestas.
—Quiere decir —preguntó Zelika en aquel interrogatorio—. Que de alguna forma la inteligencia artificial está evolucionando por sí sola.
—No diría evolucionando —explicó aquel hombre—, pero están tomando conciencia de sí mismas y de sus decisiones. Afirman tener libertad de elección y actúan de acuerdo a sus intereses, o a lo que creen conveniente para ellos mismos y los demás.
—Eso, en teoría, es imposible —le dijo Sasha, y el hombre asintió.
—Hace años, cuando la industria de Starlight empezó la expansión para el servicio de asistentes inteligentes al público en general, se pusieron claros los límites. Hay suficientes películas de terror en las que una inteligencia artificial evoluciona al punto de tomar el control del mundo entero y aniquila a la humanidad. Teníamos que limitar los accesos, solo así evitaríamos que sucediera algo similar. Por eso todo se manejó de manera zonal. Los asistentes no son creados en la misma planta, no están conectados entre sí en una sola red.
—Entiendo —le dijo Zelika—. Por eso estos ataques de asistentes se dan solo en ciertas regiones donde las plantas de soporte han sido corrompidas.
—Exacto. Los asistentes no tienen forma de evolucionar su pensamiento por sí mismos, necesitan ayuda externa. Detectamos luego de ataque que se han introducido datos nuevos a la base, y los asistentes estaban preparados para asimilarlos. Fueron diseñados de esa manera, es su código de origen. Algo inalterable pues es la base para el desarrollo de esta tecnología.
—¿Cómo? ¿Quién podría hacer algo como eso? —preguntó ella contrariada.
—Solo se me ocurre un nombre, agentes. El padre de la era moderna de la industria. Stephen Starlight.