Aún recuerdo aquel proverbio chino que alguna vez leí:
"Un día dura tres otoños."
Cuando lo escuché por primera vez, no pude evitar pensar en ti. En la forma en que tu ausencia hace que el tiempo se detenga, en cómo cada día parece alargarse hasta convertirse en una estación entera.
Sin ti, los días se vuelven fríos y grises, como si el otoño se hubiera apoderado permanentemente de mi mundo. Espero ansiosamente tu regreso, como si la primavera no pudiera llegar hasta que vuelvas a estar a mi lado.
En mis sueños, nuestros encuentros duran horas, incluso días. Pero al despertar, me invade una profunda melancolía al darme cuenta de que fue solo una ilusión. Un suspiro que se desvanece con la primera luz del alba.
Cada vez que miro al cielo, veo las hojas caer lentamente, como si el tiempo hubiera perdido su rumbo. Los árboles desnudos me recuerdan cuán vacía está mi vida sin ti. Es en esos momentos cuando siento que un solo día se extiende por tres otoños completos.
¿Cuándo volverás a mí? ¿Cuándo podré volver a sentir el calor de tu abrazo, la ternura de tus besos? Añoro cada uno de esos momentos robados, cada risa compartida, cada promesa susurrada.
Mientras espero tu regreso, me aferro a la esperanza de que este interminable otoño finalmente dé paso a un nuevo amanecer. Porque sé que solo contigo a mi lado, el tiempo volverá a fluir con normalidad, y un solo día será suficiente para llenar mi corazón de alegría.