Hortensia se quedó mirándolo fijo a Carlos. Por un momento pensó lo que había dicho, en realidad no había querido decir sangre, pero lo había dicho.
Mientras Hortensia iba bajando hacia la entrepierna de Carlos hasta que la sabana la tapo en su totalidad. No tardó mucho hasta sentír un leve pero intenso gemido de Carlos. Entonces él se levantó y se fue para el baño. Hortensia se quedó en la cama pensando en Abel y en Lili. Estaba feliz de poder desenmascararlos. Luego de que Carlos salió del baño le tocó el turno a Hortensia. Luego ambos salieron del departamento y cada uno por su lado.
Cuando Hortensia llegó a su casa pensó en contarle a Victoria lo de Carlos, pero se arrepintió al instante porque sabía que su hija no iba a estar de acuerdo. Y pensó porque había heredado tan poca de su maldad. No le dio importancia. Al otro día Carlos comenzaría su trabajo. Hortensia estaba ansiosa.
Al otro día luego de desayunar, Hortensia lo llamó a Carlos.
Carlos cortó con bronca. Luego de bañarse y desayunar bajo de su departamento y fue a su objetivo. Se subió al auto mientras se mensajeaba con su comisaria. Se tomaría el día. Llegó al barrio de Hortensia y se quedó parado en la esquina. Estuvo como dos horas y no pasaba nada de nada. En un momento Hortensia le envió un mensaje: << Ahí están saliendo. La chica con la remera marrón y el con una camiseta de básquet verde >> Al principio Carlos no los veía hasta que los divisó por el espejo retrovisor de auto. Al verlos pensó que eran solo dos simples jóvenes que recién habían salido de la adolescencia. Cuando la miró bien a Lili pensó en qué lindo sería hacer un trio con ella y Hortensia. Trato de bajar un poco su libido y comenzó con su trabajo. Luego de que Abel Hortensia se había alejado una media cuadra del auto, Carlos bajó. Los dos iban derecho al barrio pobre. Carlos los seguía una distancia prudencial. Cuando vio que pararon a hablar con un grupo de pibes en una esquina, Carlos se hizo el tonto, compró el diario y se metió en el único bar que tenía cerca. Era un bar de esos con las paredes descascaradas, las sillas con patas de acero oxidado y con un solo mozo con el delantal blanco con manchas de todos los colores y de todos los líquidos y solidos que uno pudiera imaginar. Carlos se pidió un café mientras observaba a los parroquianos y sobre todo al mozo que era un hombre de unos setentipicos que apenas vio a Carlos lo miró con ojos inquisidores, como con sospecha. Ahí comprendió Carlos que debía manejarse con mucha precaución, ese hombre no solo no era ningún tonto sino que tenía calle y noche de sobra. Mientras hacía que leía el diario, Carlos miraba por la ventana con disimulo. Podía ver Abel y a Lili que seguían hablando con los chicos con los que se había encontrado. En un momento Abel se separó del grupo y entro en lo que parecía una casa. solo se veía la pequeña puerta de entrada y a sus costados dos ventanas totalmente cerrada. Carlos le pidió al mozo la carta como para pedir algo para comer. Al rato fue Lili la que se dirigió a esa casa misteriosa. Carlos no aguanto más y comenzó a hablar con el mozo.
Carlos trató de mimetizarse con el resto de la gente que lo rodeaba, ya que casi todos estaban tomando cerveza a pesar de ser temprano. Uno de ellos que estaba acodado a la barra iba ya por la cuarta ginebra.
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Editado: 28.05.2018