Supernova

[07]

            El resto del día pasó como una neblina por mi mente. Fue como estar en piloto automático el resto de la cursada, hasta en el almuerzo no recuerdo haber tragado más de tres bocados de mi comida o haberme reído de alguna broma que Asher haya soltado. Sentía que no tenía por qué reír, porqué seguir actuando como una persona cuando no lo era. Tenía las cadenas que me aprisionaban pesando en mis manos por una simple palabra que no podía pensar sin que un escalofrío me recorriera la espalda.

Anómala. Tenía una anomalía corriendo por mis venas y eso marcaba mi final.

Fue cuando estaba sentada en la parte de atrás del Jeep de Asher al volver de la escuela que me animé a reaccionar brevemente, horas de tener los hombros tensos empezando a afectarme y me hallé con la mirada de Jamie a través del espejo retrovisor lateral. Su novio me miraba desde el central. Me hubiera encantado sonreírles y actuar como si todo estuviera bien, en el contexto en el que estábamos, pero bien. Penosamente sólo pude girarme hacia la ventana, mis manos aferradas a las mangas largas de mi remera, mis uñas casi perforando la tela. Me centré en escuchar la melodía de la canción del estéreo, y queriendo distraerme con eso de los mil pensamientos que cruzaban por mi cabeza, recuperar el viejo hábito de morderme las uñas no parecía tan asqueroso.

Quería desaparecer, sentía como que tenía que desaparecer. En los ojos del gobierno yo era un peligro, lo dejaban en claro con las armas que cargaban diariamente por las calles e instituciones. No las tendrían porque sí. ¿O no? ¿Podría ser yo una excepción?

Respirar parecía imposible, nunca era suficiente el aire que entraba en mis pulmones para tratar de aliviar la presión en mi pecho. Probablemente eso ayudaba a controlar la necesidad de llorar que tenía, de ahogarme en mis lágrimas lo suficiente para que el destino me tuviera piedad y me ayudara. Cerré los ojos por unos segundos cuando sentí que mi pecho se apretaba todavía más. No sabía qué iba a hacer conmigo.

Una mano en mi muslo me hizo saltar en el asiento, por suerte no causando nada más.

—Tay, ¿estás bien? —Se giró Jamie en su asiento, sus dedos pegados a la tela de mi jean—. Estás callada desde esta mañana, con suerte dijiste más de tres palabras en las últimas horas. ¿Pasó algo? ¿Es por lo de Tom?

Fue instantáneo negar con la cabeza, esforzándome por sonreírle brevemente con la última y poca simpatía que me quedaba.

—No, no —suspiré—. Estoy bien, solo... preocupada por todo, nada más que eso. Es un mal día.

Jamie me conocía como la palma de su mano, era hablar dos palabras y ella sabía si yo mentía o no. Se quedó unos segundos mirándome, los suficientes para dejarme en claro que no iba a creerse esa excusa, pero no dijo nada más y dejó su mano en mi dirección para que la tomara. Asher y ella comenzaron a hablar de alguna tarea que les habían dado en Literatura y yo solo me quedé escuchando, inconscientemente mirando la mano de mi amiga tendida hacia mí. Tuve miedo de agarrarla.

¿Cómo iba a decirles que yo era una anómala? ¿Qué viviría en peligro en caso de que me encontrasen? Sabía que me buscarían apenas se supiera la verdad, que usarían esa arma rara en mí. ¿Podrían matarme? ¿Capturarlos a ellos y a mí familia por cómplices que no sabrían la verdad? Cerré mis manos en puños y las apreté contra mi pecho ante esa idea.

Jamie terminó retirando su mano y me dedicó otra larga ojeada por el espejo retrovisor. Hasta se bajó conmigo del Jeep al llegar a mi casa y sin verlo venir, me abrazó por el cuello con tanta fuerza que me hizo tambalear.

—Voy a llamarte en la noche, ¿sí? —dijo—. Estoy cuando lo necesites y hoy es un día de esos. No me empujes.

Mordí mi labio inferior con fuerza, asintiendo sin pensarlo y la abracé con fuerza también.

—Okey, está bien —me separé con ella que me dio un apretón en mis manos, tan inocente y bondadosa. Necesitaba hablar con alguien, ella era la única que sabía más cosas que los demás, pero; ¿Cómo podría decirle que yo estaba "infectada"? —. Te espero entonces...

Los vi alejarse en el Jeep, mis ojos clavados en la patente hasta que no pude leerla más, y mirando para mi casa, sentí mis rodillas temblar una vez que estuve sola. Antes de siquiera poder soltar una mísera lágrima, recordé que tenía vecinos, y sin darle mucha atención a la galería al buscar las llaves de casa, al abrir la puerta tuve que volver a tragarme el nudo que estaba al borde de desatarse.

Mamá estaba parada en mitad de la sala, vestida con su uniforme, y sin haber notado que yo había llegado. Me confundió verla ahí en su horario laboral, y por más que cerré la puerta, ella no se inmutó. Tuve que caminar hacia la sala para encontrar lo que no dejaba de mirar. Reconocí la nuca de papá sentado en el sillón con la televisión prendida, su rostro entre sus manos, y el enorme título del noticiero me hizo dejar caer la mochila contra el piso.

Estaba el General Gedeón parado en el podio de la alcaldía con Romero a su lado como siempre. Si antes me temblaban las rodillas, al empezar a escuchar tuve que apoyarme contra la pared.

—...En búsqueda de paz y de justicia, en el día de la fecha se declarará obligatorio que cualquier persona que sepa sobre un anómalo, o que se reconozca como tal, se presente obligatoriamente frente a la justicia —sentenció con tal tono dictador que se sintió como si dieran tres cachetazos por cada palabra que soltara—. De no ser cumplido, las consecuencias serán más que severas. La pena de muerte es considerada uno de los castigos en el caso de desobediencia...

...Persecuciones en caso de escape... Nueva arma de defensa que inhabilita a usar sus anomalías...

Muerte a los cómplices.

Mamá, apenas escuchó el estruendo de mi mochila, pareció al fin sentir mi presencia y se acercó a levantar lo que había dejado caer. Papá también se había girado y me regaló una suave sonrisa, ambas miradas de ellos dejándome en claro que no era la única preocupada por el título deslumbrando. No, no habían sido las palabras sentenciadas lo que hacía que mis manos pesaran el doble, por más que explicaran la verdadera razón. Eran las letras rojas del título, el recuerdo del arma en la cadera de los militares, de los soldados persiguiendo a Tom, de mi mochila deslizándose en un ademán. No, ya no era una sensación de aprisionamiento.



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En el texto hay: romance, guerra, poderes

Editado: 02.05.2023

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