Bajo corriendo las escaleras, solo me quedan diez minutos para llegar al hogar de niños. Desde hace un año, exactamente desde que perdí a mi bebé, colaboro en un hogar de niños huérfanos, ayudando y dando clases a niños de entre seis y diez años. Soy profesora de dibujo, y me encanta este trabajo, ayudar a esos niños me ayuda a mitigar un poco la pérdida de mi pequeño hijito. Salgo a la calle, tomo un taxi, ya que mi esposo no me deja manejar desde aquel trágico día. Bajo casi corriendo del taxi, y me encuentro con la señora Montes que sale con un grupo de niñas. Pero una llama poderosamente mí atención, es una niña de cabellos negro y unos ojos impresionantemente oscuros, que te mira con una tristeza que te desgarra el alma.
-¡ Buenos días, señora Montes!- saludo cordial.
-Buenos días! ¿ Cómo está señora Medina?- me dice con una gran sonrisa.
- Como siempre los niños la están esperando ansiosos- agrega jovial.
La niña me mira con una sonrisa tímida y siento que todo se ilumina a su alrededor.
Es una niña de alrededor de trece o quince años, no más que eso, pero es muy delgadita y lleva en su mano una vieja muñeca que pareciera una parte de ella misma. Esa jovencita me hace tener unos sentimientos raros en mi interior .
Le dedico una sonrisa y ella me la devuelve.
-Buenos señora Montes, yo sigo mi camino, porque voy tarde- me despido.
- Si..vaya tranquila, que yo tengo que llevar a estas señoritas al médico a consulta mensual-aclara ella.
Y allí las dejo encaminandome al lugar donde cada sábado imparto clases de dibujo.
Editado: 03.01.2023