Sueños de hechicera.

13

Siempre llevaba una daga conmigo, recuerdo que la reina me la entregó poco después de salvarla aquella vez. La saqué un segundo mientras me escabullía en el castillo, pude ver su esmeralda brillante, en representación de la gema de mi frente, la sentí con mis dedos, siempre fría a pesar de estar en el cuerpo de una persona viva. Desconozco su propósito y el porqué está conmigo, tampoco sé si es algo que vino conmigo al mundo o si la adquirí en algún momento de mi vida. Mi pasado es un misterio, incluso para mí.

Sin soltar la daga, caminaba por los pasillos húmedos y oscuros, cuidando de no hacer ruido, realmente no sabía por dónde iba o si estaba yendo por el camino correcto, me sería de ayuda conseguir un guardia temeroso que con solo mostrar mi cuchillo diga todo lo que necesito escuchar. Por desgracia, y a pesar de que estaba en los calabozos, no encontré a nadie, lo cual no me resulta nada extraño, Jano asesina a todo aquel que traiciona o hace algo que no es de su agrado. No necesita guardias para cuidar gente muerta.

Una escalera iluminada a lo lejos me mostró el comienzo del castillo como tal, me acerqué lentamente, esperando que alguien saliera de la oscuridad y me atacara. Tampoco es de extrañar que Jano supiera que ya estoy aquí y quisiera atacar por la espalda, siempre tramposo, siempre con ventaja. Me asomé, no había nadie en el pasillo, lúgubre, la alfombra azul y las luces tenues sostenidas por candelabros de oro. Sin puertas, ni habitaciones cerca, caminé hasta el final conteniendo la respiración, contando cada paso que daba, alerta, aterrada y al llegar, no conducía a ningún lado, estaba sellado.

Mi estado de alerta empeoró, ¿sabía que iba a venir? Volteé tan rápido como me dio el cuerpo, pero nada. ¿Qué estaba pasando? ¿debería usar mi magia para llegar a Jano? No lo pensé mucho.

—Translationem.

Un segundo después tenía al mismísimo Rey de Tallize frente a mí, impulsiva le lancé mi daga tan fuerte como pude, olvidando que Jano tiene poderes, lo frenó sin siquiera tocarlo.

—Bienvenida, Margo. No esperaba tu visita hoy, ¿cómo está tu reino? Hace realmente poco fuiste coronada, felicidades. —dijo irónico.

—No te hagas el idiota, Jano. ¿Qué buscabas al atacar mi reino? ¿demostrar que eres mejor? Todos saben que eres un... —no podía dejar que mi ira estuviera sobre mi diplomacia. —¿Sabes? No importa cuánto lo intentes, no importa cuantos tratos hagas, ni cuanta magia practiques, siempre seré mejor porque mi poder es mi naturaleza y tu poder es producto de tu envidia, tus celos, tu falta de aceptar que Ezra me escogió a mí antes que a ti.

—¡Cállate! —me golpeó tan fuerte que caí al suelo y supe, al ver su rostro, que mis ojos se iluminaron más rojo de lo usual.

—Él siempre me prefirió porque yo soy más poderosa, siempre representé un peligro mayor frente al mundo, tu magia no se compara con la mía y lo sabes, por eso siempre me mantienes al margen, porque si te enfrento, sabes muy bien que tienes todas las de perder. —me levanté paulatinamente, con la vista fija en su terror disfrazado de odio.

—¡Eso es mentira! —Lanzó un hechizo básico de fuego hacia mí y logré disuadirlo.

—¿Tienes miedo, Jano? —me acerqué a él tanto como pude, es un saco de músculos y nada más, su poder viene de las almas que tortura, de demonios que lo poseen y, aun así, no es suficiente para superarme. —¿Estás listo para enfrentarme?

 



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En el texto hay: brujas magia, sueños reveladores

Editado: 24.08.2020

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