“¿Un oso?”
-Te invito a una fiesta.
-A la que irán todos.
-Pero él te invito, ¿Cómo no estas emocionado? –le pregunte.
-Yo, no lo sé, baile de felicidad saliendo, pero ahora ya no, no puedo olvidar lo que paso en la mañana y deseo que él tampoco.
-Aun así, iremos a la fiesta.
-Ya te habías tardado –dijo Nicol escribiendo algo.
-No hemos salido a ningún lado.
-Porque no nos dejan –replico Nicol, creo que sigue enojada.
-Pues ni modo, necesitamos diversión, llevo dos semanas encerrada.
-No exageres, puede que en un mundo alterno estén encerrados por una pandemia y lleven ocho meses –me contesto Will, (¿OCHO MESES?).
-Pero vamos, anden –roge, cosa que no funciono, puse mi carita de perrito, a esa cosa no se resiste nadie -. Por favoooooooor.
-Bien, pero si repruebo tú le explicaras a mis padres porque las calificaciones no van limpias.
Anoche nos quedamos dormidos, Nicol no hizo su tarea y esta vuelta loca, no entiendo por qué, sus tareas son para la semana que viene. Y Will llego emocionado y luego se decayó a niveles colosales, aun así, no me importa los llevare a esa fiesta así sea lo último que haga.
Se me olvidaba, papá llamó, no, mejor eso no les cuento, aún no llegamos a ese nivel de confianza. Lo que sí, es que di la prueba para el equipo de porrista, soy bastante buena dando giros, la capitana es la novia de Nick, no parece mala persona, solo que ir a todos lados con dos chicas que se te pegan como chicle, no es algo que le dé buena imagen.
Aun así, lo que lleva la mañana parece buena, fui a mis clases, pase un examen de química y saque un bonito diez en mi ensayo del por qué deben leer cazadores de sombras, la maestra dijo que debería agregar que son más de diez libros y que todo se conecta, pero me felicito.
Y por ahora no tengo la siguiente clase, por lo que me daré una vuelta por la escuela.
Les sigo contando cosas, Will y Nicol se fueron a italiano, mientras tanto yo tengo la hora libre, puedo regresar a mi habitación, o ir por comida, o simplemente romper alguna regla, pero ya hay tanta libertad, que esta última no es opción. Decido que pasare el rato en la biblioteca.
Había empezado a leer cuando alguien se sentó enfrente mío, al levantar la vista vi a Michael, cargaba su mochila de lado, la corbata desaliñada y el pelo revuelto, traía consigo una caja algo grande.
- ¿Puedo sentarme? –pregunto amablemente, yo asentí con la cabeza -. Te llego esto en la mañana- se sentó mientras ponía la caja en la mesa.
- ¿A mí? –dije extrañada.
-Sí, eso dice la etiqueta, a menos de que tu nombre no sea Cordelia –sonrió al decir eso último.
-Si bueno calla, eso es secreto de estado –respondí tomando el paquete misterioso, parecía como que alguien lo abrió -. ¿Lo abrieron?
-Supongo que la aduana, viene de Londres, y si aparenta peligro lo abren al llegar al colegio.
-Bueno, gracias por traerlo, no hacía falta –lo dije sonriendo, (menos sonrisa, ya sé cómo puede terminar esto), no seas aguafiestas.
-Tranquila pasaba por ahí –(nadie en su sano juicio se lleva un paquete de alguien para entregarlo personalmente).
-Bueno, en serio gracias –me disponía a seguir metida en mi libro cuando note que él no se iba, ¿conocen ese sentimiento cuando quieren acabar un libro y alguien no los deja sumergirse en la lectura?, bueno, justo ahora lo siento.
-Perdona si te molesto y sé que quieres estar sola, nadie entra a la biblioteca por su cuenta –dijo nervioso, que bueno que no conoce a Nicol, ella conoce cada biblioteca de Londres -. Pero me preguntaba si me dejas enseñarte algo, no es nada malo, lo juro –dijo esto último luego de ver mi cara.
-Depende, ¿estarán tus amigos?
Él solo sonrió y negó con la cabeza.
…
- ¿Podemos estar aquí? –dije sentándome a la orilla del techo.
-Mientras nadie nos vea estamos bien, ¿no quieres bajar de ahí? –sonaba preocupado.
-No gracias, es linda la vista.
Me arrastro por la escuela hasta llegar aquí, claro que pase a mi habitación a dejar la caja, luego me enseño como subir al techo.
- ¿No te da miedo caerte? –pregunto llegando a donde estaba.
-No, si pasa podre decir que vi la mejor vista antes de mi muerte –conteste riendo.
-Sí eres rara.
-Algo.
Nos quedamos en silencio, no es como los silencios con él, creo que nunca tendré de nuevo un momento así, de todas maneras, este silencio no era incomodo, se sentía incluso bien. Ambos veíamos la extensión de la escuela, a lo lejos se veía la cancha, estaba vacía, había algunas personas en las áreas verdes, y algunas más entrando y saliendo del comedor, había viento, y parecía que este día si llovería, solo espero que no caiga mientras sigo acá arriba, no puedo llegar mojada a clases.
- ¿Extrañas Londres? –cuestiono de repente.
-A veces, pero siempre hace frio, parece un eterno otoño, ¿tú de dónde eres?, tu acento no parece europeo.
-No, soy de México.
- ¿Y lo extrañas?
-Claro que sí, aquí no venden cosas picantes, ni buenos tacos –respondió a lo que reí -. Me encanta estar aquí, no te lo voy a negar, pero extraño los momentos familiares, la comida, la gente.
-Suena bonito, mis cenas familiares suelen ser en navidad y todos terminan peleados unos contra otros –dije de manera melancólica.
Y no mentía, las cenas familiares solo son en navidad, en mi cumpleaños solo obtengo un cheque, como si me pagaran por seguir viva, nunca supe que era tener a mis padres cercas, yo no debí nacer, soy producto de la presión que tenía mi padre dentro de la familia.
- ¿Y tus padres? –pregunto, pero rápidamente noto mi expresión -. Perdona, suelo ser muy poco sensible.
-Tranquilo, sonare muy cliché, pero ellos nunca están, realmente no me importa, a ellos no les importo, ¿por qué me debería de importar a mí? –porque quiero que digan que están orgullosos de mí.
-Seguro que les importas –trata de consolarme.
-No, hablo en serio, no trato de parecer la chica rica necesitada de atención –solté una risa seca antes de continuar -. El matrimonio de mis padres fue arreglado y yo soy la garantía de que el negocio familiar tenga un heredero.
-Y yo me quejaba de que era indeseado –reí ante lo que dijo.
-Perdona, no sé por qué te cuento esto.
-Tranquila, es bueno desahogarse.
Nos quedamos ahí hasta que fue necesario ir a clases, hablamos de muchas cosas, me conto de su vida en México, yo le conté de cómo es Londres, nos reímos y en algún momento me convenció de bajar de la cornisa. Me sentía más relajada, más liviana de alguna manera, no lo sé, es una sensación extraña de describir, pero básicamente siento como si hubiera estado cargando una gran piedra en la espalda, y de un momento a otro, ese peso se redujo.
No puedo decir que se fue del todo, porque no será así, al menos no hoy, pero al menos puedo decir que hoy no me cuesta tanto respirar, tal vez sea la bufanda que tome de mi habitación antes de la siguiente clase.
Las siguientes horas parecieron normales, tres materias y luego me fui a mi habitación, Nicol no había llegado y me había puesto a hacer tareas, claro, hasta que la curiosidad me gano.
Me senté en mi cama con la caja y con las tijeras que agarré la abrí, adentro había una caja de plástico transparente y dentro un oso de peluche, pero no era un oso cualquiera, es el oso que Abel me regalo.
Editado: 23.04.2022