14 de abril. 2:57 pm.
Isla Albaldah.
A los bordes del pueblo.
–¿Segura de que es por aquí? –preguntó. –El rastro es débil, pero estoy segura –respondió la voz de una mujer.
Dos figuras encapuchadas que recorrían el camino que los llevaría a un bar. Bar “estrellas”. Al ingresar al establecimiento trajo consigo la mirada de los parroquianos, miradas que trajeron desconfianza y algo de temor al encapuchado de más baja estatura.
–¿Cómo es que pudo entrar en un lugar así? –preguntó la más baja en un susurro.
–El instinto de supervivencia hace muchas cosas –le respondió el segundo encapuchado.
Un bar cuyos clientes miraban a los recién llegados con desprecio y desconfianza, establecimiento que a pesar de ser aun de día los clientes eran entre 15 a 20. Sin detenerse un momento para mirar en su totalidad el panorama, avanzaron hasta llegar a la barra donde se sentaron en dos de los bancos al frente de esta.
–Aun la sientes –preguntó el de estatura mayor.
–El rastro es débil –respondió– pero es seguro de que estuvo aquí.
–¿Qué quieren? –se acercó el dueño.
–Queremos hablar con el dueño –pidió la mujer.
–Yo soy –respondió– ¿Qué quieren?
–Buscamos a una persona –hablo el mayor.
–Aquí no está –dijo rápidamente–. ¡Largo!
–¡Por favor! –Pido la mujer–. Necesitamos saber que fue de ella.
–Así que es mujer. –Dijo el dueño mientras llenaba un vaso de cerveza para uno de sus clientes–. Tal vez unos miembros de la guardia estén acostumbrados a las respuestas rápidas, pero aquí todo se cobra amiga, y la información aún más.
–No somos miembros de la guardia.
Palabras pronunciadas por la mujer para ser acompañadas por la acción de bajar la capucha que cubría sus rostros.
Una mujer de cabello rubio cenizo, ojos marrones, piel morena clara, complexión delgada, estatura 1.72. Un hombre de cabello cobrizo, ojos grises, piel blanca y complexión fornida, estatura de 1.84.
–¿Cuánto quiere por la información? –preguntó el hombre.
–Dos mil Eps. Por pregunta –respondió haciendo el ademan de dos con su mano derecha.
–Olvídalo –dijo el hombre.
–Daiki –interrumpió su compañera y así evitando que se levantara de la barra–. El rastro es débil y con mi inexperiencia peor. ¡No seas tacaño y paguemos! ¡Recuerda que es la vida de la princesa o el acceder que el hombre que lo causo suba al trono! –la mirada de aquella mujer dejo el miedo para ser una amenazante hacia el llamado Daiki.
–Bien –accedió regresando al asiento.
–Entonces es cierto que la princesa escapo –hablo el dueño.
–¿Qué?, ¿Acaso el pueblo sabe acerca de que la princesa Sakura desapareció? –preguntó con sorpresa en su rostro.
–Son dos preguntas –respondió extendiendo la mano– son dos mil por cada una.
Soltando un suspiro en forma de ruego ambos sacaron el objeto donde mantenían su dinero.
–La segunda –especifico Daiki golpeando la mano del hombre para colocar el dinero en ella.
–El pueblo no lo sabe, pero el rumor corre por aquellos a los que la guardia caza –respondió guardando el dinero en su bolcillo.
–¿Estuvo aquí? –siguió la mujer colocando el dinero en la barra.
–Si.
–¿Eso es todo? –dijo Daiki.
–Eso es una pregunta más –respondió extendiendo su mano.
–Fue mi culpa –defendió la mujer–, no especifique.
–Es un estafador Jimena –dijo el Daiki colocando más dinero en la barra–. ¿Hace cuánto?
–Un mes.
–Pero si escapo hace casi dos meses –hablo Jimena mirando a su compañero–. ¿Por qué aparecería en un lugar así?, ¿Qué aspecto tenía?
–Cansado –respondió tomando el dinero de Jimena.
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Editado: 15.06.2020