Capítulo 1
NOVOSELITSA no era, ni de lejos, el destino que hubiera elegido. Ni en el peor de sus sueños. Para Mihail aquel nuevo destino era como una bofetada. Un castigo, a todas luces. Y un gran paso atrás. No sólo en lo profesional, si no en lo personal.
El tener que abandonar la vida en Kiev, y cambiarla por una nueva en Novoselitsa, no podía ser otra cosa. Pero para la Unión Soviética, aquella pequeña ciudad constituía un importante enclave para organizar la reciente expansión del país en aquella zona fronteriza con Rumania. Esa fue la razón oficial de su traslado.
Lejos de la verdad.
El idioma era otro obstáculo más. Antes del 45, todo aquel territorio pertenecía a Rumania. Y aunque ya habían pasado más de veinte años desde el final de la guerra, ni el ruso ni el ucraniano se habían implantado aún en la medida que el miembro del KGB hubiera deseado.
Los jóvenes del pueblo, también los de la zona, hablaban con fluidez el ruso, no tanto el ucraniano. Pero uno podía mantener una conversación medianamente aceptable con cualquiera de ellos. Sin duda, los maestros estaban haciendo un gran trabajo en las escuelas.
Sin embargo la gente que había abandonado los pupitres y las pizarras antes de la llegada de la Unión Sovietica a Novoselitsa, se defendía bastante mal en cualquiera de los dos idiomas oficiales de Ucrania. Balbuceando una lengua ininteligible cuando eran requeridos a expresarse en ucraniano o ruso.
Mihail se preguntaba qué esperaban sus superiores al destinarle allí, ignorante cómo era él en hablar rumano, más allá de alejarle de Kiev. Más allá de cumplir con el protocolario castigo.
Eso hacía necesario la incorporación de otro agente que hiciera las veces de traductor. Algo que a Mihail, acostumbrado a ir por libre, dentro de la libertad que permitía el Régimen, por supuesto, le costaría acostumbrarse.
Pero así estaban las cosas. Y poco más que eso, que acostumbrarse, podía hacer. El terreno y las gentes del lugar, se prestaban a pocas opciones de progresar o hacer méritos para así poder volver a Kiev. Así como la importancia de los casos a investigar. Y aún había de dar gracias. Sobretodo al mayor Kozlov. A pesar de estar un rincón perdido de la Unión Sovietica, aún mantenia su puesto en la KGB, con los privilegios que eso conllevaba. Pero haría bien en tomarse ese nuevo destino como una sería advertencia. Debía seguir los cauces marcados por el Partido, y olvidar lo sucedido en Kiev. Olvidar aquel asunto. No sólo estaba en juego su continuidad en el cuerpo si seguía empeñado en continuar aquella investigación por otros cauces. Su propia vida estaría también amenazada.
Habría de tomar conciencia de la realidad. Una realidad con la que se dió de bruces hacía un año ya.
Novoselitsa era un lugar tranquilo. Al menos en apariencia. En las dos semanas que llevaba en su nuevo destino, aún no había hecho otra cosa que no fuera el conocer las dependencias donde habría de servir al Estado, y deambular sin rumbo definido por las aldeas vecinas, dependientes burocráticamente de Novoselitsa, con el vago propósito de facilitar su adaptación. Pero aquella mañana era distinta. Distinta en la novedad de tener algo en lo que entretenerse. Aunque decepcionante en el cometido a llevar a cabo. Pues habrían de investigar la desaparición de un tipo de una aldea vecina, de nombre impronunciable. Un tipo conocido en la zona por su dificultad para mantenerse sobrio y su facilidad para meterse en problemas.