Sunny

CUARENTA Y UNO

Si alguien le preguntara por qué estaba tirada en su cama, comiendo Cheerios y recostada contra el pecho de Max mientras veían Modern Family, Sunny no sabría cómo responder. ¡Qué suerte que no había nadie en casa para preguntarle!

—¿Recuérdame por qué estamos viendo esto? —preguntó, después del segundo capítulo.

La verdad era que sí le gustaba la serie, pero había descubierto cierto placer en molestar a Max, aunque él nunca dejaba de reírse como si ella no tuviera idea de lo que estaba diciendo, justo como hacía en ese momento. Ella no podía verle la cara, pero sentía las vibraciones de su pecho.

—Porque es la mejor serie del mundo.

Sunny se mordió el labio inferior para contener la risa.

—Patrick dice que la mejor serie del mundo es Game of thrones —murmuró, llevándose un puñado de Cheerios a la boca.

Max volvió a reír.

—Patrick no tiene idea de nada. ¿Por qué querría ver gente matándose cuando puedo ver a papás incompetentes y un par de gays criando a una bebé asiática?

—Creí que los gays eran los incompetentes —se burló.

—Todos los son, esa es la magia de la serie —señaló, volviendo a reír.

Sunny nunca se atrevería a admitir que le encantaba sentir la vibración de su pecho contra la espalda. Preferiría esperar hasta estar sola en la noche para pensar detenidamente en por qué, de repente, ella y Max parecían tan íntimos. O tal vez mejor ni pensara en eso.

¿Por qué no estaban teniendo sexo? Eso es lo que deberían hacer los... ¿Qué eran? ¿Follamigos? Daba igual, ver series acurrucados y comer Cheerios eran cosas que hacían las parejas, no ellos. Nunca ellos.

—Tengo hambre —dijo Max, interrumpiendo sus pensamientos.

Internamente lo agradeció. Lo que menos quería en eso momentos era ponerse a pensar.

—¡Qué suerte! Yo tengo cereal.

—Esa cosa es para ancianos, la gente cool no come Cheerios, comemos fruit loops, o qué sé yo.

—Entonces tendrá que excusarse, su genialidad, porque no tengo fruit loops para usted —se burló, llevándose otro puñado aún más grande a la boca.

Max alargó el brazo hasta alcanzar su teléfono.

—Mejor pediré pizza.

Sunny tuvo que contenerse para no poner los ojos en blanco. Se giró hacia él y enarcó una ceja.

—¿Nunca comes cosas saludables?

—La pizza es muy saludable, Sophie, es una comida completa —murmuró mientras tecleaba en su teléfono— ¿Napolitana o barbacoa?

—Lo dejaré en tus sabias manos.

Veintisiete minutos después, estaban tirados en la cama comiendo pizza napolitana con el ruido de la televisión de fondo. Max le contaba una historia tonta de algo que Mike había hecho y, aunque honestamente no le importaba mucho, había algo que la obligaba a mirarlo fijamente cuando hablaba.

Y obviamente ese algo estaba mal, pero ¿qué podía hacer ella al respecto?

O tal vez se tratara de que no quería hacer nada al respecto. Tal vez, desde el momento en el que sostuvo la primera conversación con Max y se dio cuenta de que no era el imbécil que había pensado que era, estuvo consciente de que debía alejarse de él y de no ser así, recibió una señal con luces de neón cuando dejó que se quedara a dormir con ella, cuando aceptaba ir a lugares donde sabía que estaría... Por Dios, si la mayor señal había sido prácticamente pasar todo el fin de semana encerrada con él actuando como si fueran algo más de lo que jamás serían.

Dejó su rebanada de pizza a un lado y se levantó de la cama, provocando que Max la mirara sorprendido.

—¿Qué pasa, Sally?

—Yo... Hmm... es que... —paseó la mirada por todos lados, ¿qué carajos podía decirle? —Es que me duele un poco la espalda. Creo que estoy algo cansada, yo...

Max ladeo la cabeza y enarco una ceja.

—¿Estás intentando deshacerte de mí, Polly?

Por alguna razón, Sunny tuvo que morderse los labios para no sonreír, no tenía idea de por qué aquella situación le causaba gracias, o por qué Max parecía de tan buen humor mientras notaba que lo estaba echando de su casa.

—Tal vez...

Para su sorpresa y demostrando que su salud mental no era ideal, Max sonrió y se levantó de la cama.

—Pareces demasiado decidida a destruir mi dignidad, pero no me quejo —murmuró mientras tomaba su camiseta arrugada y hacia el favor de cubrirse, cuando sus ojos volvieron a encontrarse, él pareció notar el desconcierto en los ojos de Sunny porque le guiñó un ojo antes de inclinarse y tomar sus zapatos—. Igual tenía que irme, pero llámame, Marcy, rescata un poco de mi ego.

Ella quiso decir algo, pero no se le ocurrió nada que responder y antes de que su cerebro reaccionara, Max se inclinó hacia ella y la besó. Fue algo fugaz, apenas un roce, e igual la dejó tan desconcertada que no acertó a moverse mientras Max salía de su habitación, pasaron al menos un par de minutos antes de que escuchara la puerta principal cerrarse.

Apretó los puños, porque ni loca haría esa cosa tan estúpida de tocarse los labios, pero ¿Qué carajo fue eso? No el beso. Porque claro que habían compartido besos y mucho más, pero el gesto... Era demasiado íntimo, sobre todo para ellos.



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En el texto hay: romance, niniera, comedia juvenil

Editado: 04.10.2024

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