Take Me: Tómame

Capítulo 23

Aiden Meyer

—Noto que alguien está últimamente muy silencioso— Burak se acerca a mí sonriente, demasiado feliz como para haber perdido a un hombre más.

—No estoy de humor… por si no lo notaste… mataron a Top Dollar— le digo molesto, así como debería de estar él, pero por alguna extraña razón, no lo está.

Me quedo pegado a la ventana que da hacia la calle, sus hombres están terminando de levantar la sangre que la cabeza de Top Dollar dejó en el suelo, de nueva cuenta nadie se dio cuenta del incidente, pero esta vez lograron atrapar al mensajero.

—Y por eso estoy aquí— me dice mientras destapa la botella de coñac y sirve un par de tragos —ya hicimos de todo para que la encantadora señorita que vino a dejar la cabeza nos diga algo, cualquier información sería buena, pero se rehúsa a hablar… en verdad… te juro que ya le hicimos de todo— me ofrece el vaso al mismo tiempo que empina el suyo contra esa sonrisa sádica que me advierte que no ha escatimado en imaginación y material para torturar a esa mujer.

—¿Qué te hace pensar que podré hacer algo?

—Eres un psiquiatra, juega con su mente… sácale la información, ¡vamos!, has esa magia mental que tú haces— en verdad estoy con un completo imbécil, necesito sacar paciencia hasta de las piedras.

—Esas mujeres están adiestradas para no hablar con ninguna clase de tortura, están acostumbradas al dolor— pienso en Cárter y de nuevo mi corazón se retuerce.

—Solo inténtalo ¿quieres?—, termina de beber el contenido de su vaso sin quitarme la mirada de encima, está en esa fina línea donde puede empezar a ser molesto.

—Bien… llévame con ella­— término mí trago y ambos nos dirigimos hacia la puerta de la habitación.

Salimos al pasillo por el que caminamos en silencio, él va guiando mientras pasamos a lado de sus hombres. Es muy curioso, cuando nos ven juntos, puedo notar que perciben a Burak como una figura de autoridad, le temen y lo respetan, aunque sea un debilucho fácil de derrocar, pero sabe rodearse de la gente adecuada para que su poder perdure, como por ejemplo yo en este momento, apuesto que si alguno de los que están aquí pensaran en atacarlo se detienen gracias a mí, aunque no me han visto como un wendigo saben que soy peligroso, su olfato y pensamiento primitivo de sobrevivencia no mienten, no necesito un arma para que me consideren letal.

Llegamos hasta el cuarto que los rusos destinaban a sus torturas, no cambió nada con el nuevo reinado de Burak, sigue estando todo en la misma disposición, ¿para qué cambiarlo si así funciona bastante bien?

Burak abre la puerta y veo en el centro de un cuarto descolorido y poco iluminado, amarrada a una silla, una mujer rubia, su ropa está hecha girones y cada centímetro de su piel está lastimada, cortada, amoratada, han hecho de ella lo que han querido, su rostro tiene rastros de que alguna vez pareció el de un ángel, pero ahora, esta hinchado, un ojo prácticamente cerrado, la nariz rota arrojando coágulos y la boca abierta, mordida y golpeada, con hilos de sangre cayendo de las comisuras, posiblemente esté siendo consumida por el dolor o ha sido tanto y tan profundo que su cuerpo ya dejó de sentir.

—Pobre criatura…— me acerco sin poder evitar sentir piedad, los autores de tal horror permanecen detrás de ella, con las manos escondidas a sus espaldas.

A uno de ellos lo reconozco, Grendel está en medio de otros dos, es el único que me ve fijamente a los ojos con una sonrisa bastante marcada y satisfecha por su actuar, se está acomodando aun los pantalones, satisfecho de su creación.

—Doctor Aiden… ¿decidió unirse a la fiesta?—, su voz suena alegre e invitante, pero su mirada es retadora, claramente no tenemos una buena relación, solo sabemos lo que es la hipocresía.

—Al parecer tus métodos no han sido los mejores, ¿verdad, Grendel?—, me hinco frente a la mujer, su único ojo aun abierto está clavado en la nada absoluta, no me ve a mí, no ve nada en esta habitación, simplemente su mente ha decidido desconectarse.

—No hay otra forma de sacarle información a una muñequita como esta— se acerca y toma la cabeza de la mujer entre sus enormes manos para después depositar un beso irónico sobre su frente. —Aunque no logramos nada, admito que me divertí mucho— de nuevo esos ojos clavados en mí, esperando a ver una reacción de mi parte, buscando desesperarme hacerme rabiar y demostrar que estoy completamente en contra de todo esto.

¿Lo estará haciendo adrede?, ¿estará intentando demostrarle a Burak que no soy una persona de confianza?, de todos aquí, Grendel es el único que desconfía de mí, ni siquiera porque somos de la misma especie es capaz de darme el beneficio de la duda, tal vez es por eso, sabe qué clase de monstruos somos.

—De nada sirve que te hayas divertido sino obtuviste lo que buscabas…— saco mi pañuelo de mi saco y comienzo a limpiar la sangre del rostro de la mujer —señorita, soy el doctor Meyer, estoy aquí para hablar con usted… creo que tiene algo muy importante que decirnos…— su ojo azul se levanta hacia mí, me ve con desconfianza, de nuevo retoma las fuerzas para soportar los embates de la tortura que cree que se avecina. —¿Cómo te llamas?—, le pregunto mientras continuo limpiando su rostro con delicadeza, me meto en su mente y aunque es una simple humana, pareciera que el entrenamiento que le dan a las rusalkas es bastante bueno como para formar una pared impenetrable alrededor de su consciencia. —¿Qué edad tienes?—, ella sigue con su mirada clavada en mí, pero no hace más, no separa sus labios ni un par de milímetros.




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