Peach
¡¡Dos horas!!, ¡¡Dos malditas horas llevo de vuelo!!, ¡¡No aguanto más!! A mi lado se encuentra sentada una rubia que lleva su brazo derecho lleno de tatuajes, me gustan mucho. Son unas flores rojas y amarillas rodeadas de espinas las cuales le dan un aire oscuro y misterioso, pero no para de dar la lata sobre su marido y como este le fue infiel con su mejor amiga ya me se la historia de memoria de las tantas veces que me la ha contado y eso no es nada en comparación con el insoportable dolor de pies que tengo. El vuelo solo hace escala en Londres y aun falta mucho para llegar, así que tengo que resignarme y aguantar.
Dejo de lado el constante parloteo de la rubia y reviso el último mensaje que recibí antes de subirme al avión. En el se puede apreciar la decepción con que fue escrita cada palabra y la tristeza que me trasmiten al leerlas. En parte creo que me lo merezco, pero, no debería sorprenderse. El conoce a su hija mejor que nadie y que me haya montado una fiesta a lo "Proyecto X", es algo irrelevante, teniendo en cuenta en los líos que me he metido durante todo el año. Pero claro está que no pude salir ilesa de esta, pues me han mandado a vivir con mi hermano, Oliver.
Que tontería.
Como si fuera a cambiar mi forma de ser viviendo con mi hermano. Al contrario, lo que me a hecho ha sido un favor, aunque en cierto modo siento lástima por Oliver, todo le cae encima al pobre. Sin embargo, pienso tomarme este "castigo" como unas vacaciones más, y estoy muy segura de que Oliver no se opondrá a eso.
Resoplo resignada y dejó caer el teléfono sobre mis muslos. Una azafata se acerca a donde estoy sentada.
—¿Desea ordenar algo señorita? — pregunta con diplomacia.
— Un café negro, por favor. — respondo ya que no quiero cerrar ni un solo ojo esta noche. El solo pensar en que este avión se caiga me hace tragar en seco y más si tengo en cuenta el accidente de hace tres semanas atrás, y para empeorar las cosas he visto el video que circula por las redes, que no para de reproducirse en mi mente una y otra vez.
— Enseguida se lo traigo. — le pregunta lo mismo a mi compañera antes de esbozar una sonrisa diplomática y marcharse en busca del café.
Busco en mi mochila uno de los libros que traje para distraer mi mente. Es una saga, pero aún voy por el primero, y la verdad es que me tiene muy enganchada. Sin embargo la personalidad de la protagonista no es de mi agrado, es muy tímida y sumisa, demasiado para mi gusto diría yo. Espero y tome la decisión correcta al final. Abro el libro por donde lo dejé y empiezo con la lectura, no obstante me es imposible concentrarme con la voz de la rubia aún parloteando. Es como un maldito disco rayado repitiendo lo mismo con lo mismo cada tres minutos.
— ¿Sabes? Creo que necesitas esto más que yo. — le doy el maldito libro y me levanto de mi asiento para ir al baño.
—¿A dónde vas? — pregunta la misma.
— Al baño. — me encojo de hombros y ella asiente con la cabeza antes de ensimismarse con la lectura.
☆☆☆☆
Después de quince horas de vuelo junto a la rubia, la cual lloraba como una magdalena cada vez que leía una escena romántica del libro, llego a mi destino. Avanzo entre el montón de personas junto con mis maletas en busca de mi hermano, Oliver. Y si. Vive en California. El día que nos dio la noticia de su mudanza mi padre pego el grito en el cielo. Pues que su único hijo hombre decidiera alejarse de él le resultó un poco chocante, teniendo en cuenta que Oliver siguió sus pasos en el mundo de la abogacía. Mi hermano es uno de los mejores abogados en Sídney y ahora aquí en California. Siempre ha sabido llevar muy bien esta profesión a pesar de que no le guste. Por otro lado, mi padre dejo caer todo el peso de la empresa familiar sobre sus hombros, haciendo que mi hermano explotará de impotencia ya que eso no era lo que tenia planeado para su futuro, pero no le sirvió de mucho plantarle cara a mi padre ya que si no hacia lo que el decía nos iba a desheredar. Y si, estoy hablando en plural, si mi hermano no tomaba las riendas de el negocio al ser el hijo mayor, nos dejaba a mí y a él sin un duro. Y bueno, está bastante claro cuál fue su decisión. Desde entonces Oliver es propietario de la empresa familiar, y la verdad es que le ha ido muy bien a pesar de todo.
Sigo buscándolo con la mirada por todo el Aeropuerto pero no logró localizarlo, así que busco mi teléfono para llamarlo. Sin embargo no lo encuentro en mi bolso, busco y rebusco, pero no hay nada.
—¡¡Joder!!
Como no me di cuenta antes. Me llevo las manos a la cabeza y golpeó mi frente. La maldita rubia parlanchina... ¡¡ El libro!!, ¡¡ El teléfono!!, me cago en la madre que la parió. Doy media vuelta sobre mis talones y me echo a correr en busca de esa hija de su madre. Miró hacia todos lados como una desquiciada total, con prisa voy apartando a las personas de mi camino las cuales se quejan y lamentan de los empujones que les doy. Es tanto mi ajetreo y aturdimiento por encontrar a la rubia que terminó chocando con otra persona a la vez que mis pies se enredan con la maleta y caigo de bruces en el suelo o mejor dicho sobre el cuerpo de alguien.
Me apartó el pelo de la cara y levantó mi cabeza a la vez que apoyó mis manos sobre algo duro y musculoso. Abro mi boca para pedirle perdón al pobre desgraciado que atropellé pero me quedó atónita con lo que mis ojos ven.
Mi rostro está a pocos centímetros del suyo, así que puedo verlo en todo su esplendor. Labios carnosos, cejas oscuras y espesas, nariz respingada y mandíbula perfilada. Madre mía. ¿De dónde ha salido este hombre? Sus ojos azules me tienen totalmente hechizada, son tan expresivos y salvajes como su dueño. Es todo un modelo de Calvin Klein. Su cabello castaño casi miel le cae sobre la frente rizado y alborotado. Oh. Dios. Mío. ¡¡ Que ojos!! ¡¡ Que cara!! ¡¡Que cuerpo!! ¡¡¡Que hombre!!!
Sus iris azules me observan con detenimiento y no se porque tengo esa agradable sensación en mi estómago que me hace remojar mis labios y pestañear repetidas veces. Pero qué diablos me pasa?!?!?