Capitulo 5



Mi corazón es sin duda una herida más, que aún supura a causa de la traición y el fracaso

Victoria Aveyard

~ ❤ ~

Despierta, Cupid.

Todo parecia un sueño en sus recuerdos, y la única prueba de que realmente era una pesadilla era el dolor agudo que recorría su cabeza, y claro, todo el polvo de hada que Faybelle había esparcido en su rostro, del cual aún quedaban algunas motas sobre sus largas pestañas

–...Cupid ¿Me escuchas? Despierta...–

Abrió los ojos lentamente, confundida. ¿Que demonios había pasado?. Se incorporo lentamente, y vio purpurina azul flotar frente a ella, que se desvaneció poco a poco, permitiéndole ver a quién le hablaba. Duchess Swann.

Llevaba un vestido diferente al sofisticado vestido de baile color lila que le había visto en el pasillo hace poco menos de una hora.

¿Un vestido color negro? ¿En Duchess Swann?

Recordó que, en mas de una ocasión la princesa había recurrido a mentiras y engaños para obtener un final feliz. Siempre le pareció innecesario y egoísta, pero ahora, al verla ahí, vestida de pies a cabeza, con un color más oscuro que una noche sin luna, se le ocurrió que quizás, no todas las princesas tenían un felices por siempre.

–¿Estás bien, Cupid?– ¿Lo estaba?

Cupid la observó sin decir una palabra. Swann se arrodilló frente a ella y le apartó el cabello del rostro, un gesto sutil y... Amable. Y falso. El tacto gélido de los fríos dedos de la princesa en su rostro provocó un escalofrío en ella, y una señal de alerta inundó su pensamiento. ¿Cuando fue la última vez que Duchess había sido amable? ¿Alguna vez lo había sido siquiera?

–Lo estoy– respondió Cupid con brusquedad mientras aparta a la princesa de si, y se levantaba con dificultad. Al hacerlo un manto de oscuridad inundó su visión momentáneamente y los restos de brillantina se desprendían de su ropa y cabello. Duchess tomo un poco de ese polvo y lo froto estre sus dedos.

–Esta bien– observo el polvo brillante –esto es raro– dijo, con una voz más suave y dulce de lo normal. Igual que tú.

Cupid, una vez que todos sus sentidos estuvieran bajo control, se apartó del árbol y de Duchess, y comenzo a caminar lejos de ahí, sin rumbo alguno. Swann comenzo a seguirla –Escucha– dijo; Cupid decidió ignorarla –El instituto es hacia allá– y señaló hacia la izquierda. Cupid se paro en seco, se dió media vuelta, cruzó los brazos y la miro a los ojos.

–¿Qué es, lo que quieres, Swann?– Pregunto Cupid con evidente tono de enfado en su voz –Estoy bien, pero eso no es algo que a ti te importe, ¿O si?–

–yo... yo..o– balbuceo Duchess. ¿Porque la dulce Cupid estaba actuando así?

–Eso pensé– exclamó Cupid, poniéndole punto final a su conversación con la princesa cisne, quien se quedó ahí, mirándola mientras se alejaba y quizás, se adentraba más en el bosque.

Después de caminar por ahí sin ningún destino en particular, durante al menos tres horas, Cupid se sentó en las raíces de un viejo árbol raído y musgoso. Hacia frío, mucho frío, su pequeña batita rosa de seda era muy fina, y permitía que la brisa helada acaricira su piel sin piedad, comenzó a tiritar y noto que el aire que emanaba de su aliento era tan denso, que creaba una pequeña nube de color azul opaco que la envolvía, como un aura de magia ancestral.

A su lado había un pequeño charco de agua que se había congelado, y al ver su reflejo en el, descubrio que llevaba un mechón de cabello de color negro.

Pensó en lo que había pasado esa noche.

Lo único que ella quería era un poco de amor. Pero eso era algo que al parecer, ella nunca pudo tener.

No porque nadie pudiese enamorarse de ella, porque estaba segura de que muchos chicos en el instituto estaban babeando por estar una sola noche con ella, y conocer lo que es el amor, en su estado más puro; Si no porque ella no había tenido ojos para nadie más.

Ella quería al príncipe azul, quería su corazón y sus besos, quería que él la amara, y si su amor no podia ser genuino, entonces, lo tendría por las malas, aunque para ello tenga romper algunas reglas, y quizás, uno o dos finales felices.