La escuela, un lugar bastante odioso, pero en verdad, ¿qué seríamos nosotros sin ella?
Algunas personas dicen que lo que aprendes en ella, lo aprendes viajando alrededor del mundo. Otros dicen que sin ella no seríamos más que individuos sin cerebro. Pero a Mei no le importaba lo que dijeran o pensaran los demás, ella solo estudiaba porque fueron sus principios. Antes de conocer el amor fraternal, Mei ya había aprendido
a leer. Antes de conocer la sociabilidad, Mei ya sabía dividir. A sus ocho años, Mei sabía más que cualquier otra persona de su edad, pero no conocía lo que eran los sentimientos, claro que de eso se encargó la rubia tiempo después.
— Faltó ayer, presidenta. — Dijo Melissa con una pequeña sonrisa triste. — Sabe que eso significa más trabajo, ¿no?
Los ojos de Mei viajaron del libro que leía hasta las hojas infinitas sobre el escritorio. Un suspiro pesado salió de sus labios.
Hace un par de minutos, habían terminado de revisar a las alumnas en la salida de la academia, asegurándose que todas se fueran a casa, pero para la presidenta del consejo estudiantil, le esperaba un lindo, pero fastidioso papeleo antes de retirarse.
— Ya es mi tiempo de salida. Me gustaría ayudarla, pero... — Se excusó Melissa, aunque siendo detenida por Mei, quien mostró la palma de su mano en señal de que se detuviera.
— Está bien, puedes retirarte, Melissa. — Dijo fríamente, mientras tomaba un bolígrafo y se colocaba sus gafas de lectura para evitar se cansasen rápido al leer el horrible papeleo que había frente a ella.
Frotó sus ojos y miró hacia el techo, había acabado por fin. Fue a la salida cerrando todo adecuadamente, notando que ya era de noche, revisó la hora en su reloj de muñeca.
Sus ojos fueron del reloj a los bordes de su abrigo. Bajó un poco la manga de este y vio la primera cicatriz. Suspiró con pesadez y salió rápido de la academia.
— Llegando a las 11:17 pm a casa, Stone. — Dijo Rose en el portón de la casa de Mei. - ¿Acaso eso es normal? - Dijo con diversión en su voz.
Mei solo la miró. Abrió la puerta y se adentró en la casa, sabiendo que la rubia la seguía.
— No pensé que llegarías tan tarde de la academia. - Dijo Rose tumbándose en la cama ahora ordenada de Mei. — Al parecer hoy ha venido la limpieza a tu habitación. — Dijo con gracia.
Y sí, la habitación de Mei hoy se encontraba limpia. Seguro que era el joven de la limpieza que venía todos los martes y jueves.
— ¿Quieres dormir hoy conmigo? — Preguntó Mei luego de un largo tiempo observando a Rose.
— Evidentemente, por algo estoy aquí. — Respondió Rose poniendo sus ojos en blanco.
— Me refería en la misma cama. — Murmuró Mei con un ardor leve en sus mejillas, algo poco habitual en ella.
Rose abrió sus ojos y sintió que el aire le faltaba. — Claro, no hay problema. — Dijo con una sonrisa.
Para Mei, Rose era la cosa más hermosa del mundo, pero claro está que eso nunca lo admitiría.
Así fue como las dos chicas se acostaron en aquella cama doble, una a cada extremo de ella. Mei tuvo que llevar una almohada extra, ya que Rose estaba usando la que Mei usaba normalmente. Compartían una franja de tela. El calor corporal de Rose la estaba empezando a fastidiar, pero cuando no puedes con ello, únete a él.
Mei abrazó por la espalda a Rose, posando su brazo por la estrecha cintura de la rubia, aprentándola así contra su cuerpo.
— ¿Stone? — Dijo una exaltada Rose por la acción hecha por la chica de ojos azules.
— Solo es un abrazo, Foster. — Dijo con simpleza Mei, apretándola aún más contra ella, sintiendo su aroma cítrico más cerca de ella.
El día cinco, Mei y Rose durmieron juntas por primera vez; la primera de muchas veces.