Nora
No puedo seguir en la cama.
Me levanto, mirando de reojo a mi mejor amiga y con cuidado de no despertarla, y cuando veo que ella apenas se mueve y sigue dormida, me levanto finalmente y entro en el cuarto de baño. Rápidamente, me quito la ropa y me meto en la ducha, sin esperar a que salga el agua caliente.
Apenas he podido dormir mucho esta noche. Cada vez que conseguía dormir, volvía a tener la misma pesadilla una y otra vez, con Marcus terminando lo que empezó hace unas horas.
En cuanto ese pensamiento cruza mi mente de nuevo, los ojos se me llenan de lágrimas y comienzo a llorar en silencio. De nuevo. Me siento en el suelo de la ducha, con el agua ya caliente cayendo sobre mí, y lloro en silencio, tapando mi boca con las manos.
No dejo de pensar en ello y no… puedo dejar de llorar. De sentirme… sucia.
¿Por qué ha tenido que pasarme a mí esto? Cuando Marcus no dejaba de tocarme recordé lo que pasó hace años en casa de mi madre. ¿Por qué ha tenido que pasar de nuevo?
No sé cuánto tiempo estoy así, bajo el agua y sin hacer prácticamente nada, hasta que escucho como Selena llama a la puerta un par de veces. Ni siquiera me esfuerzo en limpiarme las lágrimas ya que se me camuflan con el agua de la ducha, pero me levanto al instante.
–¿Sí? –alzo la voz, intentando que no se me note la voz entrecortada.
Intento fallido.
–¿Quieres que entre?
–No, eh… –me aclaro la garganta–. Salgo en cinco minutos.
No escucho lo siguiente que dice, ya que me inclino a coger el champú, me enjabono el pelo rápidamente y me entretengo un poco más en enjabonar mi cuerpo. Con fuerza. Como si quisiese borrar el recuerdo y las marcas invisibles de las manos de Marcus encima de mí, cuando eso no va a ser posible.
Al salir de la ducha, me quedo mirando mi reflejo en el espejo. Tengo la marca de la bofetada de Marcus en el pómulo derecho; un hematoma. Paso mis dedos por ahí y una lágrima vuelve a recorrer mi mejilla, pero la limpio rápidamente y salgo del cuarto de baño.
–Buenos días –murmuro, con la voz ronca, mientras me acerco a mi armario y saco la ropa de éste rápidamente–. Voy a vestirme.
–¿Preparo el desayuno? –me pregunta Selena.
Me encojo de hombros cuando vuelvo a entrar en el cuarto de baño y me visto apresuradamente. Me dejo el pelo mojado suelto, me pongo desodorante y… me quedo ahí parada un momento.
–Nora –me llama Selena, asomándose en el baño–. Te estaba llamando y no contestabas.
–Perdón, estaba… –no finalizo la frase. Niego con la cabeza y me giro hacia ella–. ¿Necesitas algo? ¿Ya has terminado de hacer el desayuno? –paso por su lado y me dirijo a la cocina.
–Nora, escúchame –me pide, viniendo detrás de mí. Me giro para mirarla–. No actúes así.
–¿Así?
–Como si no hubiese pasado nada. Te conozco y sé que lo haces como método de defensa para que no te vean débil, pero no lo hagas. No ahora –se acerca a mí, mirándome preocupada–. Sé que no estás bien. Y sé que has estado llorando ahí dentro.
Me quedo mirándola sin decir nada y me muerdo el interior de la mejilla, sintiendo que me estoy rompiendo de nuevo. Al final, no puedo aguantarlo más y rompo a llorar. Soy arropada al instante por ella, quien me abraza con fuerza, y yo sigo llorando como anoche, escondiendo la cabeza en su hombro.
–¿P-por qué… ha tenido que pasar… e-esto? –pregunto, entre sollozos.
–La vida puede ser una hija de la mierda. Y algunos hombres todavía más –dice ella. Me separo un poco de ella y me mira–. Estarás bien.
–No lo creo. Apenas he dormido nada. No dejo de pensar en cómo él…
–Nora, no –me interrumpe con suavidad–. No va a volver a ocurrir. Y ese imbécil estará entre rejas muy pronto.
–Muchos capullos q-que… han intentado lo mismo con otras chicas andan libremente por la calle. Se ve t-todos los días.
–Ya nos encargaremos de que eso no ocurra, ¿sí? –me mira atenta y asiento con la cabeza, casi imperceptiblemente–. Ven, siéntate.
Me siento en el sofá y me paso el dorso de las manos por las mejillas, respirando profundamente. Encojo mis piernas en el sofá y me abrazo a éstas, viendo como mi mejor amiga vuelve a la cocina.
–No tengo hambre –le aviso cuando se acerca con un vaso.
–Me da igual –se encoge de hombros y se sitúa frente a mí–. Es café. Y a ti te gusta el café. Así que venga.
Suspiro, cojo el vaso caliente y le doy un sorbo. Tengo el estómago cerrado incluso para un simple café, así que al tercer sorbo lo dejo sobre la mesa, ganándome una mirada de reproche de mi amiga, aunque hago como si no me diese cuenta.
–¿Qué le dijiste anoche a Tyler? –le pregunto finalmente, un poco más calmada.
–Quería que me contase lo que había ocurrido. Sabía que tú no podrías hacerlo –me mira desde el otro lado del sofá, también con un vaso de café humeante en sus manos.
Asiento con la cabeza lentamente, pensando en algo. ¿Cómo sabía Tyler que yo estaba allí? Obviamente, yo no le dije en ningún momento que iría a hablar con Marcus, y él es muy poco probable que lo hiciese.
¿Entonces…?
–Le dijiste tú a Tyler dónde estaba, ¿verdad? –adivino, mirando a mi mejor amiga.
–Sí –confiesa ella–. Me escribió pidiéndome que le dijera dónde estabas, que tenía que hablar contigo de algo importante. Sé que me dijiste que no querías hablar con él, pero sinceramente, me alegro de haberlo hecho.
–Yo también –admito en voz baja–. Creo… que no me porté demasiado bien con él.
Selena frunce el ceño.
–¿A qué te refieres?
–Ayer me ayudó mucho y me trajo hasta aquí y yo… lo único que hice fue pedirle, incluso gritando, que se fuese de aquí. Y que no… no me tocase –le explico–. Se lo agradecí, pero me sentía tan mal que no sabía cómo actuar y…
–Es normal, Nora. Él lo entenderá, seguro.