Capítulo 5

• No hablés pavadas, querés…
• No, no hablo pavadas. Vos sabés que lo que digo es verdad. Mentime a mi todo lo que quieras, pero a vos no te podés mentir.
• Pero… ¿Vos lo viste a mi novio? ¿Viste lo que es? ¡Pero por favor!
• Si. Pero yo no me comparo con él, ni voy a hablar mal. En mi casa no me enseñaron eso. Yo puedo tener muchos defectos, pero tengo códigos. Aparte este tema es de dos, no lo metas a él en el medio. No tiene nada que ver.
• ¡Ja! Me hacés reir. Si vos con él no te podés comparar en nada, nene. Aparte sos una criatura ¿Qué edad tenés? Esto no da para más, andá a  dormir y no me hagas perder el tiempo.
• ¡Ah bueno, habló la anciana! Tengo dieciséis añós… ¿Y? Vos tendrás dos años más que yo…y te vuelvo a preguntar… ¿Y? Yo soy pobre y vos rica… ¿Y? El deseo te sale por los poros, como a mí.
• Bueno cortala. Yo con vos no tengo nada que hablar, solo fui amable con vos, chau. Me voy a dormir.
• Chau. Algún día vas a ser mía. Acordate lo que te digo.
• Seguí soñando. Y no me molestes más porque te hago una denuncia.
• Claro…es fácil hacerle la denuncia a un villerito, seguro que si esto te lo hace un chetito no hacés nada.
• Chau.

Victoria cerró la puerta con fuerza y Abel se fue con la bronca dibujada en su rostro. Era cerca de la medianoche y no tenía ganas de ir para su casa. Fue a la casa de Marcelo. Vio que salía una tenue luz de la casa, seguramente estaba despierto. Se acercó a la puerta de la casa e hizo palmas. Una y otra vez y Marcelo no contestaba. Entonces emprendió el camino de vuelta hacia su casa, cuando estaba por doblar la esquina sintió un chiflido fuerte y agudo: era Marcelo. Abel lo saludó con su mano derecha, dobló y volvió a lo de Marcelo.

• ¿Qué haces guachin?
• Volví de laburar y vine a verte. ¿Tomamos unas birras?
• Acá no tengo…
• Bueno bancame que voy a buscar a casa.
• Dale.

Abel fue para su casa, agarró dos cervezas y fue a lo de Marcelo. Llegó y entró con la bicicleta a la casa. Ahí lo esperaba Marcelo que estaba fumando paco.

• ¿Querés´?
• No, es te hace pelota. Me quiero rescatar un poco.
• Ahhhh…el rescatado…déjate de joder, esto es lo mejor que hay. Te olvidás de todo, estás en otro mundo.
• Ese es el problema, yo quiero estar en este mundo. No te das cuenta que nosotros ya nacemos con inferioridad de condiciones y que con eso profundizamos más nuestros problemas mientras los chetos de mierda nos siguen cogiendo. Un par de cervezas me tomo, esa mierda no la pruebo más.
• Anda… que te haces el intelectual ahora… ¿Eso sabés que es? Resentimiento. Algún cheto te cagó una mina, pero la mina seguro es también cheta… ¿Y vos te crees que a nosotros nos puede dar bola una cheta? Jajajajajajajajajaj…mirá que sos boludo, eh.
• Bueno. Basta de hablar boludeces, vamos al grano. ¿Cuándo hacemos el afano?

Marcelo se lo quedó mirando un rato, luego miró hacia la ventana, estaba totalmente colgado por el paco. Abel le sirvió un vaso de agua y le tiro la pipa del paco. Marcelo quiso impedirlo pero no podía competir ante la lucidez y los reflejos de Abel. Luego comenzó a reírse como un loco mientras le decía a Abel todo lo que lo quería. EN ese momento Abel se dio cuenta que todo lo que hablaran en ese momento no tendría ningún sentido, así que solo se dignó en terminar una de las cervezas que había llevado y en hablar de cosas intrascendentes. Una vez que terminó llevó a Marcelo al fondo de la casa, y le tiró agua en la cabeza y en la cara para que se despabile un poco, Marcelo intentaba resistirse pero poco podía hacer en ese estado que era realmente calamitoso. El agua lo despaviló un poco.

• Bueno Marcelo, me voy.
• Dale. Pero esperá.

Marcelo tomó su teléfono y le mostró la foto de una casa, era la casa donde había decidido ir a robar.  Abel la miró detenidamente, era la casa de Victoria.