Sunny

TREINTA Y CINCO

Cuando abrió los ojos, Sunny necesitó algunos segundos para procesar lo que sucedía. Estaba tirada en su cama y había un cuerpo desparramado a su lado, no necesitó demasiado tiempo para comprender que acababa de pasar la noche con Max y de repente los recuerdos de la noche anterior llegaron a su mente.

Cómo se había enrollado en un baño de la discoteca, cómo salieron casi huyendo de allí apenas unos minutos después enviándole un mensaje de texto a Venus, solo para luego encerrarse allí en medio de la madrugada a seguir dándole rienda suelta a lo que fuera que los había poseído en esa pista de baile.

Enterró la cara en su almohada. Y entonces escuchó lo que realmente la había arrancado de su delicioso sueño. Afuera, en algún lugar del departamento, alguien estaba... ¿discutiendo?

Sunny bostezó antes de ponerse de pie y dirigirse hacia la puerta para ver qué carajos estaba pasando ahí fuera, pero cuando estaba a punto de salir solo envuelta en sus sábanas para ver por qué diablos Patrick tenía aquel desastre un sábado en la mañana, escuchó la voz de Betty y se paró en seco.

¡Maldición! ¿Qué hacía allí?

Ella no tenía idea, pero atinó a correr hacia la puerta y echar el cerrojo que por las prisas no se había preocupado en tocar la noche anterior justo antes de dejarse caer contra la puerta. ¿Qué se suponía que haría ahora? ¿Qué haría con Max? ¿Y por qué diablos estaba Betty en su casa?

La discusión en el pasillo se hacía cada vez más cercana, hasta que ella pudo escuchar claramente las palabras entre la niña y su mejor amigo.

—Sunny está dormida, ¿por qué no esperas en el salón mientras yo la llamo?

—Yo la llamaré. Me está esperando porque acordamos ir al cementerio hoy.

Sunny cerró los ojos y maldijo en silencio. El maldito viaje al cementerio, claro. No lo había olvidado, solo lo descartó porque en vista de que Kat Taylor había regresado a casa y Kristal no estaría con Betty en el fin de semana, ¿quién se supone que las llevaría?

De hecho, ¿Betty cómo había llegado a la casa?

Apartó esas preguntas de su cabeza un momento, ya se lo preguntaría a ella misma más tarde. Corrió hasta su cama, donde Max continuaba desparramado sin ser siquiera consciente del desastre que podría ocurrir si Betty pasaba esa puerta y lo encontraba allí, desnudo, con ella.

La discusión tras su puerta seguía y Sunny estuvo a punto de preguntarse cómo era posible que Pat no pudiera hacerse cargo de una niña de doce años, pero una voz maliciosa le dijo que, hasta unas pocas semanas atrás, ella tampoco podía, así que se mordió la lengua y sacudió a Max.

—Oye —susurró—. Tienes que levantarte.

Necesitó repetir esa acción al menos tres veces antes de que él abriera los ojos y la mirara como si no tuviera idea de nada, que era lo que solía pasar la mayoría del tiempo, si era sincera.

—¿Qué...? —antes de que él pudiera decir nada, Sunny le cubrió la boca con su mano izquierda. Que Betty lo escuchara era casi tan malo como que lo viera.

—También tienes que hacer silencio, porque Betty de alguna forma está ahí fuera y ambos sabemos que va a ser terrible si se entera de... esto —murmuró. Lo miró a los ojos esperando a que comprendiera lo que acababa de decirle y cuando los ojos de Max se abrieron, sorprendidos, entonces lo soltó.

—Pero por qué...

Dejó de hablar cuando escucharon como alguien, claramente Betty, intentaba abrir la puerta que, por suerte, Sunny había trabado minutos atrás.

—No lo sé, pero tienes que esconderte.

—¿Esconderme dónde? —cuestionó él, recorriendo la habitación con la mirada.

Sunny hizo lo mismo. No había muchos lugares donde esconderse en su habitación porque ella nunca se imaginó que se vería en una situación como aquella. Grave error, tal vez sí debió llevarse de ese consejo de mierda de su padre de siempre esperar lo peor.

—Sunny, soy yo, Betty —gritó la pequeña, volviendo a tocar la puerta.

Ella volvió a mirar a Max, con los ojos llenos de terror.

—Tienes que esconderte ahora, por favor —susurró, volviendo a mirar toda la habitación—, métete en el closet, siempre funciona.

—¿El closet, en serio? ¿Qué somos? ¿Una película de bajo presupuesto sobre infieles? —se burló.

—¿Puedes dejar de hacer bromas y tomarte algo en serio? Tu hermanita está ahí fuera y va a arrancarnos la piel si te encuentra aquí.

—¿Le tienes miedo a Betty?

—¿Tú no?

Max pareció pensarlo un momento.

—Un poco sí, a veces. Solo no la dejes pasar.

Sunny enarcó una ceja, pero no dijo nada más. ¿Ella desde cuando había podido ponerle límites a Betty? Agradeció cuando Max sin decir ni una palabra, se levantó de la cama, sin importarle que tan desnudo estaba y caminó hasta encontrar sus calzoncillos en el suelo, los tomó con calma y se los puso justo cuando Betty volvía a tocar.

—Sunny, ¿estás ahí...?

—Sí. Ya voy —respondió, intentando fingir una voz somnolienta mientras empujaba a Max hacia su closet.

Recogió los restos de su ropa que estaban desperdigados por el suelo y se las entregó antes de cerrar la puerta del closet e ir hacia la de la habitación, todavía envuelta en las sábanas. Abrió solo lo suficiente como para poder ver a Betty, parada en medio del pasillo, con un tembloroso Patrick al lado.



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En el texto hay: romance, niniera, comedia juvenil

Editado: 04.10.2024

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