Suya

Quien no quiere amar

Little Italy, agosto de 1996.

Todos los niños le miraban. Ojos curiosos que seguían cada uno de sus pasos a medida que Samuel se sentaba en su pupitre, justo frente al pizarrón. A su lado, una chica bajita y con largas trenzas castañas le miraba con ojos enormes. Samuel solo la ignoró, como a todos los demás.

-Hoy tenemos en el salón un nuevo alumno. Se llama Samuel y agradecerá que le ayudéis a aprender bien nuestro idioma. Él siempre puede ayudarnos a aprender español.

Como broma, no caló. Nadie rio, todos demasiado interesados en aquel chico de cabellos negros pulcramente peinados y ojos entornados. Los miraba como si fuesen sus enemigos. Como si tuviese que proteger aquello que guardaba su estuche del resto.

El maestro se acercó hasta su mesa y dejó un libro a su lado.

-Si tienes alguna duda, puedes preguntar lo que quieras, Samuel.

Pero él no preguntó. No lo haría en ese curso y tampoco en los siguientes, pasando a ser una sombra larga y amenazante para aquellos que le rodeaban. No tendría amigos aquel primer años, solo una chica que le miraba con algo parecido a la curiosidad. Ella se llamaba Blue y fue la primera persona a la que él habló en inglés.

 

Little Italy,  abril de 2016.

El fin de semana llegó para Isabella en medio de llamadas familiares. Estaban Greg y Dave, preocupados por el progreso de su vástago.  También su hermano, que a través de Skype la mantenía al corriente de todo aquello que sucedía en España. La llamó Keith para preguntarla qué tal estaba y cómo iban sus asuntos en aquel pueblo. Issy habló y habló con todos ellos, hasta que su cabeza se quejó y una fea migraña hizo aparición. Tenía la sensación, además, de que las cosas no avanzaban con su proyecto. Abigail por fin accedió a abrirle las puertas de su despacho, por supuesto gracias a la intervención del chico dorado de Little Italy, pero poco importaba eso cuando la mujer estaba empeñada en entorpecer todo el proceso.

El sábado fue más que bienvenido. Johnny la convenció de visitar uno de los parques naturales que tenían a una hora y media de distancia aproximadamente. Hicieron fotos, anduvieron hasta que ambos se quedaron casi sin ganas de moverse y comieron en un restaurante turístico del lugar. Volvieron en taxi a eso de las siete de la tarde, por lo que Issy tuvo una hora para ducharse y arreglarse para su cita. Sabía que no podía llevar nada demasiado casual, pero tampoco algo que diese una sensación excesiva de lujo. Finalmente se puso un vestido azul suelto y se dejó el cabello libre cayendo en bucles sobre su espalda. Sabía que a Marc le gustaba.

A las ocho en punto él la esperaba en la puerta de su casa. Johnny le deseó una buena velada y ella bajó para encontrarse con él. Estaba, por supuesto, tan guapo como siempre. Con unos pantalones oscuros y un polo. Tenía también aquella sonrisa que deberían vender embotellada, y sus gestos no fueron sino amables mientras ambos tomaban rumbo hacia algún lugar del cual ella no sabía nada.

-¿Y dónde cenaremos hoy? -preguntó Issy mientras aceptaba el brazo que él le tendió.

-¿Te gusta la comida italiana?

Aquello le hizo recordar otra comida reciente, pero rápidamente se centró en el hombre junto a ella.

-Me encanta.

Y era verdad.

-Pues Little Italy presumir de tener uno de los mejores restaurantes italianos del Estado.

Ella imaginó que él exageraba. Sonrió, divertida.

-Eso es maravilloso.

-Y dime, ¿qué tal tu día con Johnny?

-Maravilloso. Hacía tiempo que no me escapaba para visitar la naturaleza.

-Quizás otro día te gustaría visitar aquellos terrenos que deseas comprar. Necesitamos permiso para entrar, pero no creo que nos pongan problemas.

No si iba con él, desde luego.

Llegaron al lugar, que resultó ser un pequeño local revestido en madera clara. Era bonito y acogedor, y los recibieron, por supuesto, como si fuesen una aparición divina. Aquello era un poco ridículo.

-Dime, ¿es siempre así? -preguntó Issy mientras mandaba un mensaje desde su teléfono con la localización del restaurante. No sabía si Samuel iría, pero por si acaso.

-¿El qué?

-Ya sabes, eso de aparecer en un lugar y que te traten… así.

Ella no sabía bien cómo expresarlo.

-Sí. Y no es que no haya intentado que paren, pero por alguna razón, creen que soy algún tipo de celebridad.

-¿Sabes que el día que te conocí apareciste con una especie de halo sobre ti?  Desde luego, cosas así no ayudan.

-Una vez me lastimé las manos trabajando y alguien pensó que me habían aparecido estigmas en las muñecas.

-¡No!

-Ya te digo yo que sí. Tuve que limpiarme y mostrarles mis manos para que parasen de santiguarse cada vez que se cruzaban conmigo.

-Estás quedándote conmigo, ¿verdad?

-Es la verdad, te lo juro. Siguen ocurriendo este tipo de accidentes raros, y ellos simplemente han terminado por verme como una atracción turística.




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