Irene
Lo observo, juro que quiero mandarlo con los fantasmas. La forma en la que se divierte en el momento en que me agacho me molesta en grande.
—Compórtate o lárgate, puesto que esto para mí es demasiado importante y no pienso soportarte, Jeremiah —advierto sintiendo que me rindo, no ante él, sino frente a esta situación.
Hoy iniciamos y ya me encuentro cansada de él, del que no se tome con seriedad mi trabajo y el que desee hacer de todo el proceso un chiste.
—Está bien, no más bromas y estupideces —asegura.
—¿Qué sientes? —elevo mi rostro para observarlo y su sonrisa me molesta.
—Un cosquilleo —contesta ante el toque del estesiómetro y es justo lo que deseo escuchar.
—De acuerdo, ya puedes regresarte la prótesis —indico, puesto que este es el último dato que requiero.
Medir la sensibilidad y la respuesta al dolor que tienen, es solo uno de los test que debo hacer, ya que necesitamos estar seguros de que no haya daño en los tejidos, puesto que el objetivo de las prótesis es generar sensaciones, que el cerebro envíe señales de dolor a los nervios.
Me coloco en pie, me doy la vuelta, yendo de regreso a mi escritorio, puesto que debo atender un último paciente antes de regresar a mis clases.
—¿Podrías recoger a Junior? Si es que no tienes algún compromiso importante —recuerdo lo de Emily.
Ayer anunciaron, por medio de un comunicado, que hoy estaría ausente, que alguien más daría sus clases y traté de comunicarme con su nana, pero no me contesta, lo cual es preocupante porque siempre responde, más cuando se trata de Junior. Así que debo recurrir a él porque Julian estará ocupado y no tengo quien lo cuide.
—¿Celos? —cuestiona y lo busco con la mirada, frunzo el ceño en el instante en que lo encuentro.
—¿De qué? —averiguo.
—Te conozco, cariño —vuelvo mis ojos esferas completamente blancas—, estás celosa de Emily, esa mirada y esos gestos te delatan —se acerca al escritorio, quedando frente a frente.
—Estás equivocado —miento, espero que no me descubra—, si tienes una relación con cualquier mujer, no es de mi interés, pero me alegra, dado que de esa forma, dejarás de insistir y me quedaré tranquila, podré estar con la persona a la que amo sin que el padre de mi hijo, se encuentre detrás de mí como un perro faldero —contesto.
Por alguna razón, he empezado a aborrecer a la maestra de Junior y ya pensé en cambiarlo de escuela. ¡Estoy enloqueciendo!
—¿Puedes o no? Necesito que lo lleves a casa para la cena, eso sería todo —quisiera pedir más, mas no estaría bien.
—Será todo un placer. Hablando de eso, ya que te encuentro ocupada, no me molestaría hacer lo que me pidió, llevarlo a la escuela y recogerlo para regresártelo a casa a la hora de la cena —propone.
—¿Lo dices en serio? —me vuelvo un tanto escéptica.
—Ven aquí —exige rodeando el escritorio, tomando mis manos y acercándome a su pecho.
—¿Qué haces? —No entiendo que pretende; sin embargo, me limito a escuchar aquel tarareo que me transporta a nuestra primera noche juntos.
Uno mis párpados, dejo que el ritmo me guíe, motivo por el cual, terminamos bailando lentamente.
—¿Lo recuerdas? —cuestiona y niego, lo hago en silencio, puesto que dije que sí y mi respuesta dio paso a todo esto.
Desbordamos pasión esa noche, el deseo que poseíamos el uno por el otro, nos dominó, es algo inolvidable, sin embargo, la mañana siguiente, fue cosa de otro mundo: en medio del éxtasis, recorrí la creación divina, así lo sentí.
—No, señor Janssen —Mi respuesta lo hace reír, dado que sin importar la relación tan indebida que manteníamos, nunca nos tuteamos, era divertido tratarnos de ese modo.
—Irene, gracias. Gracias por todo —dice y me detengo, voy en busca de su mirada, puesto que no comprendo nada—. Me ayudó a estar devuelta con mi familia, sabe muy bien que mi madre está en deuda con usted y yo también, además, la amo y por más de que la quiera de regreso, estoy aquí por Junior, cuidarlo, no representa mayor sacrificio —Su mirada me enseña una sonrisa; no obstante, sus ojos me enseñan sufrimiento.
—¡Gracias! —comunico luego de apartarme de él.
Su presencia, su cercanía, nada más me confunden, lo que puedo percibir en su mirada, me causa tanto dolor como su rechazo.
—Estará feliz de que lo lleves y lo recojas, siempre soñó con eso —la humedad se acumula en mi rostro con el solo hecho de imaginar la alegría de Junior. Ser madre es una completa locura.
Jeremiah
—¡Papi!
Corre a mis brazos en el instante en que sus ojitos se fijan en mí. Me coloco casi que de rodillas solo para recibirlo entre mis brazos y sentir como mi corazón se llena de gozo, de extrema alegría al comprender lo importante que es estar presente en esta etapa de su vida.
—¡Viniste por mí! —resalta.
—¿Adivina? Hablé con tu mami y te traeré y buscaré todos los días —aviso las buenas nuevas y la emoción se transforma en gritos de júbilo.
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Editado: 01.04.2024