POV: Allison.
Ya son tres meses. Sigo sorprendiéndome la manera en la que pasa el tiempo y todo lo vivido con Isaac ha sido simplemente emocionante. He aprendido a ser un poco más flexible con él, a dejarme querer de a poco.
Me ha llevado a cenar y a pasear en bote en una laguna para celebrar el tiempo juntos. Por mi parte, pidiendo nuevamente ayuda a Linda. Definitivamente no era muy buena con los regalos.
Hemos tenido algunos percances que tienen nombre y apellido: Beatriz. ¿Y cómo pasaba eso? Realmente podía decir que desde que Isaac y yo pasábamos más tiempo juntos en el instituto, ella se volvió como un grano molesto y doloroso. Estuve a solo unos pasos de distancia de arrancarle los cuatro pelos de su cabeza cada vez que ha intentado llamar la atención de Isaac, ya sea en las clases que compartimos, en los eventos culturales o cuando regresamos a casa.
¿Qué tan difícil puede ser comprender que estamos en una relación de dos? Beatriz simplemente no se rinde. Isaac me ha pedido que no me moleste con ella, porque simplemente sería ganarme una suspensión. Incluso si sé que él intenta ponerle punto final al contacto con ella, no puedo dejar de irritarme y pensar en un plan con Linda para hacer que se aleje al menos un tiempo.
Sin embargo, pasar tiempo con él realmente es algo que ningún obsequio o molestia va a reemplazar y eso es lo que cuenta para ambos.
Pero, volviendo a la realidad, estoy en la clase de Física y siento que en cualquier momento me voy a caer de la silla. No he dormido bien por pasar conversando con Isaac en videollamada, debido a que ha tenido una decaída de su gripe. Tampoco le gusta perder clases, pero le he dicho que le ayudaré a ponerse al corriente de todo.
(...)
La clase finaliza en los próximos tres minutos. Linda solo se ríe de mis gestos de angustia para que me quiten esta tortura. Alguien viene a verme al curso y pide que salga. Es la secretaria y no tiene cara de buenos amigos. Temerosa camino hasta que ella se detiene abruptamente.
Me informa que Isaac ha tenido un accidente.
No da más detalles por la discreción que tuvo la llamada de parte de la familia Burrell, solo me solicitan ir.
No me importa nada. Recojo mis cuadernos y los meto como puedo en la mochila. Corro por los pasillos con esa gran angustia en el pecho. Tomo el primer taxi que veo y anuncio el hospital. Llamo en el camino a mi mamá, avisándole donde estaré las próximas horas antes de que salga como loca a buscarme con una patrulla por toda la ciudad.
Mantengo mi mente en blanco para no llorar. ¿Por qué? Es algo que no se puede explicar en este preciso momento, ya ha pasado y no puedo remediarlo.
Entro a recepción pero al pasar de largo, uno de los guardias intenta tranquilizarme y hacer que me registra en información. Lleno lo requerido con una letra que ni yo misma entiendo y pregunto desesperada su habitación.
Corro sin poder detenerme. El pecho me arde y las piernas parecen que van a fallar en cualquier momento, haciendo que me caiga, pero antes de eso llego al lugar.
Sandy me estrecha fuerte entre sus brazos mientras solloza de una manera que me parte el corazón. Habían pasado únicamente cuatro horas desde que hablé por teléfono con Isaac, y ahora pasa esto.
Observo unos ojos rojos llenos de lágrimas y angustia. Intento preguntarle que pasó, pero su voz tiembla mucho y no deja de llorar.
La supuesta gripe resultó terminando justo en el jodido hospital.
— Dime que estará bien — ruego con los ojos llorosos, ya no puedo ocultarlo.
— El doctor ha informado que necesita una cirugía urgente — es lo que apenas murmura antes de caer al suelo, alarmando a las enfermeras que recién salían de la habitación de él. Me separan de ella, informándome que le darán un sedante.
La madre de Isaac, Esther, se acerca a mi.
— Pregunta por ti, puedes pasar pero solo por cinco minutos — me informa con su voz rota. Nadie merece pasar por estas desgracias.
Ingreso y cierro la puerta. Me quedo estática ante la escena. Lloro en silencio y el nudo que estaba en mi garganta, ahora crece y me cuesta respirar.
— Allie, ¿eres tú? — su voz es áspera. Cuando llego a la camilla contemplo su rostro. Ya no están esos ojos mieles llenos de brillo, transmitiéndome todas las emociones que habían cuando nos mirábamos. Su cara pálida y labios agrietados hacen volar mi imaginación de una manera tan cruel.
— No, soy tu vecina — bromeo un poco. Aparece una sombra de su sonrisa.
— No hagas ningún movimiento brusco, no quiero que salgas más lastimado — toco suavemente sus cachetes.
— Ahora me siento mejor porque estás conmigo — hace un esfuerzo para hablar. Seco con la palma de mi mano algunas lágrimas. — No hay mucho tiempo, necesitas de una cirugía, lo sabes, ¿verdad? — trato de evadir cualquier recriminación. Quiero soltar palabras que nunca he dicho, pero las reservo para otro momento.
— Sí, pero primero tenía que verte y asegurarme que te importo lo suficiente, pase lo que pase, aunque sea en este momento en el que nadie está seguro del futuro, tienes que saber que te amo, desde esa vez que peleaste por un postre, de tus riñas y tu orgullo que está en las nubes, por tus sarcasmos y esas cortas sonrisas que me alegran el día, te amo Allison, y me temo que jamás he tenido este sentimiento a flor de piel. Han pasado experiencias negativas y positivas, pero todo tiene tope, y es a ti a quien elegí — Isaac murmura. Siento necesidad de besarlo. Hacerle entender que no se va a ir hasta que sea un viejo que alimenta palomas en el parque. No hago esperar más el deseo y con cuidado deposito un beso suave, que sigue mezclado de lágrimas de dolor.
— Estarás bien, ya lo verás, tendrás un futuro por delante, yo sé que si — afirmo después, con el rostro mojado. — Te quiero Isaac, con todas tus locuras y ocurrencias — hago una pausa — y tengo que agradecerte por ser tan increíble conmigo a pesar de todos mis defectos — Él cierra sus ojos manteniendo una sonrisa floja. Aprieta mi mano.