El miércoles en la tarde, Sunny salió de su última clase del día harta y con dolor en el rostro de tanto contener los bostezos. Se frotó los ojos y se recogió el pelo en una coleta desarreglada.
Se suponía que, dado que aquella era su primera semana de vaga desempleada, debía estar descansada, fresca como lechuga, pero aquellos últimos días habían sido un ir y venir y en esos momentos se cargaba encima era una resaca del demonio que no la había dejado prestar atención a ninguna de sus clases.
Sólo necesitó dar un par de pasos fuera del aula para que sus ojos se fijaran en la persona al otro lado del pasillo y sin poder controlarlo, enarcó una ceja, aunque algo en su interior dio un vuelco. Max se encontraba recostado de la pared y era evidente que la esperaba a ella y pudo haberse sorprendido, pero dado que prácticamente lo había visto a diario en los últimos cinco días, era prácticamente normal que estuviera allí, excepto por un par de detalles.
—¿Qué haces aquí? —inquirió cuando se encontró frente a él. Sintió ganas de pisarle el meñique cuando él le lanzó esa sonrisa prepotente que parecía haber convertido en su marca personal.
—¿Te esfuerzas en hacer siempre las preguntas menos corteses?
—Tú provocas su generación espontánea —murmuró e insistió: — ¿Cómo me encontraste?
Max se encogió de hombros.
—Llamé a Patrick.
Sunny le lanzó una mirada confundida antes de comenzar a caminar por el pasillo. Agradecía haber acabado con su última clase del día, porque no creía tener paciencia para soportar a Max y luego a otro maestro desesperante.
—¿Y cómo tienes el número de Patrick?
—Porque Venus me lo dio.
Ella se contuvo para no poner los ojos en blanco. Parecía como si en los últimos días Venus se estuviera esforzando por no dejarla en paz y, de hecho, era en parte la culpable de que Sunny llevara toda la semana coincidiendo con Max de una forma poco sutil. El lunes usó la excusa de Kristal, y su incipiente romance o lo que fuera que se traían entre manos, el martes había querido mostrarles una receta que había aprendido de internet…
Y claro que Sunny se negaba, pero a ella no parecía importarle, y a Max mucho menos.
—¿Qué quiere ahora?
—No tengo idea, me llamó y me dijo que “todos” estaban en su casa. Luego me pidió que te llevara allá, aunque es casi como si tú me llevaras a mí.
Justo acababan de cruzar el umbral del edificio y aunque había un montón de estudiantes subiendo y bajando las escaleras, gente que corría a sus clases o de regreso a casa (justo como ella quería hacer) Sunny se detuvo de golpe.
—¿Estás diciéndome que por alguna razón tengo que llevarte a casa de Venus solo porque “todos” están allá? —cuestión, haciendo la misma inflexión en la palabra todos.
—Y además hay cervezas.
—¿Sabes dónde más hay cervezas? En mi casa —replicó, cruzándose de brazos.
—¿Eso es una invitación?
Sunny sintió ganas de golpearlo en la nuca, pero se contuvo. No recordaba tener tantos pensamientos violentos en su vida, ni siquiera con Patrick y eso era mucho decir. Max la exacerbaba de una forma en la que ni siquiera quería pensar, y lo peor era que parecía disfrutarlo el muy canalla.
Le dio la espalda sin responderle y comenzó a bajar las escaleras, al cabo de un par de segundos Max la alcanzó sin ningún esfuerzo y deslizó su brazo por encima del hombro de Sunny.
Ella no pudo evitar tensarse, pero continuó caminando.
—¿Por qué me rodeas con tu brazo? —masculló intentando disfrazar el ligero temblor en su voz.
¿Tardaría mucho más en desaparecer ese cosquilleo cada vez que él la tocaba? Aquello la hacía sentir estúpida e infantil y Vivi se avergonzaría de sus dotes actorales si la veía intentando ocultarlo. Seguro que Max también podía notarlo.
Él deslizó su mirada de uno a otro, con calma. ¿Era su percepción o intentaba hacerla enojar cada segundo?
Una vocecilla en su interior le gritó que tal vez lo había descubierto un poco tarde.
—¿Esto que hago? Es un abrazo, Sophie, pareces muy llena de ira y eso merma tu energía vital.
Sunny hizo una mueca e intentó apartarlo de un manotazo, pero él ni se movió.
—En serio, tienes que dejar de leer esas revistas, Max, y suéltame ya.
En lugar de hacer caso, él se detuvo en medio de la escalera, la hizo girarse y entonces la abrazó, apretando con sus brazos solo lo suficiente. Si antes no estaba bastante tensa, ahora sí que superaba su propia marca.
—¿Estás loco? —dijo entre dientes y cerró los ojos para no mirar a las personas que pasaban por su lado.
—Vamos, Polly, inhala paz y exhala rabia.
—Estamos en medio de las escaleras, Max, en medio del campus. Y la mitad de las personas nos están mirando.
Sin decir nada más, y aun en la misma posición, él la levantó del suelo y comenzó a descender los cinco peldaños que los separaban de la tierra firme. Sunny tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no comenzar a patalear y atraer las miradas del resto de personas hacia ellos.