No estaba nerviosa.
Amy Donovan había intentado sobrellevar la situación una vez que sus pies tocaron la ruidosa fiesta que se daba en las afueras de la ciudad. Miles de jóvenes divirtiéndose, gritando y bailando fue todo lo que vio cuando la apabullante música aturdió sus sentidos. Eso era todo lo que ella veía, caos y desorden por doquier, pero no alguna posibilidad de escape. No importaba si tenía al lado a sus supuestas amigas o a Reece, ella estuvo completamente segura de que ese día acabaría sentada en algún sofá del lugar, aburrida e ignorada, viendo a los demás divertirse.
Eso era lo que había supuesto incluso cuando Reece la condujo a rastras junto a un grupo de muchachos reunidos en el centro del lugar. Entre saludos fuertes y risas, le fue imposible no sentirse fuera de lugar. Se suponía que debía pasarla bien, que por una noche sería aquella chica capaz de divertirse hasta en los lugares más insospechados. Eso era lo único que ella realmente deseaba, ser la hija por la que sus padres tanto suspiraban, ser todo lo contrario a ella misma. Había llegado a detestarse por no ser todo que deseaba, por mucho que ello implicara ser alguien contrario.
Era en esos momentos cuando evitaba imaginar lo desastroso que todo sería cuando ella regresara a casa. Porque si estando tan solo Drake, sus padres la ignoraban. No quería siquiera imaginar cuando la grandiosa Payton volviera a aparecer en la vida de su familia. Apenas pensarlo ya le causaba un molesto revoltijo abrumador en la boca del estómago. Odiaba pensar en ella o al menos recordarla, mencionarla. Ella estaría en ese instante haciendo amigos y enamorando a todos con su sonrisa perfecta y encantadora. Detestaba saber que aquella amargura que sentía cada vez que pensaba en su hermana era, sobretodo, envidia. Porque desde siempre Payton había robado la atención de todos: sus padres, sus profesores e incluso a su mejor amigo.
Y luego estaba Drake, recordándole por siempre que Amy sería la oveja negra de la perfecta familia Donovan.
―Vamos, Amy, suéltate un poco ―sugirió Reece de pronto mientras, riendo, le extendió un vaso de líquido transparente y nada confiable―. Aprende a divertirte y sé menos aburrida.
Lo mejor era regresar a casa y supo que estar ahí no era una buena idea. Pero un breve recordatorio de lo desastrosa que era su vida, gris y carente de alguna emoción que la envolviera, fue como una patada en el estómago. La imagen de sus padres, Drake, Payton y Jackson se repitió una y otra vez en su cabeza hasta hacerle doler como algo martilleando su sien.
Quizá solo necesitaba olvidarse de todo en el preciso instante en el que sus labios tocaron el sospechoso líquido que Reece Wood le dio. Nada importó cuando se deslizó en su garganta con la misma intensidad con la que sus ojos le ardieron por el tumulto de sentimientos que amenazaban por salir.
Horas después, Reece Wood no dejaba de retorcerse de la risa ante la nueva imagen de Amy Donovan. Era tan divertido verla reír y hacer el ridículo junto a uno de sus amigos que, viendo que finalmente había logrado uno de sus tantos objetivos, la dejo allí, ebria y queriendo beberse toda la botella de vodka como si fuese lo más natural del mundo.
¿Qué iba a saber él que era la primera vez que Amy probaba el alcohol?
Como fuera, le importaba tan poco que horas después de haberla dejado a la deriva muchachos que no dejaban de observarla como si fuese el mejor trozo de carne, recién recordó que, como el caballero que era, debía encargarse de dejarla en la puerta de su casa. Pero por ahora seguiría divirtiéndose y luego iría a buscarla, muy seguramente, tirada en algún baño llena de vómito.
A Reece le daba igual mientras, entre risas, contaba a su buen amigo Taylor Bradford sobre su nueva conquista del día, el tipo de chicas que sus compañeros aprobarían. Le contaba bajo los estragos del alcohol que, ahora, debía ir en búsqueda de su nueva y penosa víctima que tanto detestaba. Seguramente hecha un asco, Amy estaría en algún rincón de aquella enorme casa que, por cierto, ninguno conocía.
Pero la sonrisa de Reece no dejó de ensancharse en su rostro de manera casi exagerada.
―¿Quién es la pobre chica? ―Se burló Taylor antes de darle una calada a su cigarro, ambos apoyados en una de las columnas que daban a la entrada, relajados bajo la brisa helada que calaba dentro de ellos.
Y por supuesto, él no tuvo reparo alguno en responder orgulloso.
―Amy ―Se encogió de hombros―. Mi nuevo pasatiempo.
Esperó oír la típica risa cínica de Taylor, incluso creyó que lo incitaría a continuar jugando con ella. Pero oírlo soltar una hilera de palabras malsonantes no fue precisamente lo que esperaba.
―No hablas de Amy Donovan, ¿o sí?
Su ceño se frunció ligeramente y, algo confundido, se encogió de hombros con excesiva tranquilidad.
―¿Y por qué no?
―¿Por qué no? ―repitió Bradford con incredulidad ―. Sabes que Jake está perdidamente enamorado de ella, ¿Y preguntas por qué no? ―removió la cabeza un par de veces y, nada sorprendido, dejó salir un resoplido.
Una hilera de pensamientos corrieron a él con fuerza, las palabras de Taylor repitiéndose una y otra vez en su cabeza sin descanso alguno. No le era siquiera lógico que eso fuese verdad, no podía imaginarlo al menos. Así que lejos de molestarlo, le causo gracia el imaginarlos juntos.
―¿Qué? ¿Cúando sucedió eso si recién se conocen?
Taylor pareció analizarlo por largos minutos, luciendo muy sorprendido hasta que minutos después, fijando los oscuros ojos sobre él, le dirigió una mirada seria que muy pocas veces le daba. Lucía tan sorprendido como decepcionado que una ligera presión de angustia y culpabilidad se asentó en su estómago sin haberlo previsto.
―Vamos, claro que no, ellos se conocen desde niños. Es su vecino, era su mejor amigo en la escuela primaria y la familia Donovan lo conocen muy bien―rio sin gracia, casi lamentándose por ello―. No creo que le agrade la idea de que estás divirtiéndote con ella de otra manera que no fuera sana ―Se detuvo un momento, pensando por un segundo en la palabra indicada―. Lo peor que pudiste haber hecho fue hacerle daño a la amiga consentida de Jake. Va a ponerse como una bestia cuando sepa esto. Sería mejor si te alejas de ella ―chasqueó la lengua y dijo―: Además, ¿la has visto? Parece ser bastante inocente, algo ingenua para que la corrompas así. Puedes divertirte mejor con alguien de tu tipo, como Ariel, por ejemplo ―soltó mientras daba un trago a su bebida.