Victoria se quedó pensando en lo que le había dicho su madre. Más allá de que Hortensia se la pasaba criticando a Abel, le llamaba la atención de que también la haya metido en la misma bolsa a Lili. Victoria sabía que el amor de su madre hacia Lili era bastante endeble, pero no entendía ese cambio. Igualmente coincidía con ella en que estaban raro Abel y Lili. Algo estaban tramando. Sus miradas, sus comentarios iban todos en una misma dirección; estaban ocultando algo y, seguramente, no sería algo bueno. Victoria por momentos quería pensar diferente a su madre, ya que sabía que con tal de defenestrar a Abel era capaz de llevarse a todo por delante, incluida Lili. Pero victoria sabía que tenía que estar atenta. Esa noche le costó dormir pero sabía que la única manera de sacarse la espina era tomar el toro por las astas, por eso lo iba a encarar a Abel al día siguiente.
Victoria se levantó más temprano que de costumbre, su ansiedad la carcomía. Tan temprano se levantó, que luego de bañarse ella misma preparó el desayuno. Cuando Lili se levantó y vio la mesa puesta y a Victoria sentada leyendo no lo podía creer.
Al rato bajó Hortensia, quien también se sorprendió, pero aparte pensaba que había algo que Victoria ocultaba.
Bajó Abel, saludo a todos y se sentó. Nunca había sido de hablar mucho, pero esa mañana particularmente estaba muy abstraído.
Victoria observaba y pensaba que ya estaba podrida de la falsedad de su madre y su novio. Siempre con chicanas, siempre con ironías y sarcasmos, aunque sabía que la que siempre iniciaba esa batalla dialéctica era su madre.
Hortensia se fue para su cuarto. Lili estaba lavando los platos. Victoria y Abel se quedaron sentados a la mesa sin hablar, hasta que Victoria rompió el silencio.
Llegaron a la facultad y fueron al bar. Se sentaron, pidieron un café y se sentaron frente a frente.
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Editado: 28.05.2018