Supernova

[09]

Por segundos cerré los ojos, en mi mente todo se detenía y la memoria de lo que estaba viviendo empezó a tatuarse en mi cerebro. Los brazos de mi hermana aferrándose alrededor de mi cintura, los llantos de mi mamá al escuchar los estruendos de golpes en la puerta de entrada y los dedos de papá aferrándose en una de mis muñecas. Apreté los dientes hasta hacerlos crujir, otra mano helada tomándome del brazo y tirando de mí hacia atrás.

Tom logró desenredar los brazos de mi hermana con cuidado, tirando de mí hacia la salida. Yo seguía con los párpados fruncidos. Escuché el sollozo de mi hermana.

— ¡No! ¡Tay!

El dolor que expresó en tan solo mi nombre me hizo volver a abrir los ojos, encontrando la imagen de Morgan tendiendo sus brazos hacia mí y sólo mamá atajándola en un abrazo desde atrás. Estaba escondiendo su rostro en la nuca de mi hermana, ahogando su llanto, su espalda sacudiéndose y delatando su estado que me partió más el corazón.

Papá fue el único que se acercó a nosotros, tomándome del rostro y dejándome un beso en la frente antes de girarse al gemelo. Entre los golpes y los llantos en la cocina, sentí que escuchaba un eco de lo que verdaderamente era.

—Cuídala, te lo pido por favor —le rogó, su voz quebrada. Tom asintió con dureza y mi papá abrió la puerta de salida después de fijarse por la ventana que no había nada. Se volvió hacia el gemelo, sus ojos tornándose rojos y cristalinos—. Gracias por no dejarla sola.

Tom cruzó el marco de la puerta antes que yo.

—Ella hubiera hecho lo mismo-

—Tay, por favor, por favor...

El llanto de mi hermana me debilitó las rodillas, y sin pensarlo, me agaché frente a ella y le agarré el rostro como pude entre lo mojadas que estaban sus mejillas. Le dejé un beso en la cabeza, manteniendo como pude la poca compostura que me quedaba y la hice mirarme fijo.

—Quiero que te cuides, que no hagas estupideces, y que escuches siempre a mamá y papá, ¿sí? —Ella asintió, su labio inferior temblando tanto que fue instinto acercarme más a ella y apoyar mi frente contra la suya—. Te amo, An, perdóname- Perdóname...y cuídate por-

La puerta de entrada pareció abrirse en otro estruendo, varios pasos pesados haciéndose paso por la entrada de mi casa que me helaron la piel. Sin reaccionar rápido, tuve suerte que Tom ya estaba preparado y tiró de mí hasta hallarme arrastrándome hacia la galería trasera, y en otro tirón estaba en mis pies. Lo último que escuché de mi familia fue el llanto ahogado de mi hermana en el pecho de mamá y la puerta cerrándose con cuidado antes de que mis piernas me llevaran lejos de mi casa. De mi hogar. De mi familia que estaba dejando en pedazos y vaya a saber en qué situación de no ser que me encontraran. Sólo pude pensar en lo mejor al tropezarme con los escalones de la galería y siguiendo al gemelo que me estaba por arrancar el brazo si seguía tirando con tanta fuerza.

— ¡Corre, Tay!

El corazón compartiendo la velocidad de mis pasos, apenas pudimos cruzar la primera línea de árboles, me giré una última vez hacia mi casa para encontrarme al borde del llanto una vez más. Llegué a ver a los militares apareciendo por los alrededores de la casa, las armas en alto y listos para entrar también por la parte trasera. Otros se dividieron para acercarse a donde estábamos nosotros y esa fue mi despedida. Terminé saltando las siguientes raíces que se me cruzaron para no pensar en volver y seguir a Tom que ya estaba bastantes metros por delante de mí.

Con el llanto de Morgan impregnado en mis tímpanos, usé mi frustración para correr más rápido entre los árboles, alejándonos todavía más de nuestra última protección y seguridad. Gruesas lágrimas se escabullían por mis mejillas, mi pecho ahogándose en dolor y cansancio por la corrida, pero no me detuve. Llegué a alcanzarlo a Tom y los dos seguimos adentrándonos por el bosque que rodeaba nuestro pueblo.

Empezamos a caminar unos cuantos kilómetros después, cuando las punzadas en mi vientre fueron insoportables y terminé buscando aire a bocanadas. Estaba lejos de ser atlética, claro estaba, y más allá de eso mi situación mental no estaba en el mejor momento para inspirarme. Tom me terminó tendiendo una de las botellas con agua y me obligó a solo tomar unos pocos sorbos. Vaya a saber si íbamos a poder recargarlas pronto.

A pesar de ya dejar de correr tiempo después, no hubo nada que pudiera soltar para romper el silencio entre nosotros. Yo no tenía nada que decir, no sabía qué podría acotar tampoco, y Tom lo único que se animó a hacer es mirarme cada tanto de reojo. Probablemente para asegurarse que no iba a desmoronarme de vuelta en el piso, y por más que era lo que quería y necesitaba, no podía hacerlo. Ya había sido suficiente lo cerca que habíamos estado de los militares en mi casa, no iba a continuar poniéndonos así de cerca cuando ni siquiera sabíamos dónde estaban buscándonos.

Sólo seguimos caminando, yo siguiéndolo a él que miraba el papel que su hermano había escrito y teniendo cuidado de no tropezarme entre tanta raíz que había. Al pasar las horas y el sol comenzando a ponerse en su puesta del atardecer, Tom sacó un paquete de galletitas -las mismas que yo le había dado al ayudarme en matemática alguna que otra vez- y frunció la boca cuando meneé la cabeza.

Soltó un suspiro y terminó acercando todavía más el paquete hacia mí.

—Tienes que comer algo, Tay, no comimos en horas y no dejamos de correr o movernos nunca —me recordó, sólo que mi estómago seguía tan anudado de emociones que no me permitía tener apetito. Él parecía que no iba a rendirse, y sólo para que dejara de insistir, terminé tomando una del paquete y comenzar a mordisquearla de a poco.

Seguimos callados otros minutos más, unas tres galletitas logrando pasar por mi boca y él pareció lo suficientemente satisfecho para no exigirme más. Se terminó las últimas que quedaban, y pensando que volvería a quedarse en silencio, al carraspear la garganta me hizo mirarlo.



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En el texto hay: romance, guerra, poderes

Editado: 02.05.2023

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