Sunny

CUARENTA Y CUATRO

Sunny cerró la puerta tras ella y lanzó una mirada inútil al salón. Era obvio que no había nadie más allí, pero igual gritó, solo para confirmar.

—¡Pat!

Como era de esperarse, su amigo no contestó, así que fue directo a la cocina para dejar las bolsas que había traído del supermercado. Por lo general Patrick siempre era quien iba por las compras, pero una parte oculta de ella, que no quería admitir que se estaba convirtiendo en una señora, se calmaba comprando chucherías y después de lo que había presenciado en casa de los Taylor, nadie podía decir que no lo necesitaba.

Acababa de tener la tarde de té más incómoda de su vida, que era mucho decir cuando ya iba mentalmente preparada para pasar la tarde con té, galletas y una niña de doce años. No podía sacarse de la cabeza la expresión de Max o sus gritos, porque era una parte de él que nunca había visto. Apartó de su mente la idea de que no lo conocía mucho y se abrazó a la voz dentro de sí que le dijo que así debía ser.

Miró las bolsas de sus compras. En serio estaba comprometida con tener una noche divertida con su mejor amigo, así que había comprado un montón de basura para picar y, además, los ingredientes para prepararle a Patrick sus hamburguesas caseras favoritas. En serio estaba inspirada.

Lanzó un vistazo al reloj y volvió a preguntarse por qué diablos Pat aun no regresaba a casa. El muy estúpido había tomado un examen en la mañana, al menos eso creía, no entendía por qué aun no volvía, así que, resignándose a arruinar su sorpresa, tomó su celular, les tomó una foto a las bolsas desparramadas sobre la encimera y se la envió a su amigo, luego le escribió un “Voy a hacer hamburguesas caseras y dejaré que me atormentes con películas de romance. Llega a tiempo, no lo arruines”.

No recibió respuestas, pero el cretino al menos la había leído de modo que quedaría en su conciencia si ella tenía que comerse sola toda esa comida. Con esa idea en la cabeza se puso manos a la obra al tiempo que trataba de sacar a Max y a Betty de su cabeza.

Cada segundo que pasaba la voz en su cabeza que le decía que no era su problema se hacía más débil, cuando volvió a ser consciente el pollo estaba en una sartén frente a ella y ya le había enviado a Betty un mensaje de “¿Todo bien?”.

La respuesta no se hizo esperar

Betty👽: Sí.

Betty👽: ¿Todo bien contigo?

Sunny echó un vistazo a la estufa antes de contestar.

Sunny: Estoy haciendo hamburguesas de pollo.

Betty👽: No pensé que supieras cocinar.

Sunny: Solo sopa y hamburguesas.

Su intento de relajar las cosas era miserable, no estaba logrando nada con Betty, la niña ni siquiera respondería eso, estaba segura. Tenía que tomar el toro por los cuernos.

Sunny: Oye, ¿hay algo que quieras contarme?

Sunny: Te veías triste hoy.

Tan pronto como envió el mensaje, se arrepintió y, por un momento, pensó en borrarlo, pero la niña ya lo había leído así que no tenía caso. Pasaron algunos segundos en los que Sunny la vio escribir y parar al menos tres veces antes de que al fin apareciera un mensaje.

Betty👽: ¿Quieres saber por qué peleaban? ¿cierto?

Sunny suspiró. Claro que quería saberlo, la curiosidad la carcomía, pero esa no era la razón por la que le escribía a Betty, en serio quería saber cómo estaba.

Sunny: Estoy preocupada por ti.

Admitir aquello se sintió serio. Ella no solía ser muy seria o sentimental, menos con Betty, pero en ese momento en particular el instinto de hermana mayor que no sabía que tenía estaba activado.

Betty👽: Está bien.

Betty👽: Solo pasa que hace mucho no se escuchaban gritos en casa.

Sunny observó su teléfono en silencio por unos segundos, ¿qué podía responder a eso? Ella sabía lo que era vivir en una casa en la que se escuchaban gritos todo el día, pero siempre se encontraba entre los contendientes así que no tenía ningún consejo al respecto.

Sunny: Lo siento.

Era mediocre, pero era lo único que tenía para decir.

Betty👽: No importa.

Betty👽: Tengo que cenar.

No pudo evitar sonreír, Betty obviamente le estaba cortando porque no servía ni para consolar a una preadolescente que prefería ir por un plato de cuscús a sus ánimos.

Volvió a enfocarse en la cena, sus hamburguesas ya estaban listas y casi nada quemadas, así que se dispuso a preparar lo demás. Estaba sirviendo snacks en un tazón cuando escuchó la puerta abrirse y sonrió.

—Justo a tiempo, imbécil. Ve eligiendo qué película ver.

Levantó la vista al no recibir respuesta y sus ojos se quedaron fijos en el par de ojos azules que estaban junto a la puerta y con los que no esperaba encontrarse. En medio del salón estaba su amigo, sí, y junto a él, por alguna razón, estaba Max.

¿Qué hacía él allí? Se suponía que esa noche se trataría de ella y Patrick siendo estúpidos, viendo películas y embriagándose mientras ella no paraba de quejarse, esa dinámica no funcionaría si Max estaba en medio.

—Hola, Sol —Patrick le clavó los ojos y esbozó una sonrisa maliciosa—, estás derramando esas papitas.

Sunny fijó la vista en la bolsa que tenía en las manos, por poco la había olvidado y ahora tenía un desastre de papas sobre la encimera.



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En el texto hay: romance, niniera, comedia juvenil

Editado: 04.10.2024

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