Sweet Dream

Capítulo 3: Winter Evans

 El domingo, el segundo día del fin de semana. Más corto, pero largo a la vez que el sábado, pero lo divertido de este día es que nadie debía de trabajar o estudiar. 

— Me gustan los perros. — Dijo Rose, quien había regresado cansada de su caminata del día anterior de tres horas sin hablar, así que volvieron a la casa Stone y comieron. Rose fue a su casa, terminó las tareas sin hacer y volvió para dormir con ella. Claro que Mei le ofreció su cama y Mei durmió en una de las frías y molestas camas de uno de los cuartos para invitados. 

— Prefiero los gatos. — Dijo Mei mientras hacía sus tareas. Hablaban de cosas que les gustaban. Rose apuntaba todo en una libreta y Mei le restaba importancia a lo que Rose le gustaba, o eso aparentaba. Disimuladamente apuntaba todo en los bordes de sus cuadernos, luego lo pasaría a una libreta más grande para que la rubia no se enterara de que 
empezaba a agradarle. 

— Me gusta el curry. — Dijo Rose alzando sus brazos con una sonrisa. 

— A mí también. — Dijo Mei respondiendo el cuestionario de Historia con rapidez, pues la Historia era su asignatura favorita. Ya se lo había dicho a Rose minutos antes, pero al parecer, la rubia odia todas las materias habidas y por haber. 

— ¿Sabes, Stone? Soñé contigo anoche. — Dijo Rose con un leve rubor en sus mejillas. — Tal vez fue el hecho de dormir en tu cama o el olor de tu cuerpo pegado a las sábanas, pero... fue un sueño lindo. 

— ¿Qué soñaste? — Preguntó Mei con indiferencia, intentando recordar una de las fechas que olvidó por unos segundos. 

— Soñé que me ayudabas a escoger un vestido en una de las tiendas del mall. - Rose rió tapando su rostro con sus manos. — Me dijiste que estaba hermosa. 

Mei paró de escribir la fecha que recordó para mirar a Rose. 

— Stone, ¿sucede algo? — Preguntó Rose al ver que dejó de escribir. 

— Eres hermosa uses lo que uses, Foster. — Dijo Mei con un rostro sereno, sin ninguna expresión. A Rose le resultó difícil en qué modo Mei se lo estaba diciendo, porque no notó los sentimientos de Mei, ni siquiera se le pasó por la cabeza el que a Mei le gustara ella. 

Mei había dicho algo que no pensó, Rose le hizo decir algo que apareció en su cabeza sin analizarlo siquiera. 

Mei solo frunció el ceño y volvió a ver su cuaderno de Historia con el cuestionario de treinta preguntas de las cuales, veintinueve estaban resueltas y un poco de la última también. 

— G-gracias. — Dijo Rose con sus mejillas al rojo vivo y levantándose de su lugar al lado de Mei. — Creo que voy a ir a casa un rato, vuelvo en unas horas. 

Mei suspiró y cerró su cuaderno. Había acabado con sus tareas justo cuando la rubia decidió irse. 

— ¿Qué me sucede? — Dijo Mei golpeando su frente con la palma de su mano. - ¿"Eres hermosa uses lo que uses"? ¿Qué sucede contigo, Mei Stone? — Dijo tirándose en su cama mientras su cara caía contra la almohada. 

Fue cuando lo notó. Se levantó y abrió sus ojos, volvió a oler la almohada y ahí estaba el aroma de Rose que había dejado en su cama. Esta chica se estaba apoderando de su mente con tanta facilidad que a Mei empezaba a asustarle. 

Mei tomó su chaqueta y salió al parque cercano a casa. Se sabía el camino como una de las líneas de la palma de su mano. 

— ¿Presidenta? — Preguntó una chica sentada en uno de los bancos del parque. 

Mei la observó por unos segundos. Ojos castaños, pelo castaño oscuro... no, no la conocía, pero sí reconocía su apellido. 

— Señorita Evans. — Dijo Mei tomando asiento a su lado. 

— ¿Qué hace por aquí? — Dijo la chica mirando sus ojos, perdiéndose en ellos, como lo hacía todo el mundo al mirarla. 

Su nombre es Winter Evans. Es una chica de su clase que fuera de la academia era algo parecido a la joven Rose. 

— Terminé las tareas y salí a distraerme un poco. — Dijo mientras miraba hacia el cielo y suspiraba con pesadez. — Estoy harta de esto. — Susurró mientras veía el atardecer a las 6:30 pm. 

— Jamás pensé escucharte decir eso, presidenta. — Dijo Winter con una pequeña risa. — Ya sabes, eres la chica modelo de la academia, presidenta del consejo, la número uno en la lista de las mejores de la academia y al parecer, le gustas a más de la mitad de la academia. — Sonrió. — Aunque son mujeres. — Infló sus mejillas. 

Otra cosa es que la chica a su lado era la misma que besó a los doce años en el baño a la fuerza. 

— Supongo que el que sean chicas es lo de menos, señorita Evans. — Dijo Mei cubriendo sus ojos. 

Hablaron un rato más. Alrededor de las 9:00 pm, Winter tuvo que irse, así que se despidieron y Mei se quedó sola. Corto tiempo después, volvió de camino a casa. 

Miró la casa de su lado, la cual tenía las luces encendidas a diferencia de la suya. Se preguntó si sería bienvenida si llamaba a la puerta. 

— Hola. — Saludó Mei con nervios al ver a la rubia abriendo la puerta. 

— Oh, Stone. — Rose sonrió al verla. — ¿Quieres pasar? 

Mei asintió y pisó el interior de la casa. Miró los cuadros del pasillo principal y siguió a Rose hasta la cocina. 

Los ojos de la señora eran grises y su pelo era rubio, solo que a diferencia del de su hija, el de la señora era algo más oscuro. 

— Mamá, ella es Mei Stone, nuestra vecina. — Dijo Rose con una sonrisa presentándola. — Stone, ella es mi madre. 

— Mucho gusto, Mei. — Dijo la madre de Rose con una sonrisa. — Mi nombre es Alexa Foster, puedes llamarme de ese modo si deseas. 

— Mucho gusto, señora Foster. — Respondió con cortesía, sintiéndose incómoda al escuchar el "Mei", aunque era su propio nombre. 

— Estaremos en mi habitación, mamá. — Dijo Rose con rapidez para luego llevarla al cuarto. — Es linda, ¿cierto? — Dijo riendo, refiriéndose a su madre. 

Mei se quedó callada mientras veía el sofocante color amarillo delante de sus pupilas. 

— ¿Quieres hacer algo en especial? — Preguntó Rose mirándola directamente. 

Mei miró los labios de la rubia y no pudo evitar pensar en responder: "besarte", pero en cuanto lo pensó detenidamente, descartó la idea con rapidez. 

— Quiero dibujarte. — Dijo Mei con sus manos entrelazadas detrás de su espalda esperando un afirmativo con ansias. 

— Claro, será divertido. — Eso respondió en ese entonces. 

Mei sintió alegría golpear su corazón, pero no lo demostró. 

Así fue como el día tres, Mei corrió a su casa a buscar una libreta de dibujos y carbones, para empezar con el boceto de lo que sería el primer dibujo de Rose que haría de tantos. 




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