Cinco meses después.
Las cosas habían tomado un giro distinto, justo en ese momento iba saliendo de terapia con su madre y el proceso había sido muy fuerte, lo habían diagnosticado con duelo complicado, depresión aguda, estrés por duelo lo que llevó a algunas alteraciones fisiológicas, conductuales, afectivas y cognitivas, por eso no comía ni dormía, se la mantenía encerrado y tenia alucinaciones auditivas, no dejaba de pensarla o soñarla y todo eso mientras pasaban los meses iba siendo mucho más riesgoso para su salud mental porque era algo impuesto por su subconsciente, él la añoraba de tal forma que no tuvo más que recurrir a las alucinaciones que lo estaban llevando a la locura inminente.
La depresión había empeorado todo y por eso no podía salir por sí mismo, hubo días en los que se había sentado frente a la computadora a investigar sobre el tema y había leído que debía adaptarse a una realidad completamente nueva donde ella ya no formara parte y eso si le ha costado pero ha puesto cuanto puede para salir de ese hoyo negro en el que fue cayendo poco a poco.
Él sonreía por algo que decía su madre mientras caminaban hacia el auto, desde que él les pidió ayuda ella no lo ha dejado solo ni un segundo pensando en que si antes no estuvo para evitar todo eso, ahora estaría para apoyarlo en cada momento. Siempre buscaba distraerlo, que creara un nuevo panorama de las cosas, que hiciera una nueva vida y si, entendía perfectamente que nadie la podría sacar de su corazón pero haría todo lo que fuera para que su recuerdo no lo vuelva a atormentar.
En su mente había quedado grabada con fuego la cara de su pequeño niño ese día en el hospital, pudo ver la muerte misma a través de ellos y la horrorizo de una forma inimaginable por eso se decidió a hacer todo lo que estuviera en sus manos para ver esos hermosos ojos brillando como lo están haciendo justo ahora mientras le dedica una hermosa sonrisa, su hijo había vuelto y eso la llenaba de mucha alegría y consuelo.
—Mamá, quisiera volver a la universidad—ella le sonrió mientras se detenían frente al auto—retomar la carrera, quiero volver a mi vida.
—Está bien hijo, tenemos que hablar con tu papá para comenzar a agilizar los trámites—estoy muy feliz de que tomes esa decisión, que quieras seguir con tu vida—su madre besó su mejilla y le dio las llaves del auto—conduce tú—él la miró con ceño fruncido para luego tomar las llaves y subirse al auto con una media sonrisa adornando sus labios.
—Gracias mamá, no sé qué haría sin ustedes.
—Eres mi hijo mayor—le acarició la mejilla—tenía que hacer algo por mi bebé.
Él comenzó a reírse al escuchar lo último y la mira feliz, alcanzó su mano y dejo un beso en el dorso para luego emprender el camino hacia su hogar, si antes amaba a su madre, ahora lo hacía más y con mucha más fuerza.
Dos semanas después.
Jason iba entrando a la universidad bajo la atenta mirada de los que alguna vez fueron sus amigos o conocidos, camino lo más natural que pudo para que no se le notaran los nervios hasta que su mirada se encontró con ese casillero donde tantas veces estuvo con la chica de sus sueños, muy dentro de su corazón sabía que no podría amar a nadie como amó a Anaïs pero eso ya no lo frenaría más, sabía que volver a esa universidad lo haría recordar muchas cosas junto a ella pero jamás lo haría retroceder, ya no.
Sonrió nostálgico al abrir su casillero y ver todas las fotos junto a ella, todos esos momentos compartidos que ahora solo seria un recuerdo hermoso de lo que lograron construir juntos.
Agarró lo correspondiente y se fue a su primera clase después de muchos meses, no podía dejar de ver las cosas mientras caminaba porque los recuerdos lo embargaban, era como caminar por un pasillo lleno de su sonrisa, de su risa y de sus ocurrencias. Cerró los ojos un segundo y cuando los abrió vio a Alex y Marie, su amiga, que venían justo hacia él.
—Jason amigo—sonrió Marie al saludarlo—te he extrañado mucho—le dijo para luego abrazarlo y eso solo lo hizo sentir mejor, era como reconectarse con su vida, después de todo Marie es a la única persona que podía llamar amiga de verdad.
—Y yo a ti zanahoria—le devolvió el abrazo con más fuerza, ella era su cómplice y compañera de travesuras de toda la vida— ¿Cómo va todo?—les preguntó tras alejarse de ella y volver a su lugar.
—Eso deberíamos de preguntarte nosotros—Jason hizo una mueca al escuchar a Alex—tengo meses que no te veo, después de lo de Ani te desapareciste—Jason suspiró con fuerza pero ya no con pesar.
Alex colocó su mano en el hombro de Jason y le sonrió sabiendo que en ese momento lo más sano y normal era dejar las cosas en el pasado porque antes de que todo ocurriera ellos habían sido muy buenos amigos y ambos habían cometido errores que ya no podían dejar a un lado.
—Mejor vamos al patio, todavía no comienzan las clases y podemos hablar con más tranquilidad además, puedes contarle a Marie que te pasó durante estos meses porque sabes que no te dejara en paz si no lo haces—los tres se rieron y caminaron hacia el patio para sentarse en el pie de ese árbol que ellos muy bien conocían.
Jason comenzó a relatarles todo lo que había vivido, lo del día del accidente y lo que comenzó a ocurrir en su habitación, en la calle, lo de la fiesta, toda la agonía que había vivido y el dolor incesante en su pecho.
Hablar sobre eso con personas que podían entender de alguna forma su dolor lo hice deshacer de un peso que no sabía que llevaba, hablarlo con la psicóloga ayuda demasiado pero cuando lo cuentas después de superarlo a personas que también la conocían es mucho más liberador y ahora se sentía en completa calma, en paz.
La sorpresa de ambos fue muy grande porque jamás pensaron que estuviera pasando por cosas así, ella recordó como las veces que iba a su casa nunca podía verlo y se reprocho el nunca haber entrado a su habitación para comprobar con sus propios ojos cual era su estado pero ya era muy tarde para eso y lo mejor es que él ya se había recuperado.