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Extra 2: ~ ¿Convivencia ideal?

POV: Allison.

Creo que siempre había estado alejada de los chicos porque nunca se esforzaron lo suficiente para conocerme. De mi parte era lo mismo, creía que todos eran iguales y a veces las acciones me demostraban que solo querían pasar el momento. Estaba concentrada en mi persona y por dentro una parte de mí rogaba que encontrara a alguien con quien pueda salir a flote. Por eso, cuando supe que Isaac era el indicado, no dudé en aceptar vivir con él y aceptar todo lo que implicaba dar ese paso. Estoy convencida de que solo necesitaba hallar a alguien con quien pueda ser yo misma y hacer que saque lo mejor de mi persona. Ahora que él está conmigo, estoy dando todo de mí para hacer que estemos juntos para siempre. Amo a ese loco chico que se atrevió a irrumpir en mi zona de confort y llenó mis días de soledad con amor y diversión.

Volviendo al presente, quiero decir que haber trabajado y ahora renunciado fue complicado. No es que nuestros padres no nos fueran a apoyar económicamente por una u otra razón, sino que pensamos en adquirir experiencia y ser un poco más independientes de ellos. Esos días hacían que llegara exhausta a casa solo para comer y socializar un poquito antes de irme a dormir. El día anterior a la mudanza hablé con mi familia y obviamente no pude evitar llorar. La tristeza se apoderó de mí en un instante y solo pude disipar ese sentimiento cuando sentí los brazos de mi mamá, papá y Bryce a mi alrededor. No quise vaciar mi habitación, considerando que deseaba que se sintiera igual y como si yo siguiera viviendo allí, hasta acostumbrarse al hecho. Empaqué la mejor ropa que tenía, para todo tipo de ocasiones, la mesa de noche, mi laptop y la bisutería. Dejé la cómoda e incluso la cama porque habíamos conseguido una más grande y también había clóset en el dormitorio principal. Lo que llenó el carro de mudanza fueron los muebles que nos habían regalado y otras cosas que compramos.

Cuando llegamos al departamento y vimos las cajas repartidas por el lugar, Isaac y yo suspiramos con emoción. Con una mirada cómplice, acomodamos por un par de horas las cosas esenciales antes de irnos al supermercado.

— Pues, nos falta todo — dijo mi querido novio, terminando de instalar la nevera.

— Me refería a que hagamos una lista básica de lo que necesitamos esta semana — respondí. Solo reí cuando vi que él se rascó la sien. Se notaba que casi no iba de compras.

— Anota lo que te voy a decir — dije mientras me colocaba el abrigo, pues ya eran las seis de la tarde y hacía un poco de frío. Dicté lo que me parecía general para sobrevivir a la semana hasta que nos adaptemos.

Tomados de la mano, entramos al supermercado que estaba a cinco minutos de nuestro hogar.

— ¿Cuál desinfectante es mejor? — preguntó Isaac cuando estábamos en la sección de limpieza. Creo que su cabeza daba mil vueltas con tantas preguntas que tenía. No pude evitar reír.

— Probemos este, ¿te parece? — escogí una botella pequeña con el precio más bajo que vi. Teníamos que ahorrar lo máximo y comprobar qué era de mejor calidad, por eso había que comenzar a probar.

En la sección de carnes, empezamos a diferir un poco con nuestros gustos.

— Este jamón de pollo es el mejor — aseguró Isaac, recogiendo el paquete. Yo lo miré dudosa.

— El de pavo es más saludable — respondí. Ambos nos pusimos pensativos. No íbamos a hacer una escena por un producto, así que uno de los dos debía desistir. Y esa persona fui yo, al ver los bonitos ojos de cachorro que mi novio me dio.

— Está bien, la próxima llevaremos el de pavo — solté. Él sonrió y puso el producto en el carrito.

Descubrimos que hacer la despensa también suponía un mutuo acuerdo. Así como nos pasó con el jamón, también ocurrió que elegimos cereales y galletas distintos, pero al final llevamos de los dos tipos. Pagar fue un dolor de cabeza aun cuando estábamos conscientes de que el dinero iba y venía. Ni siquiera quiero hablar de cómo íbamos a ponernos de acuerdo con el gasto de la gasolina del auto.

Claramente, nos tocaba acostumbrarnos a la vida de adultos independientes.

(...)

Llegamos solo para darnos cuenta de que el día nos había caído encima. Colocamos las compras en su lugar.

— ¿Fideos instantáneos? — fue lo que pregunté acercándome a la cocina para calentar agua. No teníamos ganas de comer algo más complicado.

— Y una jarra de jugo, por favor — respondió Isaac. Sonreí de lado y él se fue a colocar las cobijas en la cama.

Después de comer y lavar los trastes, nos fuimos a duchar y cambiar de ropa. Como yo entré primero al baño, Isaac llamó a su familia para decir que todo iba bien. Antes de salir, escuché decirle a Ginny las buenas noches y mandarle muchos besos.

Me senté en sus piernas y acuné su rostro entre mis manos. Besé delicadamente sus labios ante su entrecejo arrugado. El tragar en seco me confirmó que se sentía un nudo en su garganta y sus emociones eran complicadas.

Volvió a besarme antes de que se quitara la camisa en mis narices. Bien, creo que podría bromear un poco.

— Me gusta la vista — comenté después de silbarle como camionero. Él me miró de reojo antes de sacarse los pantalones. Verlo de espaldas, únicamente en bóxer tuvo un efecto en mis mejillas totalmente rojas.

Me acerqué por detrás y pasé mis manos por su torso, para luego abrazarlo. Intentó girar la cabeza para verme, pero yo la agaché porque no quería que viera que parecía semáforo en alto. Escuché su melodiosa risa y cómo sus brazos jugueteaban con los míos para deshacer el agarre.

Hice un puchero cuando estábamos frente a frente. Isaac me abrazó rápido para elevarme y dio un par de vueltas antes de dejarme asentar mis pies en el suelo.




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