Pedaleando en mi bicicleta, a dos cuadras antes de llegar a casa la vi sentada en la acera, parecía estar esperándome porque me siguió con la mirada y su sonrisa, el Sol le bañaba el cabello y el rostro, haciendo que tuviera una mejor concepción de ella. Frené mi bicicleta y bajé, ella se puso de pie y me abrazó cálidamente, yo hice lo mismo.
La seguí como seguiría un marinero encantado a una sirena a lo profundo del mar, la seguí porque me gustaba estar con ella y disfrutaba de cada momento a su lado. Llegamos a la plaza del centro de la ciudad, y de haber estado solo, el camino hasta allí habría sido largo. En la estancia no había muchas personas, el agua de la fuente era un sonido tranquilizador que paseaba por el lugar. Pudimos sentarnos en cualquier banco de ser mía la elección, pero ella tuvo preferencia diciendo que era especial el banco que había elegido para descansar.
De haber estado comiendo en ese momento, me habría atorado. No era la sorpresa de que ella sugiriera vernos pronto, era que me daba esperanzas. No podía estar enamorada de alguien más, como lo pensaba. Me retractaba por haber usado ese término, enamorada no estaba, eso pensaba. No se puede mezclar el gusto con el encanto. Acordamos vernos la mañana siguiente. Luego me fui a casa, ella no quiso irse antes y tampoco que la acompañara. Aún seguía siendo un misterio para mí esa petición.
Cuando llegué a casa, Cloe estaba frente a la TV, solía acostarse temprano, pero hice que se volviera un poco adicta a perder el tiempo de esa manera. Me senté a su lado y recosté mi cabeza sobre su hombro izquierdo para atraer su atención, era algo incómodo por ser más alto que ella, Cloe no me dirigió la palabra hasta los cortes comerciales. Ella también posó su cabeza sobre la mía por un breve momento antes de decir que me dolería si seguía así.
Ya sabía que sucedía cuando lo hacía. Se transformaba y era como hablar con un clon de mi madre. A veces solía pensar que esa era la verdadera Cloe, la que solo sus amigos conocían. Pensaba que las personas tenían varios “yo” que surgen inconscientemente porque así es como nos ven ciertas personas.
Cloe solía darme consejos cada vez que sabía que los necesitaba, pero aquella noche sin duda se había superado. Me preguntaba siempre, por cuales tipos de circunstancia había pasado mi hermana para ser así de sabia. Quizás fueron experiencias con chicos, los cuales nunca conocí, aunque solo una persona era suficiente para vivir una aventura.
Agradecí a mi hermana por el valioso consejo, me gustaba pensar que ese tipo de momentos eran recompensas y así les llamaba. Las recompensas estaban viniendo más seguido y eso me encantaba, y solo lo decía por Ariel para ser más preciso.