Suplantacion: Comienzo Oscuro

Capítulo 6. MIS 12 AÑOS

En la tarde, después de un agradable almuerzo, llegó el momento de retomar la historia. Mateo mostraba una creciente curiosidad por conocer más sobre la vida de Gaby.

Gaby, por su parte, tomó tres respiraciones profundas, antes de continuar su relato.

  • ¿Recuerdas que terminé ayer con el nuevo trabajo que Abigail encontró?

Mateo asintió, por lo que no era necesario repetir lo que ya se había indicado anteriormente.

  • Como eres un niño, intentaré resumirlo sin entrar en demasiados detalles. Mi madre, Abigail, comenzó a trabajar para un hombre llamado Rigoberto Pantoja. Pronto, su relación trascendió la esfera laboral, y se enamoraron. Rigoberto era un millonario soltero y dueño de una próspera compañía.

Después de casi un año de estar saliendo, le propuso a Abigail que, dejara a su esposo y se mudara con él, junto con una de sus hijas. Esta oportunidad era un sueño hecho realidad para Abigail, ya que le prometía una vida de lujos y comodidades. Por lo tanto, ella aceptó esta propuesta.

Mateo interrumpió, mostrando confusión:

  • ¿Por qué solo una? -preguntó Mateo-, no entiendo.

Gaby siempre se había hecho la misma pregunta. ¿Qué tenía de malo para que Abigail no quisiera llevarla consigo? Con el tiempo, había llegado a aceptar esta triste realidad, convencida de que quizás su padre solo, habría fallecido debido al dolor, la depresión y el alcoholismo.

  • No tengo idea de lo que Abigail ni Rigoberto pensaban en ese momento; a veces, las personas toman decisiones impulsivas y luego se arrepienten. Esta elección marcó dramáticamente mi vida y puso fin abruptamente a mi niñez. Permíteme seguir.

Mateo asintió con comprensión:

  • Por favor, continúa, estaré en silencio.

Gaby continuó su relato, comenzando por describir a las gemelas.

  • Ayer te conté cómo fue mi entorno familiar, y ahora te continuaré desde el momento en que me vi obligada a madurar a la fuerza y asumir responsabilidades por mí misma.

Mi hermana y yo manteníamos una buena relación a pesar de nuestras diferencias. Físicamente éramos idénticas, pero nuestras personalidades contrastaban notablemente. Básicamente las personas nos distinguían por la forma de vestir y algunos rasgos de nuestra forma de ser.

Nuestro padre era cariñoso y siempre estaba pendiente de nosotras; nos llevaba al parque, nos ayudaba con las tareas y se aseguraba de que estuviéramos bien. En cambio, Abigail a menudo parecía triste o de mal humor. Cuando cuidaba de nosotras, su paciencia era escasa y, con el paso de los años, estaba cada vez más ausente.

Vivíamos con sencillez, teníamos cubiertas las necesidades básicas; aunque en los últimos años las cosas se fueron poniendo más difíciles. Así llegamos al día anterior a cumplir los 12 años, un punto crucial en mi vida.

Esa mañana, yo, como Isabella, me desperté tarde, lo cual era inusual ya que siempre me había gustado ir al colegio. Eran más de las 10 de la mañana y nadie me había llamado. Rápidamente fui a buscar mi uniforme, pero descubrí que mis pertenencias habían desaparecido. Salí a buscar a mi familia, y para mi sorpresa, no había rastro de ellos en casa. En su lugar, solo escuché a varios vecinos congregados afuera de nuestra vivienda, donde reinaba la confusión.

En medio de la conmoción, vi a mi padre, Fausto, llorando en el suelo. Corrí hacia él para preguntarle qué estaba sucediendo, pero se encontraba inconsolable. Una de las vecinas presentes, con tono despectivo, comentó que finalmente la bella durmiente se había despertado. No comprendía lo que estaba ocurriendo y, en medio de la desesperación, pregunté insistentemente por mi madre y mi hermana. Nadie respondió de inmediato, pero finalmente, una vecina reveló la verdad: mi madre nos había abandonado por un millonario y se había llevado a mi hermana Isabella.

Mi mente estaba aturdida y en estado de shock. Repetía una y otra vez: "Pero si yo soy Isabella." Mis palabras caían en oídos sordos y despectivos, ya que nadie me creía. Los vecinos insistieron en que habían visto a Isabella salir con mi madre llevando maletas y bolsas con sus pertenencias.

Lo más perturbador fue que dijeron que Isabella gritaba, llamando a "Gaby," para que se despertara y se uniera a ellas. Mi madre intentaba calmarla y seguían caminando mientras le decía a mi hermana que luego volverían a buscarme. Otra vecina afirmó que un lujoso carro las esperaba a dos cuadras, y al llegar, un chofer las recibió, abriendo la puerta para que subieran, guardó las maletas y se fueron sin mirar atrás.

Por un momento, creí que algo extraño estaba sucediendo conmigo y mi mente estaba nublada por la confusión. ¿Cómo podía ser que todos afirmaran que yo era Gaby? No podía pensar con claridad. Luego me di cuenta de que estaban equivocados, pero realmente creían que yo era Gaby. Ellos eran los engañados en esta situación.

Recordé que la noche anterior, mi hermana había actuado de manera inusualmente amable. Quería pasar tiempo juntas y planear una broma para nuestro padre, que consistía en intercambiar lugares y ropa de dormir. Me pareció divertido y seguimos su idea. Cambiamos nuestras prendas de dormir, y ella insistió en que lo hiciéramos bien, así que también me solté el cabello y le hice a ella unas trenzas, de la misma manera en que yo solía llevarlas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.