El resto de la semana transcurrió sin problema alguno, al menos hasta ese día.
Cassander y Ethelanta no llegaron a coincidir después de la biblioteca, pues el joven evitaba a la pelirroja como si ella tuviese la peste y sus hermanos, Dalton y André, se dieron cuenta de ello, pues sabían que Cassander jamás se comportaba así con sus jefes.
— ¿Qué te sucede, hermano? —Pregunto Dalton bajo la atenta mirada de André, su gemelo, quien también tenía ganas de preguntar.
Cassander, quien se vio acorralado por sus dos hermanos, dio un respiro y pensó rápidamente alguna forma de evadir la pregunta formulada por su hermano menor. Al no encontrar ninguna, volvió a inhalar para responder con calma.
—Estoy enamorado. —Aparentando más calma de la que sentía en su interior, el mismo que estaba más complicado y revuelto de lo que él querría. Sus hermanos se miraron entre ellos, compartiendo en sus ojos lo que querían decirle a su hermano mayor.
Claro estaba que ambos menores lo sabían, sino, lo sospechaban y esas palabra, provenientes de Cassander, no hicieron más que confirmar aquellas sospechas que les crecían a diario, con solo verlo y ver sus aptitudes en la mansión.
— ¡Enhorabuena! — dijo Dalton, expresando una alegría que de por si no sentía. Lo único que había en el era preocupación por su hermano mayor ya que el sabia, completamente de quien estaba enamorado su hermano y el verdadero sufrimiento que le esperaría futuramente a este.
Cassander no se dio cuenta de la preocupación de su hermano menor, o mejor dicho, no tuvo el tiempo necesario para leer en su hermano.
—Estoy seguro de que a madre le alegrara esa noticia. Ya venía siendo hora de que sentases cabeza, diría la tía Anne. —Dijo André sin prever las reacciones de sus hermanos mayores.
El joven desconocía la traición que su familia paterna y materna había cometido para con ellos. Era el único, además de Cory, que no sabía sobre cómo su padre había decidido abandonarles y contraer matrimonio con otra noble del reino Inglés, para así establecer mejores lazos de los que le podían ofrecer la noble familia Danton.
Los hermanos del joven contrajeron ambos una mirada taciturna y el mar humor se adueñó de ambos.
—No menciones a esa mujer en mi presencia. —Dijo Dalton con el enojo marcado en su voz y facciones.
—No deberías guardarle rencor a mí hermana, hijo mío —Dijo miss Margueritte entrando a la sala de descanso en la que estaban sus tres hijos mayores. La pequeña Cory se encontraba haciéndole compañía a la joven Ethelanta y por ello la preocupación de la madre era mínima—. Quizás ella no haya actuado bien, pero no es bueno que guardes rencor en tu corazón, mi pequeño.
—Lo sé, más no puedo evitarlo. Me enoja un montón el hecho de que haya preferido darnos la espalda, darte la espalda. No se merece que le llamemos tía, mucho menos que le nombremos en nuestra vida cotidiana. — Cassander asintió de acuerdo con su hermano. André miraba extrañado a los miembros de su familia que estaban allí con él, pues él no sabía de qué hablaban.
Mas la picante corazonada de que algo le ocultaban, yacía allí, dentro de él.
—Madre ¿Puedes explicarme? No entiendo nada de lo que decís.
—No deseábamos que lo supieses, André. Lo que sucede es que, la familia de madre, decidió abandonarnos cuando más les necesitábamos. Padre contrajo matrimonio con otra mujer y nosotros, todos y cada uno, fuimos despojados de los derechos que nos corresponden de nacimiento.
Cassander se tomó un respiro al ver la cara que había puesto su hermano menor, sabía que no había causado daño grande en sus sentimientos, pero que sí lo haría en cuanto soltase las últimas palabras con respecto a la situación que les afectaba y tanto les dolía, sabía que le rompería el corazón a su pequeño hermano.
Y ese fue motivo suficiente para decidir guardarse esa pequeña parte, lástima que Dalton no pensó lo mismo y abrió la boca antes de que su hermano o su madre pudiesen evitarlo.
— Y los celos de Anne fueron los culpables de todo. Esa mujer a quien tu llamas tía, estaba celosa de madre porque ella había conseguido comprometerse con nuestro padre y ella, Anne Danton, no.
André vio a su madre con una fuerte expresión de terror en su joven y humilde rostro. Sacudió la cabeza y salió corriendo de la sala de descanso en la que estaban. Pasó por los pasillos de la casa con rapidez y salió de la mansión, frente a la sorprendida mirada de Edric Howard, quien decidió seguirle para saber que le había sucedido. Menuda tarde, les esperaría a los dos.
La hermosa tarde se había convertido en cualquier cosa menos hermosa. Margueritte vio a sus hijos respectivamente y se sentó en un sillón.
—Por esto no quería que André se enterase. —Murmuró ella con lágrimas saliendo a borbotones de sus hermosos ojos castaños. Dalton camino hacia su madre y la abrazo. Los dos hombres más jóvenes de los Claudine tenían un fuerte lazo con su madre y odiaban verle llorar y, aunque Cassander también odiase que su madre llorase débil, no sabía qué hacer en esas contadas ocasiones.
—Disculpadme, madre— le dijo el menor.
—No quería que reaccionara así, pero no pude hacer nada para evitar el tema. —Le dijo Cassander mirando al suelo fijamente. Margueritte no estaba enterada de lo que estaban hablando antes de que ella llegase, pero se hacía una idea y, para confirmar, decidió preguntar.
—Ya nada se puede hacer— suspiro Margueritte, sabía pues que sólo podían rezar porque el chico pudiese asimilar las cosas rápido y no le afectase de forma negativa — ¿De qué hablaban antes?
Cassander se sonrojo y miro al suelo con más ganas y no dijo nada. Dalton, quien amaba fastidiar a su hermano mayor, habló por él.
—Lo que sucede es que Cassander está enamorado. Nos lo iba a contar con detalle, pero luego salió de la colación Anne y no pudimos detener nuestras lenguas.