Después de las palabras de Hortensia el ambiente estaba más pesado que antes y eso era decir mucho. Hortensia seguía en la barra saboreando ese wiski que parecía alcohol de quemar. No se escuchaba ni una mosca en el lugar, parecía que solo había chicos que se habían quedado callados luego de que su maestra los hubiera retado. Hortensia terminó el trago que le produjo un gran asco pero no lo dejó traslucir en su rostro. Tenía que seguir con su actuación. Le pidió la cuenta al barman, el hombre le dijo oralmente lo que debía y Hortensia le pagó dejándole una muy buena propina. EL hombre le agradeció de una manera servil sobreactuada. Mientras Hortensia se retiraba le dejaba a cada uno de los hombres una tarjeta con sus datos. Sabía que se la estaba jugando, sabía que tal vez entre los hombres habría algún ladrón que podría ir a su casa, pero ni eso le importó ya que ella solo quería la verdad, la pura y cruda verdad.
Se oyó un murmulló que eran, en realidad, las voces de los hombres queriendo saludar a Hortensia. Se los veía con miedo, amedrentados. Hortensia los había pasado por encima, era tal su personalidad que ni los más guapos de los parroquianos se animaron a hacerle frente.
Todos los demás callaron y miraban a esos dos guapos de cafetín. Casi todos se habían guardado de la tarjeta que les había dado Hortensia, casi ninguno la tiro.
Luego de ese episodio los días fueron pasando y Hortensia no había recibido ninguna noticia alentadora. Solo la habían llamado un par de graciosos para darle mala información, y uno de ellos la había invitado a salir. Hortensia rio antes esos pelagatos que para nada servían, hasta que uno que la llamó la convenció de que tenía información bien fresca.
Hortensia cortó y no dudó ni un momento en que ese hombre le diría la verdad que, por fin, le sacaría la careta a Abel. Se bañó, se puso cómoda y diez minutos antes de la hora, salió con su auto. Llegó rápidamente a la avenida y cuando paso por el bar lo vio al hombre que la estaba esperando. Le tocó la bocina y le hizo un ademan para que se acercara al auto. El hombre le hizo caso y fue hacia el auto. Subió y cuando se sacó la capucha Hortensia se dio cuenta de que era casi un adolescente. La voz gruesa la había engañado.
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Editado: 28.05.2018