Capítulo 10 "La canción del extranjero"

Corro por las calles de Quito mirando como los soldados españoles allanan los hogares en busca de traidores a la corona. Le disparan a algunos hombres porque les da la gana, violan a algunas mujeres y roban lo que pueden. Siempre usan cualquier pretexto para robar lo poco que tiene esta ciudad, total, mientras la piel que derrame sangre sea negra o mestiza no tiene valor.

Aniki corre junto a mi lado, lleva los ojos envueltos en lágrimas y como no entenderla ¿Cómo asumes que tu alma gemela está en peligro de perder la vida a manos de tus peores enemigos?

La ciudad es un caos y nosotras entramos a mi casa, aseguramos la puerta del patio y al entrar en la sala escondemos todas las armas y material que nos involucra bajo un compartimiento secreto en el suelo, lo cubrimos con una alfombra.

Nos quitamos la ropa con algunas gotas de sangre del enemigo y la metemos en una cubeta con agua. Nos ponemos vestidos para hacer oficio, ensuciamos nuestras rodillas con un poco de tierra y esperamos pacientemente de pie en el patio.

Tocan la puerta.

-En el nombre de su majestad, El Rey de España, abran la puerta inmediatamente o entraremos por la fuerza -Grita un soldado.

Aniki afirma con la cabeza y abro la puerta, 4 soldados entran bruscamente casi que empujándome.

-Por ordenes del gobernador de Quito debemos revisar que no hayan traidores en esta casa -Dice un soldado firmemente.

Por suerte estos soldados son éticos así que solo debemos seguirles el juego y se irán sin hacer mucho escándalo. 
Abro la puerta de la casa y entran dos soldados a revisar absolutamente todo, no les importa romper mis cosas o lanzar mis muebles al suelo para encontrar algo que les permita llevarnos a la plaza a fusilarnos.

Los dos soldados restantes nos hacen preguntas sobre que estábamos haciendo durante todo el día, respondimos que una vez arreglada la casa nos disponíamos a lavar ropa por lo que metimos las primeras prendas en las cubetas. Teníamos las manos mojadas y las rodillas sucias por lo que nuestra historia es creíble. Los soldados salen de casa y en el patio dicen que todo está en orden así que deben seguir buscando a los traidores en otras casas.

Salen de mi hogar y se marchan. Cierro la puerta y la aseguro de nuevo.

Aniki se sienta en el suelo y deja fluir su llanto, después de todo lo sufrido y vivido al fin tiene tiempo para llorar al amor de su vida.

Me siento a su lado y la abrazo.

-Me duele mucho. Domingo esté capturado -Dice Aniki mientras se lamenta- Me hizo prometerle que si a alguno de los dos le pasaba algo malo el otro continuaría con su vida ¿Pero cómo continuar viviendo con el corazón roto?

-Aniki -Digo- Donde duele inspira.

-Luxecita -Me abraza más fuerte- Lo que no te mata no siempre te hace más fuerte, en mi caso me ha matado en vida. Lo que debió no ser no fue y lo que debe ser solo es una ilusión para consolarnos.

La abracé, la consolé y escuché lamentarse durante un buen rato.
Llevo a Aniki hasta mi cama donde se recuesta, escucho todo lo que tiene que decir y llora hasta dormirse.

Ha luchado fuerte, ni las balas ni espadas pudieron con ella, pero un solo golpe de la vida sí.
La persona más valiente que conozco ahora necesita de mí, no pienso fallarle.

Mientras ella descansa yo voy hacia la sala a revisar que muebles rompieron los soldados, me doy cuenta que pudieron hacer su trabajo moviéndolos un poco, hubieran tardado un par de minutos más, pero tuvieron la gana y voluntad de destruir mi hogar. La gente es rara aquí.
Recojo los restos de madera de mis ex muebles, los saco de la casa, barro la sala y la arreglo lo mejor que puedo. Comienzo a sentir cansancio.
Me acomodo en el cuarto de Sven que apenas tiraron las cosas al suelo, cierro los ojos y me duermo, el cansancio hace que caiga al instante.

La noche es una tragedia inevitable aunque el día fue nuestro, nadie celebra esta vez...

El sol se atreve a salir de nuevo. Me despierto para afrontar todo lo que sé vendrá. El cuarto está desordenado y con muchas cosas tiradas en el suelo, coloco los pies en el piso y piso una cuadrado grande de metal que me hace quitar el pie de encima al instante por lo fría que estaba.

Dirijo la mirada hacia el objeto, lo levanto y miro con detenimiento, una placa de metal algo grande, tiene unos símbolos extraños grabados alrededor y los dos únicos que reconozco con la cruz que suele estar en las iglesias y el símbolo Omega que solía verlo en los libros de historia griegos. Es muy rara, en el centro donde tiene una especie de agujero donde supongo cabe algo, coloco mis dedos allí y un chispazo de luz enciende por un segundo, se apaga brevemente ¿Será la luz del día que rebotó? Debo dejar de perder el tiempo.

Camino hacia mi habitación, atravieso el pasillo en silencio por si Aniki sigue durmiendo, abro la puerta lentamente y la veo vestida y preparando sus armas. Abro la puerta de inmediato.

-¿A dónde vas? -Pregunto.

-Debo rescatar al amor de mi vida -Responde Aniki terminando de colocar pólvora a su pistola.

-Creí que se hicieron una promesa.

-Si -Se pone de pie- Y aún no le pasa nada.

-Mira, tengo una teoría, todos saben que Domingo es tu esposo, están casados por la iglesia y todo el pueblo los conoce por la panadería, si te ven fuera cualquiera podría capturarte y entregarte.

-¿Entonces me quedo de brazos cruzados mientras le pasa de todo al hombre que amo?

-Mira -Entro a la habitación del todo y cierro la puerta- Con la revuelta de ayer están capturando a cualquier sospechoso de traición, imagina si sales con una espada y 3 pistolas en la cintura -Señaló su armamento- Aniki, piensa, por favor, hay que saber que batallas pelear para ganar la guerra.

-No lo quiero dejar -Dice Aniki mientras una lagrima fluye por su mejilla- Él es la única persona por la que moriría.

-Escucha, tu corazón está ciego de amor y se ahoga con tu tristeza. Él te hubiese querido ver en una patria libre, vivir el sueño de ambos, y no se cumplirá si este día intentas algo y te fusilan.