—Bueno, no me jacto de ser todo un semental, pero creo que en este caso con la primera ocasión pudo ser suficiente para que eso pasara —pega su frente a mi abdomen y se abraza a mi cintura—. ¿Me darás una segunda oportunidad para demostrarte que puedo ser el hombre con el que puedas formar una familia?
—¿Crees que es el momento indicado? —, levanta su rostro hacia mí, serio, contenido. Se levanta por completo y comienza a caminar por la habitación.
—Cuando te conocí sabía que quería formar parte de tu vida, que me vieras de forma diferente a los demás, aprender de ti, fascinarme con quien eras y dejarme atrapar por tus encantos e inteligencia —me ve con esa misma fascinación de antes, como si los años no hubieras causado estragos en sus sentimientos— me enamoré, te anhelaba cada noche, te deseaba y no solo eso, quería protegerte, también entendía que al ser tan diferentes, podría haber complicaciones, sabía que los wendigos no solían reproducirse, pues perdían el control sobre ellos mismos durante el parto y en conjunto con la sangre y el sufrimiento bueno… los padres terminaban comiéndose al hijo e incluso peleando entre ellos, era complicado y eso me alejaría aún más de la poca humanidad que me quedaba. No voy a negar que pensé en ti como la madre de mis hijos, pero el miedo seguía latente, si perdía la cabeza, ¿cómo te defenderías de mí?
—¿Aun tienes ese miedo? —, estiro mi mano invitándolo a que la tome y se acerque de nuevo a mí.
—No, creo que… he podido aprender a valorar lo que en verdad quiero y anteponer mis necesidades primitivas… y lo que más quiero y deseo es a ti, viva, a mi lado y… de imaginar que cargas en tu vientre a mi hijo, pensar que… es una segunda oportunidad, no pienso dejarlo ir, no pienso desprotegerlos.
—Si lo que dices es verdad, si confiamos en tu juicio y estoy embarazada, eso puede ser muy complicado— pongo mis manos en mi vientre y pienso en lo que tengo que hacer y que podría poner en peligro mi embarazo.
—Lo sé, también sé que no te vas a detener, sería inútil pedirte que huyamos de aquí y tengamos a nuestro hijo en otro lado, te conozco lo suficiente para saber que no dejaras esto inconcluso y no pienso detenerte, pero si protegerte —acaricia mi cabello con ternura— debe de haber una forma en la que pueda protegerte a ti y al niño.
—Tengo que darme prisa, tengo que acabar con Skank, es mi principal problema, es quien sigue, tengo todo lo que necesito para llegar a él aquí —señalo mi cabeza con mi dedo índice— tendrá que ser un ataque directo, no puedo seguir con el sigilo, no con Skank… de hecho tengo algo en mente exclusivamente para él.
—¿Ah sí?, ¿qué? —, pregunta con curiosidad mientras toma mi mano y besa cada uno de mis dedos.
—El águila de sangre —cuando pronuncio ese nombre, abre sus ojos sorprendido.
—¿”El águila de sangre”?, vaya… ¿estás segura?
—Sí, pero no tengo una idea muy fidedigna de cómo hacerlo, tendré que preguntarle a Björn o… a Ivar —¿quién tendría mejor idea de un acto tan violento y cruel?, la respuesta es clara— además de que Skank es todo un wendigo, no sé qué tan fácil pueda llevar a cabo ese procedimiento.
—Con las hachas que traías la otra vez creo que será más fácil —me dice acariciando mi mejilla.
—Tengo que ir al a casa comunal… tengo que hablar con mi gente y organizarme —de pronto se levanta de la cama y toma su saco.
—Bien… iremos juntos —me dice tranquilamente.
—Eso significa que… ¿no volverás con Burak?
—Eso significa que te protegeré a donde vayas, a ti y a mi hijo, pero mientras no esté confirmado por un estudio la presencia de esa criatura, tengo que regresar con Burak, tengo que mantenerlo vigilado, no puedo dejar nada al azar.
—Mantén a tus amigos cerca, pero a tus enemigos más cerca… puede ser el mismo plan de Burak.
—Tal vez, pero quiero creer que a mí me saldrá mejor —me sonríe con esa arrogancia de siempre y me ofrece su mano— ¿estás lista?
Con una sonrisa en los labios acepto su ofrecimiento y me levanto de la cama. Me ayuda a vestirme, me acerca la ropa y se encarga de abrocharla con cuidado, impidiendo que haga algún esfuerzo, como si temiera que me fuera a romper. Me toma en brazos para bajar las escaleras y aunque su cercanía y esfuerzos para protegerme hasta de las tareas más sencillas me enternecen, creo que no podrá seguir el ritmo y mucho menos durante una pelea.
Salimos de la casa, me coloco mis lentes protegiendo mi identidad y cuando me doy cuenta hay un Challenger en la puerta, rojo cereza, el mismo modelo que tenía cuando entré a la academia y lo conocí, me quedo sorprendida, cubro mi boca para ahogar un gritito de emoción y cuando busco su rostro noto que está orgulloso, me extiende las llaves.
—No voy a decir que me gusta esta versión, pero admito que me da nostalgia… después de todo era el modelo que traías cuando decidiste chocar contra mi Rolls-Royce —me acompaña hasta la puerta del auto y la abre para mí.
—Es tan hermoso —paso la mano por el tablero y el volante, acariciándolo con delicadeza.
—Sabía que te gustaría —me guiña un ojo antes de cerrar la puerta y rodear el auto para entrar en el asiento del copiloto—. Bien… llévame a esa casa comunal, conozcamos al resto de tu familia —parece nervioso, incluso incómodo y agradezco su esfuerzo, pues al ser un wendigo las cosas se pueden poner difíciles.
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Editado: 07.01.2022