Takaino

2.3

Tiró de Mason en dirección contraria a los androides más cercanos. En los espejos del techo se reflejaba la masa de personas tragándose a los puntos de brillante metal en los bordes. Él cedió suficiente cuando uno pareció dispuesto a llevársela a ella. Empezaron a moverse entre los cuerpos, esquivando los cuerpos que podían. Cada tantos pasos debieron cambiar de rumbo, pues atisbaban una cabeza metálica de dos metros de alto entre la gente. Giraban en una y otra dirección. Mason tomó como antes su muñeca para no perderla y ambos acabaron apretados entre los cuerpos amontonados. Mason tuvo que hablar alto para que pudiera oírlo.

—Este sería un buen momento para conectarte.

Náuseas fantasmas aparecieron en el estómago de Kai con la sola idea.

—No.

Por suerte, en la bochornosa multitud se disfrazó el temblor de su voz.

La bandera de la confederación recuperó su lugar en la pantalla. El azul pintó las ventanas de los departamentos enfrentados y alcanzó con su fulgor los cuerpos de algunas personas. Las puntas azules metálicas se hicieron notar con el cambio de la luz, enfriando su color de piel natural a su paso. Pudo escuchar a un androide cercano dar órdenes a un grupo de personas para que se detuvieran. La cercanía le puso la piel de gallina.

—Katy... —Mason insistió.

Negó con la cabeza. El mareó provocado por el movimiento reforzó su convicción; se las arreglarían por su cuenta, porque ella no pensaba conectarse a la red por nada.

Mason la llevó en dirección a la galería en que él trabajaba. La gente se apretaba en partes y tenían suficiente espacio para correr por otras zonas. Cuando consiguieron salir de la mayor concentración, se apresuraron para huir. Una voz extrañamente humana salió de los parlantes de los androides, tan fuerte que ahogó gritos e incluso pensamientos.

—Se ordena a todo el que esté en la calle 440 quedarse en su lugar. De no obedecer, serán considerados en desacato y se tomarán medidas drásticas.

 La declaración hizo estremecer a Kai. Inconscientemente, hizo reproducir en su visión el momento transmitido en cadena nacional en que murieron sus padres. El video cubrió su vista, volviéndola torpe y dependiente de Mason para moverse. Ya era tarde para cuando consiguió minimizarlo, la imagen de la última mirada dura de su padre y la resolución de su madre estaban claras en su memoria. Con ellos, el por qué se había escondido por tantos años del gobierno en ese tranquilo rincón de la Undercity.

Ese recuerdo no estaba dañado. No era suyo, sino de un video de internet que guardó en su procesador para repetir cuando quisiera. Tenía muchos así.

Mason le advirtió de androides que ella no alcanzó a ver. Izquierda, había otro. Derecha, vio a uno arrestar a alguien. El número de agentes aumentaba con impresionante rapidez, ella supuso que se trataba de androides que llegaron de otros puestos. Todos con la misma orden: arrestar a todo el que se encontrara en la calle 440.

Cuando vio que un par los acorralaban, Mason recalcó algo que ella ya no podía negar.

—Katy, tú lo dijiste. —La miró de lado, suficiente para darle peso a la cita sin dejar de prestar atención—. Van a matarnos.

Analizó cada opción hasta tener que rendirse a lo evidente; debía conectarse.

Plantó los pies en el suelo. Mason tiró, pero desistió el entender lo que hacía. La gente la empujaba al pasar, algunos molestos y otros tomándola por un simple obstáculo a esquivar. Kai cerró los ojos para que los movimientos no intercedieran con la pantalla que desplegó en su vista. Abrió la configuración de su procesador, pasando desde los ajustes de audio y video hasta la programación más profunda, donde dio con lo que buscaba. Le tembló la respiración por el miedo que sintió al activar la conexión.

Su cerebro se sobrecargó de información. Datos del clima, las noticias, ventas, redes sociales. Su visión no conseguía enfocarse en una cosa entre las innumerables novedades de internet y las alertas del controlador, que saltaban estuviesen o no bloqueadas. Intentaban advertirle que todas esas cosas que ignoraba llegaban a niveles preocupantes. La información jugaba con su cerebro mientras ella trataba de aferrarse a algo, como buscar algo en un basurero al que de constante le echan nueva basura. Sintió los brazos invisibles de Mason sostenerla mientras ella se descomponía, como sucedió con cada intento de conectarse a la red.

Un estado enfermizo de náuseas y mareos en el que su cerebro le revolvía el cuerpo entero la hizo perderse de la realidad. De momentos, olvidaba lo que buscaba. Cuando lo recordaba, conseguía concentrarse lo suficiente para saber en qué parte del basurero se hallaba. Entró a lo hondo del procesador, a esos programas integrados que se hacían pasar por funciones vitales de la máquina, buscó entre ellos y trató de recordar cómo funcionaban y cuál necesitaba. Mientras la sacudían en la realidad, ella había conseguido el grado de abstracción que buscaba. Quizá estaba vomitando, quizá convulsionaba, no quería regresar a la consciencia para saberlo. Pero tuvo que hacerlo. Al abrir los ojos, su cuerpo era una gelatina en brazos de un androide, y, aunque su cerebro la enfermaba, la computadora en su cabeza funcionaba como eso, una computadora.

Escaneó con la retina el número de serie del agente de seguridad que los estaba arrestando, expuesto por reglamentación en el pecho azul metalizado, y usó uno de sus ojos como pantalla para manejar el programa buscado. En cuestión de segundos, Kai consiguió entrar a la configuración del androide y para darle una nueva orden; escoltarlos fuera.



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En el texto hay: realidad virtual, cyborgs, mundos futuristas

Editado: 23.10.2021

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