Sueños de Humo

1.- El cuervo.

“Está recolectando almas” Las palabras cruzaron por su mente en un fugaz momento, de haber estado concentrada en otra cosa, ese pensamiento habría quedado reducido a algo tan pequeño que podría pasar por el ojo de una aguja. 

El ave de color negro se encontraba parada sobre el alfeizar de la ventana, ni siquiera había desperdiciado una sola mirada en la joven que lo observaba con curiosidad. 

Quizá si ella utilizara alguna de las cosas que guardaban en el ático para lanzarla en dirección al ave, llamaría su atención. 

Negó un par de veces, ese no era el modo de comportarse, su madre estaría decepcionada… si tan solo estuviera ahí, aunque fuera para reprenderla, pero no, se encontraba lejos. 

La madre de Catarina era una mujer de carácter fuerte, y de una inteligencia notoria, tanto que su padre, después de tantos años no había podido someterla, así que se sometió a sí mismo a los bajos instintos, a tabernas y burdeles. 

La mujer había decidido partir en el carruaje hacia tres días, para acompañar a la hermana mayor de Catarina en su segundo parto, le habría gustado estar ahí, pero su salud nunca había sido un punto fuerte. 

Con un suspiro de resignación decidió que el cuervo parado en la ventana no estaba ahí por su vida, así que se dio la vuelta y miró el resto del ático, como la luz del atardecer entraba por las ventanas, haciendo que los finos rayos del sol le permitieran observar como las motas de polvo se levantaban cuando caminaba… “polvo eres y en polvo te convertirás”   

Sabía que su estado de ánimo era fúnebre en esos días, ya que esperaba con ansias alguna noticia de su madre, para saber sobre su hermana Catalina, y el nuevo integrante de la familia. Una carta, un heraldo… algo. 

Con resignación bajó las viejas escaleras de madera, deteniéndose por la mitad, sintiendo su corazón acelerado palpitar de manera desbocada, incluso podía ver como los holanes grises del vestido verde se movían en sincronía con sus latidos. Por un momento respirar se hizo difícil, así que cerró los ojos y contuvo las ganas de gritar, no iba a alarmar a nadie por algo que sabía no era nada. Su piel se cubrió de una capa de sudor frío, por unos segundos parecía que su cabeza daba vueltas, así que se recargó sobre la pared y esperó. 

Escuchó un carruaje llegar a la entrada de la casa, fue consciente del ajetreo de los sirvientes para recibir a quien llegaba ¡Quizá al fin tendría noticias de su madre! 

Se puso de pie, sin saber cuánto tiempo había pasado sentada sumida dentro de su malestar. Caminó con cuidado mientras alisaba su vestido y verificaba que su cabello estuviera en el lugar adecuado. Salió por la puerta que la separaba de la casa y la cerró con cuidado, esperando poder volver al ático cuando no hubiera visitas. 

No sabía en qué lugar de la casa se estaba ocultando su padre con la resaca correspondiente de ese día. Ella tenía una opinión sobre ese hombre, mas decidía mantenerla dentro de sus pensamientos e ideas, no todos aceptarían que una mujer solterona se quejara sobre el patriarca de la familia. 

Avanzó rápido por el pasillo, observando las grandes ventanas con las cortinas doradas, los suelos limpios en los que sus zapatos provocaban un desesperante sonido, libros abandonados  por  cada  rincón,  ignoró  la  entrada  a  la  biblioteca  y  fue  directamente  a  las escaleras  que  la  guiarían  al  recibidor  de  la  casa.  Apretó  fuerte  la  madera  para  evitar  que  la visita  se  diera  cuenta  de  cuan  mal  se  encontraba  su  dolor  de  cabeza. Observó  las  flores  sobre  la  redonda  mesa  del  centro.  

Víctor,  el  mayordomo,  abrió  la  puerta doble  de  madera  finamente  tallada  y  cristal  que  dejaba  traslucir  la  hermosa  luz  cada mañana.

 ―Señorita  Catarina― saludó  una  de  las  ayudantes  nuevas, mientras  pasaba con  un  montón de  sabanas  limpias  sobre  sus  manos.

 ― ¿A dónde  llevas  eso?―  preguntó  desconcertada.  Ella  no  había  dado  la  orden  de  alistar los  cuartos―  ¿La  señora  Úrsula  ha  regresado  ya? 

―No, señorita―  respondió  la  sirvienta  agachando  la  cabeza―.  Pero  su  hermano  ha  llegado en el  carruaje,  nos  ordenó  limpiar  los  cuartos.  Su  esposa  e  hijos  lo  acompañaran  más  tarde. 

―Puedes  irte.   

Terminó  de  bajar  las  escaleras  y  se  detuvo  junto  a  la  puerta,  justo  a  tiempo  para  ver  como llegaba  otro  carruaje.  

 ―Habrá  vida  de  nuevo  en  esta  casa,  Víctor―  comentó  para  que  el  mayordomo  la escuchara. 

―Estoy  seguro  de  eso,  señorita.

 ―Pide  que  preparen  una  cena  especial,  seremos  seis  esta  noche. 

El  mayordomo  asintió  y  se  apresuró  hacia  los  tres  escalones  que  separaban  la  puerta principal  del  lugar  al  que  los  coches  llegaban.  

Un  par  de  mozos  se  acercaron  a  llevarse  los caballos. 

 Y  tres  maravillosos  niños  de  oscuro  cabello  bajaron  corriendo  y  se  lanzaron  a  sus brazos. 

― ¡Tía  Catarina!―  exclamaban―  ¡Se  me  ha  caído  un  diente!   

― ¡A  mí  me  han  comprado  un  libro  nuevo!

 ― ¡Pronto  me  presentaran  ante  la  comunidad! 

― ¡Estoy  tan  feliz  de  verlos!―  sonrió  Catarina  mientras  los  recibía.

 ―Saben dónde nos quedaremos. Vayan a  lavarse  para  cenar―  ordenó Mireya,  la  madre  de los  niños. 

―Es un gusto verte― dijo  Catarina,  al  tomar  las  manos  de  Mireya―.  Me  alegra  tenerlos  en casa. 

Mireya  le  regaló  una  sonrisa  y  regresó  el  apretón  de  manos. 

―No dejaron de hablar sobre ti en  todo el camino. Creo que  Nicolás  está ansioso por hablar contigo  acerca  de  su  nuevo  libro.  Jonatán  te  mostrara  su  diente  caído  cada  vez  que  tenga  la oportunidad…  Y  Sebastián,  no  sé  cómo  explicarle  que  la  presentación  con  la  comunidad  no requiere  demasiada  preparación. 

―Estoy segura de  que  lo entenderá. Buscaré a  mi  hermano para  cuidar los  detalles de  todo, mientras  tanto  descansa. 



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En el texto hay: familia, romance

Editado: 08.06.2021

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